Por Juan Jesús Ayala.

Los muros en los pueblos de la isla han sido testigos, a veces no tan mudos, de su misma historia. Muchos funcionaban como mentideros donde se comentaban cuestiones del día, de ayer o se remontaban a viejas historias, otros eran como  refugio visible de enamorados que ya el muro  para ellos en ese momento era su santa sanctórum, otros funcionaban como observadores de los que paseaban  o iban de un lado a otro o simplemente como punto de encuentro bien acordado o que la rutina de los días lo hacia posible sin mas, al estar establecido  en la memoria de cada cual.

La mayoría el de ellos han desaparecido y solo queda el recuerdo de lo que fueron y  del protagonismo no tan mudo que han tenido en la historia de la isla, al menos en la reciente.

Enfrente de la cárcel y camino de San Juan  había un muro al inicio de la bajada de la calle donde vivía  la familia de Ambrosio, el Municipal, y un poco mas abajo la familia Guerra. Era un muro de los más alejados y pequeño solo cabían dos personas y era el preferido por los noviazgos ya consolidados y   permitidos  por su familias, y allí recalaban los que así se consideraban.

Más acá, al lado de la vivienda de don Pedro León y sobre la latonería de Aurelio estaba el muro del puente, el más visitado porque este ,lugar era el nudo  de las comunicaciones entre Valverde con el resto de la isla y funcionaba como punto de espera a que llegaran o salieran las guaguas y era un reclamo mas bien de la gente joven. 

Y adentrándonos  en la calle principal habían tres muros donde se repartían los tertulianos, la gente joven, y también como testigos de noviazgos y de  ensueños de aventuras Estaba uno de ellos entre la casa de Manolo Padilla  y el cine Álamo que era el preferido  por los chicos de la época cuando salían o esperaban para entrar a las clases de la Academia de doña Inocencia ;y sin dejar de ser como mirador del ir y venir de la gente, de las parejas que paseaban por la calle  más que nada los lunes y viernes que eran días de correo o los domingos y festivos Y enfrente estaba otro, delante de la casa de don Manuel Díaz y Maclovia donde en la parte baja  se encontraba la carnicería y muchas veces había que madrugar para coger el numero para a comprar la carne, era el asiento de la espera de muchos. Y al inicio de la calzada donde vivía Mateo Ayala también un  muro pequeño que daba para 4 personas y se usaba para la conversación, la discusión y debates de altura.

Muebles El Placer Pie

Y en la Punta de la Carretera el muro era largo, pasaba por la casa de don Claudio y dando la curva terminaba enfrente de la venta de don Pedro Quintero. El tramo que correspondía al  Bar Armiche de don Isidro  era uno de los mas visitados, para hablar de futbol, de política,  como punto de espera y visor del barco que se veía en lontananza los días de correo, sobre todo, los viernes.

Y el más característico, el de don Claudio, que era un muro con espaldar  porque detrás estaba la profundidad del barranco del Consejo y como era el más lejano, dentro de la relativa  distancia de la isla no era muy visitado pero si por las parejas más atrevidas que se dejaban ver los días de correo y los festivos.

Y en la Plaza de Santa Catalina, en el barrio de Tesine era el que recogía el descanso  de los agricultores de la zona, de los comerciantes y de los niños y niñas que entraban o salían de sus respectivas escuelas; así de los que nos asomábamos a él  después de las clases de don Valentín.

Muros que han desaparecido pero que la memoria colectiva de la isla los rescata, sobre todo, en estos momentos donde todo el mundo anda cabreado, enfurruñado y sin tener el relajamiento que daban esos pequeños territorios que guardan palabras, canciones y retazos de vidas que han desfilado por la historia viva de la isla.