Por Juan Jesús Ayala

Los médicos a lo largo de nuestra vida profesional y por el gran numero de enfermos que tratamos hay también un sin número de anécdotas que estos nos facilitan donde muchas de ellas son ocurrentes y que las llevamos en la memoria hasta el día de hoy.

Les voy a relatar tres de ellas, que son muy significativas del malhumor de algunos y de la sabiduría innata de otros.

Andaba de médico en Hermigua (La Gomera) y estaba tratando a un enfermo que ya tenia sus años y que era el típico socarrón que si tenia que decirte algo te lo decía y le importaba un pito. Sufría de diabetes a causa de la cual al cabo de los años le fue amputado un miembro inferior, y su malhumor casi era constante. Un día que lo fui a visitar a su domicilio me hizo la siguiente pregunta: médico ¿ sabe usted en que se parecen los médicos al 111?.La verdad que no, le contesté. Pues mire, es que “comienzan con uno, siguen con uno y terminan con uno”.Una mordacidad apabullante.

Otro día me llevaron a la consulta una paciente, ya mayor, que la habían traído desde Chipude, un pueblo bastante alejado de Hermigua.La enferma venia acompañada de una hija suya. En la primera observación que le hice me dio la impresión que era una alcohólica, puesto que en su delgadez sobresalía un abdomen abultado, donde pude comprobar presencia de liquido y una piel de tinte amarillento. Con los medios que disponía, que no eran muchos, me incliné por diagnosticarla que seguramente padecía una cirrosis hepática y así se lo hice saber a su hija y eludiendo lo de alcohólica, le manifesté que su madre tenía una grave enfermedad del hígado. Le receté algún que otro medicamento que le pudiese ayudar, pero nunca curar, y que dentro de 15 días iría a visitarla en su domicilio de Chipude para ver como estaba.

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Pasaron los quince días y me dispuse a trasladarme al domicilio de la enferma lo que llevaba al menos dos horas en coche. Pues bien cuando avisto de lejos su domicilio observo como la tenían en el patio tomando el sol, pero su hija cuando se percató de el coche del medico, deprisa y corriendo la metió en la cama. Pues bien, cuando llego y antes de verla su hija me dijo ( he ahí la sabiduría popular)”. Señor doctor, sabe lo que le digo, que yo creo que el padecimiento de mi madre es que”tiene los glóbulos licoricos”. Mejor definición, imposible.

Me fui al monte de Agua García esta vez en Tacoronte a ver una enferma que llevaba tiempo con fiebre. No era muy mayor, alrededor de 60 o 65 años, pero de esas personas bonachonas y complacientes que llevaba sus dolencias con tranquilidad y sin agobio. Una vez que la exploré y receté algún medicamento me quedé un rato hablando con ella. Y en la conversación le pregunté si sabia leer y escribir. Me contestó: “mijito no he tenido tiempo para ir a la escuela, el único libro que se leer son los laureles del monte y el susurro del viento, pero soy feliz así”.