Pablo Rodríguez*
En unos días, sus majestades los Reyes Magos de Oriente visitarán los hogares de medio mundo. Regalarán sonrisas, ilusiones y, con toda seguridad, muchos juguetes.
Al hilo de las campañas comerciales en las que nos encontramos inmersos, hace unos meses registraba en el Senado una propuesta encaminada a erradicar la publicidad sexista en los medios de comunicación de este país y apostar de verdad por la educación en igualdad en los centros de enseñanza.
En el camino me he encontrado con opiniones de todo tipo: desde aquellas que valoran como muy necesario implementar las medidas que sean precisas para lograr la igualdad real entre mujeres y hombres hasta los más escépticos que consideran esto de la igualdad una “moda progre” vacía de sentido.
Lo cierto es que el asunto es mucho más serio y tiene mucho más calado de lo que parece.
Que un niño reciba como regalo una pistola, una pelota de fútbol, un tractor o un camión de bomberos parece normal. También puede parecer normal que una niña reciba como regalo un vestido de princesa, un lote de utensilios del hogar (plancha, calderos, cocinilla…) o un set de maquillaje.
Pero les invito a ir mucho más allá. ¿Se han parado a pensar el mensaje que estamos lanzando a nuestros hijos e hijas con estas atribuciones?
Llegamos a asumir como normal que los niños deben ser educados en los deportes de contacto o en las profesiones que requieren un esfuerzo físico, incluso en las acciones que implican violencia.
Asimismo, nos parece anecdótico que las niñas jueguen a ser amas de casa (a planchar, a lavar la ropa, a cocinar…) o que sueñen con ser princesas con vestidos de color rosa y a expensas de un príncipe imaginario que les dará permiso sobre lo que pueden o no hacer a lo largo de su vida.
¿De verdad les parece normal que en pleno siglo XXI sigamos dando cuerda a estos patrones patriarcales propios de otras épocas? ¿Está la sociedad actual preparada para romper estos tópicos?
Aunque sé que a muchos lectores les pueda parecer una chorrada, les avanzo lo que muchos estudios corroboran: las desigualdades entre hombres y mujeres son el germen de la violencia que se ejerce sobre las mujeres.
Y aquí está el desenlace fatal de lo que quizás no supimos, como sociedad, frenar a tiempo. Porque muchas de esas niñas que soñaban con ser princesas, terminan siendo mujeres sumisas, dependientes y con un claro sentimiento de inferioridad respecto a los hombres. Porque esos niños que creían que las niñas no podían jugar al fútbol en los patios de recreo porque ellas “eran más débiles”, terminan asumiendo el rol dominante en una relación sentimental años más tarde.
Como verán, erradicar la desigualdad, o mejor, construir una sociedad más igualitaria, tolerante y respetuosa es tarea de todos y de todas, pero muy especialmente de las familias y de esos Reyes Magos que ya vienen en camino.
Mi hija Paula vino al mundo hace nueve meses. Su armario no es rosa. Tiene todos los colores del arcoíris, porque mi mayor deseo es que, poco a poco, ella misma elija con cuáles prefiere tejer su vida para alcanzar todas las metas que se proponga.
Espero que sus Majestades de Oriente me ayuden en esta tarea y no regalen más sexismo, sino igualdad. Sería la mejor de las ofrendas a esta sociedad que quiere mirar al futuro.
*Pablo Rodríguez, senador por El Hierro (AHI-CC)