Por Juan Jesús Ayala.

Se lo habíamos dicho allá por el año 1966 cuando andábamos por tierras de Salamanca a nuestro recordado José P. Machín que albergaba cierta desazón tras  escribir sobre la isla mas de 30 años al observar que de nada valían sus escritos puesto que El Hierro estaba atascado en servicios y gestión; yo, le  escribí en el periódico “La Tarde” y le insistía que no desesperara que siguiera su empeño en continuar escribiendo de una isla que aunque la viera decaída, sin la fuerza que suponía debiera tener, el tiempo la iría poniendo en una tesitura mas atractiva para los que viven en ella y para los que desde fuera no dejábamos de creer que El Hierro tendría sus oportunidades, venciendo a su ancestral lejanía. Y así fue. Se construyó el aeropuerto y el hospital como puntos clave  de un futuro inmediato.

Siempre ha sido una esperanza que no concluye, se nos escapa; y es que no la terminamos de descubrir se nos aleja por los roquedales de los Lajiales, por las tempestades de Orchillas o por los susurros ahora tranquilos y mas tardes violentos del Garoé, aunque permanecen impertérritos en nuestra memoria  recuerdos de aquellos que fueron clave en nuestro desarrollo intelectual y formativo. La lista es interminable, aunque hoy llegan hasta mi  don Valentín,  Paco Méndez, don Pedro León, Panizo Armas, Juan Ramón Padrón, Carlos Quintero, Anacleto Mérida… y un sin fin de personajes  que pasaron de manera tranquila , casi silenciosa por su devenir en la isla pero que construyeron con tesón y dentro de las dificultades de su tiempo una isla mejor, derrochando entusiasmo y enseñanza en su trabajo que pusieron en la picota de su sentimiento mas puro y noble la construcción de una nueva esperanza para la isla.

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El Hierro siempre ha sido una nueva esperanza para los que sentimos que los viejos encuentros siempre son novedad y un acicate mas para seguir con el deseo de nuevas conversaciones con los que esperan y con los que se han ido aposentandose, aunque sea en el  espacio del recuerdo deseable y grato.

El Hierro no ha dejado de ser esperanza y como al fin, José. P. Machín, logró entenderlo y como desde la soledad de un hombre curtido en mil batallas  emprendió con mas fuerza el camino de su “Séptima isla” como si fuera la primera, ya que desde su formación de isla es deseable y su desarrollo no se detiene aunque no dejamos de comprender las dificultades ancestrales y las de ahora mismo pero que en realidad la isla se abre camino con la fuerza de los que la viven, unos desde dentro y otros con la nostalgia de no pode hacerlo pero, con el deseo que El Hierro nos espera como siempre lo ha hecho.