Por Juan Jesús Ayala.
Hice un esfuerzo sobrehumano para encontrar las palabras que la pena de tu ausencia nos produjoal saber que solo el recuerdo, siempre grato y estimulante, como amigo y como médico en tus capacidades como especialista de Cirugía Plástica ya no podíamos contar ni con tu consejo ni con tu ayuda en ese espacio profesional que tan bien manejaste.
Cuando hablamos de nuestra isla de El Hierro, tu curiosidad por las viejas páginas de su historia no tenía fin, sobre todo, por lo que en parte nos había relatado un herreño universal, José. P. Machín.
En Valverdelas casas de nuestras familias, casi juntas apenas separadas por la de don Juan Sánchez seguida por la de don Ángel Padrón y a continuación la de tus abuelos, doña Julia Cejas y Santiago García; lo que motivó que mi padre, SebastiánAyala, compartiera espacios políticos en el Ayuntamiento de Valverde con tu abuelo Santiago.
Te conté alguna que otra anécdota sobre el conocimiento que tuvieron tus padres y como iniciaron su noviazgo. Tu padre, militar, perteneciente al Mando de Trasmisiones del Ejército de tierra, natural de Salamanca, había sido trasladado a El Hierro,cuya misión fundamental consistía en trasmitir por Morse las novedades de cada día a los mandos superiores. Para ejercer este cometido tenía que hacer el trayecto desde el cuartel de Asabamos en el barrio de El Cabo hasta el barrio de Tesine donde en una habitación al lado de la casa de tío Pedro, se encontraba la Emisora correspondiente. En ese recorrido estaba obligado a pasar por delante de la casa de doña Julia Cejas, en cuya ventana se asomaba Juanita, tu madre; y en esas vueltas del camino, en sus idas y venidas, apareció el noviazgo.
En nuestras conversaciones no solo sobre la isla de El Hierro llegamos a la conclusión que muchas vivencias compartíamos, ya que cuando profundizábamos en ellas teníamos algunas en común alojadas en La Palma, El Hierro y Salamanca.
En la presentación de mi libro “Nacionalismo canario en el camino de la historia” en el Círculo de Amistad XII de Enero en Santa Cruzestuviste en el acto acompañado por tu familia y no solo por la amistad que nos unía sino, como me habías manifestado más de una vez, querías conocer algunos de los entresijos de las cuestiones canarias, entre ellas las de la política.
Siempre querías aprender, no solo aumentar los conocimientos de tu especialidad, sino lo que pudiera abarcar cualquier anécdota con un matiz de acontecimiento ineludible donde se destacaba el desenfado de una risa sana y a veces hasta la perplejidad del relato que nos ocupaba.
Daba la sensación que todo ello fue como un nexo que se agrandaba para que nuestra amistas cada día fuera más cercana; y a pesar de que sabíamos que la enfermedad a la que estábamos acostumbrados los médicos a combatir, a veces podía más que uno, por eso tu ausencia, el saber que solo nos queda el recuerdo que aparecerá por cualquier rincón de la isla de El Hierro, o en la plaza palmera que enaltece al Dr. Pérez Camachoo en la Plaza Mayor de Salamanca será un reencuentro que no se dará por casualidad, sino que iremos a buscarlos para que la memoria siga engrandeciendo tu persona.
Y si las palabras se me acabaron, y algunaslogré encontrar a duras penas, quedan muchas más que seguro las encontraré para seguir con la voz viva de la nostalgia de tu ausencia.