Por Juan Jesús Ayala.

Tan cerca, y que distantes estábamos unos de otros. Y me refiero concretamente a la década de los sesenta que fue la de nuestra juventud. La juventud de Valverde, la del Mocanal, Erese y Guarazoca estaba perfectamente incorporada y las relaciones sociales y de  amistad eran permanentes. Los de Valverde, los domingos y días de fiesta la mayoría de las veces nos desplazábamos a los casinos del norte, bien a la Inesperada o al casino central, así  como  al de Erese y Guarazoca donde se fomentaron noviazgos y algunos  que se habían realizado en años anteriores terminaron en matrimonios.

San Pedro, el 29 de junio, siempre nos esperaba con su jolgorio, misa, ventorrillo, la luchada en la plaza de la iglesia, y el baile por la noche, aunque si tengo que decir que el encuentro mas deseado era el día de San Lázaro donde el paseo entre ambas juventudes en la recta aquella de tierra desde la ermita hasta la cruz de el Calvario eran entusiasmador y pleno de conversaciones estimulantes; lo mismo que las que por la tarde manteníamos en los muretes que rodeaban la ermita donde nos sentíamos protagonistas, eso si con cierta timidez, de futuros noviazgos. El  8 de diciembre, día de la Concepción siempre había una luchada en la plaza de la iglesia de Valverde y ahí si que venían nuevamente luchadores del norte a competir con los del sur, concretamente de El Pinar o formando una selección herreña para enfrentarse con la de La Palma.

Bien es verdad que las bicicletas que teníamos algunos facilitaba el traslado de un sitio al otro y viceversa; sin olvidarnos que algunos amigos del norte fueron jugadores de futbol, concretamente  de El Estrela y el Armiche y los domingos a las 4 de la tarde la afición de los pueblos del norte se desplazaban con todo el empeño  del mundo al campo de San Juan para apoyarlos con sus aplausos.

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También hay que decir que la Academia de doña Inocencia Duran que impartía  cursos de bachillerato algunos compañeros de curso eran de los pueblos de la isla con lo cual esa amistad se fue acrecentando hasta que fuimos mayores. Recuerdo con cariño y nostalgia a Marcos Brito, alcalde que fue del Puerto de la Cruz  amigo de siempre aunque nuestra rivalidad política a veces nos separaba pero como al final lo que imperaba era el herreñismo, dejábamos la política a un lado  para comenzar   a hablar de la isla y de los viejos recuerdos.

Sin embargo, así como entre el norte y Valverde se puede decir que no había prolongación y que la distancia de apenas de cinco kilómetros que nos separaba mas bien nos unía en el deseo de la mistad y de compartir noviazgos, no así el Sur, al que  veíamos distante, lejos, aun San Andrés e Isora, (que no forman parte del sur), pero no digamos El Pinar. Creo que no fuimos mas de una o dos veces de Valverde a un baile a San Andrés, e Isora y El Pinar. También es  verdad que los kilómetros que  nos separaban con las bicicletas era imposible recorrerlos y los coches de alquiler que habían no podíamos disponer de ellos porque las perras que teníamos en el bolsillo nos nos alcanzaban. Nos encontrábamos, en El Pinar, si acaso en el día De La Paz o de su patrono San Antonio Abad; o el día de San Andrés en la comarca de Azofa; y en la Villa cuando había luchada el 8 de diciembre, donde El Pinar destacaba siempre por tener grandes luchadores del deporte vernáculo; y en la Academia de doña Inocencia donde había compañeros de esos pueblos, pero que a pesar de todo el sur  lo sentíamos lejos.

Hoy, sin embargo, existen en todos los pueblos manifestaciones lúdicas, deportivas y religiosas  donde el intercambio social es manifiesto, así mismo en la carpa de la plaza de Valverde hay encuentros con frecuencia de carácter plenamente insular, lo mismo que en algunas salas de fiesta donde se hace posible que los herreños, la juventud al menos, forjen amistades y tengan   idea de la isla como única, como un Todo.