Por: Luciano Eutimio Armas Morales

La primera vez que fui al Faro de Orchilla tenía siete u ocho años. Iba con mi abuelo Pablo (QEPD) en un burro que tenía. Salimos temprano desde la Ermita de los Reyes en cuyas habitaciones anexas habíamos dormido, y por veredas y caminos llegamos hasta un tabaibal próximo al faro, donde mi abuelo y algunos vecinos que también iban cortaron algunas “tabaibas mansas”, cuyos palos después de tostados utilizaban haciendo tapas para barriles, garrafones y barricas de vino.

Recuerdo que hicimos una visita al Faro, donde el torrero amablemente nos enseñó las instalaciones, y subimos hasta donde estaba la lámpara con lentes de Fresnel que orientaba a los navegantes. Comimos algo que llevábamos sentados al borde de una vereda a la sombra de unas tabaibas, y regresamos por la tarde a la ermita de Los Reyes. Tengo muy grabado el grato recuerdo y las impresiones de aquel viaje memorable hasta “el final del mundo”, que es ciertamente el punto más sur-occidental de la Unión Europea.

Hoy, para ir al Faro de Orchilla saliendo desde cualquier punto de la Isla, ese niño de siete u ocho años, en lugar de un largo viaje de dos días con pernoctación a mitad del camino, quizá pueda llegar en treinta o cuarenta minutos por carretera asfaltada aunque sinuosa y estrecha, atravesando el espacio natural del Julan o el Parque Rural de Frontera subiendo por Lomo Negro hasta llegar al cruce del vertedero, en que comienza una pista de tierra de tres kilómetros.

Los turistas que nos visitan y recorren la Isla en vehículos de alquiler, que son respetuosos con las normas y que tienen como una de las visitas de referencia el Faro de Orchilla, al llegar al cruce del vertedero se dan la vuelta frustrados, porque en sus contratos los rent-a-car les prohíben circular por pistas de tierra.

Al niño de siete u ocho años, o a la pareja joven, o a los abuelos, o al amigo que llega a la Isla de visita y queremos mostrarle lo más interesante de la Isla y quieren pasar un día en Orchilla, les resulta una decisión complicada si no disponen de un todoterreno. Y todo, porque tras recorrer más de veinte kilómetros por una carretera asfaltada que discurre por espacios naturales protegidos, los tres últimos kilómetros no están asfaltados.

Entiendo la fascinación de llegar al Faro de Orchilla en burro o caminando entre tabaibas y cráteres volcánicos en un paraje excepcional y desértico, sin ruidos ni gente que altere el disfrute de esa naturaleza silenciosa de tempestad petrificada, como decía Unamuno. Y entiendo que algunos puedan sentir nostalgia, e incluso melancolía, por aquellos tiempos tan bucólicos. Pero creo que aquellos tiempos no volverán.

Les recuerdo, que en aquellos tiempos de los que algunos sienten nostalgia, y que ciertamente nos han enriquecido y aportado valiosos sedimentos en nuestro espíritu, son también aquellos tiempos en los que muchos niños morían al nacer en la Isla, porque no había ginecólogo ni hospital. Y si tenían una urgencia médica, tenían que esperar a un lunes o un viernes para ir en barco a Tenerife después de una noche y un día navegando, que eran los únicos días que estaba comunicada la isla con el exterior. Y los peones trabajaban de sol a sol de lunes a domingo, y sin cotizar. Y no existía la sanidad universal. Y no había electricidad ni frigoríficos. La gente se alumbraba con quinqués o con velas y desayunaban a veces suero con gofio, porque la leche era para hacer queso, y el queso había que venderlo para comprar fideos, aceite o jabón “lagarto”. Y se bebía agua de los aljibes, sacada con un balde, en el que a veces salía flotando un lagartijo muerto…

Yo creo que no hay que sentir nostalgia por un pasado que no volverá, porque el progreso ha permitido que gran parte de la humanidad haya mejorado su bienestar y sus condiciones de vida. Pero también es cierto, que todo cambio tiene contraindicaciones y produce efectos perversos.

Quizá debemos orientar nuestros esfuerzos en tratar de lograr un equilibrio sostenible entre las necesidades de los humanos y la conservación de nuestro hábitat natural. En preservar bienes muy preciados y necesarios para la vida como el aire y el agua. En que ese esfuerzo debe ser conjunto y solidario entre todos los pueblos y naciones. En evitar una desforestación masiva de bosques en las islas del Océano Indico aniquilando su biodiversidad, para plantar palmeras con las que obtener aceite de palma, para beneficio económico de grandes multinacionales y perjuicio de la salud de los consumidores.

O los efectos de la desforestación de la selva amazónica, pulmón de la tierra le llaman, para beneficio de las multinacionales de fabricación de pasta de papel. O los efectos de la contaminación de la atmósfera por combustibles fósiles en todo el planeta, que es uno de los factores que propicia el cambio climático, a beneficio de las grandes industrias petrolíferas que tan funestas consecuencias está teniendo para la humanidad.

Ciertamente, las plantaciones de palma africana en Indonesia, o la industria maderera, o la relacionada con el petróleo, crean muchos puestos de trabajo, que es la muletilla con la muchas veces se trata de justificar lo injustificable. Pero también pueden crear puestos de trabajo las industrias de energías renovables; el saneamiento, depuración y reutilización de aguas residuales; el mantenimiento de ecosistemas; las nuevas tecnologías y el uso más eficiente del agua y de la energía; la cultura, ese bien común tan valioso y relegado por parámetros economicistas; la salud y el bienestar de nuestra gente. Todo eso podría crear muchos puestos de trabajo, claro que sí.

Entendemos que las actuales condiciones de la carretera son una especia de barrera que limita los visitantes y hacen más exclusivo este destino. Pero el proyecto de asfaltado de la carretera al Faro y Orchilla obedece a una demanda ciudadana, a una petición del Ayuntamiento del Pinar, a una solicitud de los touroperadores, y se trata podríamos decir de alguna forma, de democratizar el acceso al Faro y a Orchilla.

Se hace además, con un escrupuloso respeto a las normas medioambientales. Con informes favorables de los Ayuntamientos de Frontera y El Pinar. Con tramitación de Procedimiento de Evaluación de Impacto Ambiental, Informe Sectorial de Patrimonio, de afección de la Red Natura 2000, de afección a la zona de dominio público marítimo-terrestre, e informes de carreteras en cuanto a mejorar las condiciones de seguridad de la vía y la sostenibilidad de los recursos geológicos del entorno.

El objetivo es que los niños y los mayores, en un coche utilitario y sin sobresaltos ni temer dejar el cárter en el camino, puedan disfrutar de estos parajes tan extraordinarios que la naturaleza nos regaló, bañarse en el punto más occidental del Mar de Las Calmas, visitar el Faro, hacer sendero por la costa hasta el monumento al Meridiano Cero, cruzar el tubo volcánico que sale al acantilado, y disfrutar de una puesta de sol extraordinaria junto a la Cruz del Emigrante, que era el alfa y omega de los viajeros a América. Y todo esto, con un escrupuloso respeto a la naturaleza y el medio ambiente.

Frontera, octubre de 2017,  Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

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