Laura Acosta Armas

Será una vez en algún momento del futuro, en algún punto de la costa del mar de Las Calmas, en la isla de El Hierro, un padre o una madre con su hij@, o quizás un abuelo o una abuela con su niet@..... Mirarán el mar y verán turistas en embarcaciones de recreo o en kayaks, verán boyas repletas de gente practicando submarinismo, o practicando snorkel en la costa. Quizás también haya embarcaciones más alejadas en la búsqueda de algún zifio que se digne a aparecer... Estarán mirando el mar de Las Calmas, nombre irónico para un mar que bullirá de gente.

"-Nisa -le dice Ossinissa a su hija-. El mar que contemplas no ha sido siempre así.

-¿No papá?- responde la sorprendida Nisa- ¿Y cómo era?

-Escucha atentamente lo que te voy a contar, pues puede que te sirva de lección para el futuro. El mar de Las Calmas que contemplas recibe su nombre porque se encuentra al resguardo de los vientos alisios, pero también se encontraba prácticamente siempre en calma. De vez en cuando podías ver algún pescador, de los que ya no quedan, o alguna lancha recreativa de algún herreño, pero prácticamente no se veía nada, sino un mar que más bien parecía un lago. Era un mar herreño, el sustento de varias familias, pero también el ocio de los herreños. Algunos tenían su lancha en La Restinga y salían de vez en cuando a pescar, para disfrutar de un buen rato en compañía de amigos o familiares, observando las bellas laderas del Julan y las increíbles vistas que se observan desde el mar. Otros iban con su caña y se dedicaban a pescar, por el simple placer de pasar horas de cara hacia el mar. También había los que les encantaba pasarse horas tumbados al sol, para darse un chapuzón de vez en cuando en las aguas cristalinas de Tecorón o en el muelle de Orchilla. Nosotros compartíamos nuestro mar, y orgullosos estábamos que viniese gente de todo el mundo a practicar submarinismo para ver nuestros bellos fondos, participar en el fotosub y en la travesía del mar de Las Calmas, o simplemente compartir el deleite de disfrutar una tarde pescando en la costa, al igual que los ciudadanos herreños. Venía mucha gente, aunque a algunos les pareciese poca, y venían "gratis", pues era nuestro mar y no había restricciones ni para nosotros ni para nadie....- Ossinissa se tomó un respiro para poder proseguir, mientras Nisa le miraba totalmente intrigada e impaciente para que prosiguiera con el relato-. Ésta es una isla pequeña y por lo tanto sus habitantes siempre han estado muy conectados al mar, y desde antes de la llegada de los conquistadores en el siglo XV, nuestros antepasados, los bimbapes, ya hacían uso de sus recursos. Tristemente poco sabemos de su cultura y sus costumbres, pero quedan vestigios de concheros, depósitos prehistóricos de conchas y otros restos de moluscos y peces, que servían de alimento a los bimbapes. Tras la conquista, el pueblo herreño siguió utilizando los recursos del mar para complementar su dieta, y fue sobre 1960 cuando un grupo de vecinos de la isla de La Gomera se instalaron en La Restinga, creando así un pequeño pueblo de pescadores. Ellos practicaban la pesca profesional, para proveer de pescado y marisco al pueblo herreño y al resto de las islas, y el resto del pueblo herreño disfrutaba practicando lo que se denomina la pesca recreativa. Yo fui un afortunado. Todavía recuerdo la primera vez que tu abuelo me sacó en su lanchita, era yo todavía un niño ajeno a las preocupaciones adultas. Fue una de las experiencias más extraordinarias de mi vida. Era maravilloso navegar en una lanchita tan pequeña, salir de La Restinga, y poder observar toda la costa desde el mar. Llegamos hasta el Faro, símbolo de nuestra isla, y allí nos paramos para pescar. Fue increíble sentir como picaba por primera vez un pez en mi anzuelo, y con calma y gran esfuerzo recogí el carrete y observé mi primera captura. Una cabrilla, me dijo mi abuelo, y con gran entusiasmo la metí en la pequeña nevera que llevábamos. No pescamos mucho, pero si lo suficiente para llegar con una gran sonrisa a casa porque por primera vez en mi vida llevaba el sustento a mi hogar. Había gente como mi abuelo, con su pequeña lancha, pero también había gente que caminaba por las lavas de la zona oeste hacia Los Negros o a la punta de La Dehesa, para pescar con caña desde la costa. En 1996 se había creado La Reserva Marina con el objetivo de establecer una zona de protección que sirviese de reproducción y cría, para permitir así la recuperación de los recursos marinos y la práctica de una pesca sostenible en la isla. Al principio, el pueblo herreño se reveló, pues les estaban limitando el acceso a una zona del mar de Las Calmas, pero al poco tiempo todo el pueblo reconocía que era necesario y aplaudía esta decisión. Luego sufrimos la crisis del volcán Tagoro en 2011, y tuvimos que dejar descansar al mar para que se recuperase, pero al poco tiempo todo volvió a la normalidad y el pueblo pudo volver al mar de Las Calmas. Yo era ya un adolescente, y pude disfrutar de grandes momentos con mi abuelo y mi padre, pero de repente todo cambió.....

-¿Qué pasó papá? -preguntó una aturdida Nisa-. ¿Por qué ya no hay pescadores en La Restinga? ¿Por qué es tan difícil que un herreño salga a navegar por el mar de Las Calmas? ¿Por qué ya no se puede pescar con caña en tantos sitios de la isla?
- Ay Nisa- respondió Ossinissa tras suspirar profundamente-.Todo esto cambió cuando unos señores del gobierno de España nos propusieron que lo declarásemos Parque Nacional Marino. Alegaban que era necesario para protegerlo, aunque curiosamente era prácticamente el único rincón de las islas que se encontraba intacto. Casi todo el resto de las costas canarias eran "desiertos submarinos", blanquizales, provocados por un aumento de la población de los erizos, pero cuya causa principal era la sobreexplotación pesquera. Pero aquí en El Hierro no había tal sobreexplotación, gracias a que éramos pocos y a nuestra "doble insularidad". Nosotros los herreños sabíamos cuidar nuestra isla y nuestros mares, que tanto servían de ejemplo para el resto del mundo, y el buen estado de conservación lo avalaban diversos títulos internacionales, pues éramos Reserva de la Biosfera y Geoparque. Sabíamos cuidar nuestro tesoro y estábamos a salvo del turismo de masas, por lo que no había preocupación de que esto fuese a cambiar y se produjese un deterioro de nuestros mares. Pero se empezaron a crear campañas a nivel mundial por ecologistas cuyo único fin era crear zonas de protección, y todo ello sin tener en cuenta nuestra opinión y valores culturales. Se nos presionaba para que aceptásemos tal honor, pues el Estado nos estaba ofreciendo un manjar en bandeja, algo irrechazable ¿Por qué proteger nuestro mar que goza de un buen estado y no proteger cualquier otro lugar que si está alterado?, se preguntaban algunos herreños.... No había respuesta.... pero si nos lanzaban más argumentos a favor desde el Ministerio. -" Contribuirá al progreso socioeconómico de la isla, pues traerá turismo de calidad"-. ¿Y cómo se logrará eso nos preguntábamos?... Había respuestas, datos, estimaciones, suposiciones.... pero nada tangible. ¿Pero podremos los herreños seguir disfrutando de nuestro mar?. -"........"-. No había una respuesta clara. ¿Pero podremos seguir pescando, podremos seguir transmitiendo a nuestros hijos nuestras tradiciones como pescadores?. -"Sí claro, tenéis el resto de la isla"-. Pero oiga, es que es el mar de las Calmas un mar herreño, a donde podemos ir prácticamente todo el año, el sustento de muchas familias, en el resto de la isla es prácticamente imposible faenar durante muchos meses del año. -"Sí, pero hay que protegerlo"-, volvían con el mismo argumento. Pero, pero, pero, decíamos los herreños. Promesas , beneficios y crecimiento decía el gobierno que nos proporcionaría el Parque Nacional.....-Ossinissa se tomó un respiro, pues las lágrimas empezaban a aflorar en sus ojos que mantenían la mirada fija en un mar que no estaba ya en calma......

-¿Qué pasó entonces papá? -casi gritó Nisa-. ¿Por qué dejaron que se crease el Parque Nacional si todo era tan perfecto?....
-No lo sé hija, no lo sé- contestó Ossinissa-. Llevo preguntándome eso mismo 30 años y todavía no encuentro respuesta. Quizás porque fuimos vanidosos, y queríamos más prosperidad económica, queríamos ser como el resto de las islas, traer turismo, crear puestos de trabajo y poseer todos más riqueza.

-Pero eso no es así papá, el pueblo de La Restinga está lleno de extranjeros y apenas se ve gente local. No veo pescadores, y solo quedan unas pocas embarcaciones de recreo. Y en el resto de la isla no veo que haya una gran prosperidad, al contrario, siempre me has dicho que la isla sigue igual de estancada- respondió Nisa-. ¿Por qué los herreños no pueden disfrutar ya de su mar y es más fácil que lo disfruten los que vienen de fuera? ¿Por qué se permitió que La Restinga se convirtiese en un pueblo que únicamente vive del turismo? ¿Por qué nos robaron el derecho a disfrutar de nuestro mar?

- Lo sé, lo sé, y no lo entiendo-respondió Ossinissa-. Muchos pensaban que los posibles beneficios que iba a traer el parque nacional compensaban el restringir el paso a ciertos puntos de la costa y del mar, cuya influencia siempre fue decisiva en la conformación de los usos, costumbres y pensamientos del pueblo herreño. Al principio se restringió la pesca recreativa, cosa que no entendían muchos, pues era un rasgo cultural que nos definía, prácticamente todos los herreños eran pescadores. Pero las cosas no funcionaron tan bien como se preveían, pues eran tiempos de crisis y las cosas iban en general mal en toda la nación. Luego empezaron las restricciones a los pescadores profesionales y llegaba menos dinero del que se necesitaba y así transcurrió todo hasta la actualidad. ¿Qué pasó? Quizás fue que no supimos unirnos como pueblo y demostrar al gobierno y al resto del mundo que si nosotros solos nos habíamos bastado durante tanto tiempo para conservar en buen estado nuestros tesoros no necesitábamos a nadie que viniese a decirnos como hacer las cosas. Se creó una lucha interna, entre los pescadores y gente que vivía del turismo a favor, y casi el resto de los ciudadanos que estaban en contra. No supimos dialogar, pues únicamente peleábamos por nuestros intereses. No supimos luchar, no supimos alzar nuestra voz, no supimos unirnos para gritar más alto y decir NO!, No queremos esto, queremos seguir todos disfrutando de lo que es nuestro...... Y al final todos nos quedamos sin nuestro mar....

SERÁ O NO SERÁ..... No se puede predecir el futuro. Demasiada incertidumbre, poca información y muchas preguntas sin respuesta. Nuestro mar no grita pidiendo ayuda, sino que sonríe y nos sigue ofreciendo sus riquezas. No necesitamos una protección que no hemos pedido y que a cambio restringirá ciertos valores culturales. Ha de ser el pueblo herreño quien se reúna, dialogue y decida como quiere seguir protegiendo su isla para las generaciones futuras.