Por Francisco Armas.

Capitulo 1: Un tesoro descuidado.

El verano ha llegado, y mientras muchos hogares se engalanan para el regreso de sus retoños, tristemente algunas instituciones no se han esforzado en hacer lo mismo para recibir a los hijos retornados, a los mal llamados “herreños de verano” y a los visitantes primerizos o reincidentes que con sus gastos, insuflan el aire muchas veces necesario a un sinfín de negocios que, gracias a estos meses estivales, logran cuadrar con mucho esfuerzo unas ajustadas cuentas.

Tras llevar una semana enseñando nuestra hermosa isla a unos familiares, me he dado de bruces con la realidad. Mientras en Madrid se nos llena la boca pidiendo la bajada del precio de los pasajes o la ampliación del aeropuerto como panacea a la llegada de turistas, la lamentable verdad es que no estamos ofreciendo un producto final de calidad. El abandono y la dejadez parecen ser la norma general en muchos de los enclaves turísticos y, mientras la campaña promocional del año pasado costó unos 900.000 euros para atraer turistas de media Europa, ¿qué es lo que realmente se van a encontrar estos viajeros a la hora de llegar a nuestra isla? Y una vez visitada, ¿querrán volver?

En los folletos todo luce muy bonito, pero la realidad que los recibirá es la de playas descuidadas, contenedores de basura rotos, carteles informativos envejecidos y descascarillados (cuando los hay). Incluso, se podrán encontrar con información errónea, como el del Mirador de Isora que nos dice que nos encontramos en el Tamaduste. La incomprensible ausencia de indicación de ciertos lugares que podrían marcar la diferencia como el del extraordinario tubo volcánico del Faro, o senderos abandonados como el del Roque de la Bonanza, perfecto ejemplo de camino de un mundo post-apocalíptico digno de Mad Max, que nuestros visitantes se verán obligados a cruzar para poder sacarse una de las fotos mas icónicas de nuestra isla.

A pesar de todo esto, estoy convencido al 100% de que vivimos sobre un diamante en bruto que, lamentablemente, no sabemos o no se han molestado en tratar de pulir. Y aunque a día de hoy no tenemos un producto final de calidad, esto sería fácilmente enmendable con voluntad, trabajo y una cuarta parte del millonario presupuesto que se han gastado en publicidad a lo largo de los años, con el que se podrían reparar y solucionar pequeños errores y resaltar nuestros muchos puntos fuertes, brindando así una autentica experiencia de calidad. Por supuesto que hemos de promocionarnos, pero limpiemos y ordenemos la casa antes de invitar a las visitas. Mostremos al mundo un entorno cuidado y mimado del que sentirnos orgullosos, una isla que logre instalarse en los corazones de aquellos que tengan la suerte de llegar a conocerla como lo que realmente es: un tesoro en medio del Atlántico.