Por Juan Jesús Ayala.
Es muy difícil evitar la nostalgia y el recuerdo en estos días de personas que marcaron nuestras vidas y que se ubican en dos, para mí, instituciones sociales de máximo rango de la isla, el Bar Armiche que lo regentabadon IsidroPadrón, y el equipo de fútbol del mismo nombre del cual también fue presidente, sustituyendo en su cargo al presidente fundador don Paco Méndez.
Las dos funcionaron al unísono en una época, la de nuestra juventud, que nos creaba un entusiasmo tanto el ser jugador del equipo comofrecuentador asiduo del bar Armichedel que se pudiera decir que era la sala de prensa del equipo, así como de información de la alineación que se proponía para el próximo domingo.
El Armiche fue desde siempre el equipo nuestro, el de Vicente Plasencia, Ramón y Amadeo Ayala, Pancho Navarro, Nicanor Hernández, Paco y Mito, de Juan Pedro Sánchez, de Eduardo, el zapatero que se desplazaba desde San Andrés en su moto, Viñas, que conducía el camión de la pinocha, de Agustín “el palmero, de Migelo Mérida y otros hoy en el recuerdo. Así como Esperancita Gutiérrez, que era la madrina del equipo.; como nuestro primer entrenador, Candido Magdaleno, que había regresadode la Argentina donde fue emigrante hacía años y traía en sus lecciones técnicas de futbol la de su gran equipo en aquella tierra, el Boca Junior.
Un equipo, el Armiche, lleno de ilusión y de proyecto en el deporte que alimentábamos con la nueva imagen que se iba a tener del campo de futbol, pues todos los domingos, antes de su inauguración, desde el Cabo y de las huertas de doña Dominga trasladábamos la tierra en el camión de Eusebio Galvánla que tuvimos que compactar con un pesado rodillo que se encontraba en la charca de Tifirabe y que el esfuerzo de Amadeo y de José Pita se encargaron de trasladar hasta San Juan; y por fin se amplió el campo, pero como no tuvimos la tierra suficiente hubo que rellenar algún que otro espacio con una especie de picón que nos complicó la inauguración porque el balón aquel de cuero y de costura donde se metía el pitorro ya inflado con una bomba de bicicleta apenabas botaba al que sí le dabas un cabezazo te hacía un daño terrible en la frente.
Había una competición entre los 3 equipos de aquel entonces, el Armiche, la Estrella y el Valverde, que formaban el Comité Insular de Futbol, cuyo presidente fue don José Montoliu, un catalán que se había trasladado a la isla porque su hijo, el Padre Armando Montoliu Marsal había sido nombrado Arcipreste del Hierro.
El bar Armiche estaba situado en la parte baja de la sociedad La Aurora, en” la punta de la carretera”. En el que se encontraba una mesa de billar donde aprendimos a manejar los tacos de su juego en el que destacaban verdaderos expertos como Pedro Quintero, Fernando Rivera, Leopoldo el “mudito” que tenía una afición desmedida y cuando alguien le hacía una carambola insospechada por difícil se cogía unos tremendos enfados.
Tenía el bar, además, cinco mesas de mármol donde se jugaban a distintos juegos, tales como a las cartas, prevaleciendo el Envite, el Julepe o la Ronda; también se utilizaban para el juego del dominó y no podía faltar el del ajedrez, donde, Nemesio Sánchez, era un maestro.
Muchas veces la tertulia era obligada sobre diferentes temas, sin orillar el del futbol, porque entonces, además, éramos aficionados al Atlético de Madrid, puesto que en ese equipo jugaban los canarios Hernández “el lobito negro”, Silva, Montes, Miguel, el mejor extremo derecho del momento. El muro de enfrente funcionaba como mentidero, al que se incorporaba don Juan Ramón Pérez, Secretario del Cabildo y en los momentos que descansaba su clientela, Don Isidro, y la presencia de Guzmán quien tenía la peluquería en lo bajo del edificio, el cual era un prodigio en el piano y en el clarinete, que además de dejarlo oír en los domingos, también escuchábamos en las fiestas de Echedo, la Caleta o de San Juan en el Tamaduste siempre junto a los hermanos Abreu con sus guitarras y el timple de su hermano Eusebio (Bebo)
Los “Armiches” marcaron un antes y un después de la vida cotidiana de la villa de Valverde, hecha extensiva muchas veces a la isla, que continúa como un referente de la amistad sin trampa ni cartón, del desarrollo del deporte y del encuentro con el juego sano y limpio.