Por Armando Hernández

El día tres de mayo de 1930, día de La Cruz, el señor Gabino Hernández abrió al público, y puso en funcionamiento en El Mentidero, el bar que después sería conocido como el bar de Gabino.

El señor Gabino había regresado de Cuba y su suegro le cedió un solar en la calle que iba hacia El Roque donde construyó una casa de dos plantas. En la planta baja funcionaría el bar de su propiedad y en el segundo piso el casino, con su salón de baile, con el nombre de La Igualdad. El casino ya funcionaba en otra casa y sus socios lo trasladaron al nuevo lugar En la parte posterior de la edificación el señor Gabino erigió un horno y su vivienda particular con sus anexos.

La ubicación del bar y el casino era inmejorable al encontrase en la encrucijada de los dos caminos o calles más importantes de Taibique y por ello bastantes transitados. En el sentido norte sur estaba el camino real, también conocido como calle El Mentidero, que iba desde El Charcantón hasta ese lugar pasando por la iglesia, y el del Gusano que comenzaba allí y llegaba hasta el barranco de La Vieja.

Hoy día ambas calles son una sola conocida como calle La Paz. El camino del Gusano comunicaba al pueblo con las comarcas sitiadas al norte y este de la isla: El Monte, Asofa, Valverde, Barlovento, El Golfo y Sabinosa, En el sentido este oeste existía el camino que iba desde Las Casas hasta El Roque, pasando por El Mentidero, y desde allí continuaba a la zona de las medianías ubicadas hacia el oeste.

En aquellos tiempos la zona de El Mentidero ya era desde el punto de vista comercial, la más importante del pueblo. En ella estaban situadas la mayoría de las tiendas: la de Gonzalo Hernández, la de Graciano Hernández, después de Eligio Hernández, y la de Manuel Hernández con su panadería.

Todas ellas en la calle que unía Las Casas con El Roque, en la misma vía estaba también la tienda de Rosaura. En la calle El Mentidero estaba la casa y la tienda de Juan Fernández “Juan Guerra”, hoy día de su nieto Manolo Guerra, donde a partir de la segunda década del siglo había funcionado con su respectiva cantina uno de los primeros casinos que tuvo el pueblo, además en la casa había una tienda y un horno para hacer pan.

La importancia comercial y social de El Mentidero se acrecentó al construirse e inaugurarse la carretera general que comunica a El Pinar con San Andrés y Valverde que en parte se hizo por donde estaba el camino que unía El Roque con Las Casas. Ese hecho terminó por desplazar no solo la actividad comercial, sino también la social y cultural, desde la plaza de la iglesia y sus alrededores hacia El Mentidero, y convirtió a ese cruce en el centro del pueblo a la vez que trazó una nueva línea divisoria entre la parte alta conocida como El Gusano y la baja que siguió conservando el nombre de Taibique.

El bar, con sus cinco mesas para jugar cartas y dominó, el casino y sus alrededores no tardaron en transformarse en el corazón del pueblo, condición que se reforzó con la puesta en funcionamiento en la misma zona de otros dos bares, el de Eleuterio Casañas y el de Pedro Hernández que también tenía una tienda, y el comercio de ultramarinos de Juan Hernández, Juan Consuelo, hijo de Gabino.

En los años noventa el cabildo insular ejecutó la ampliación de la carretera, hoy Travesía de El Pìno, y la construcción de la plaza de El Mentidero. Posteriormente, en los últimos años de la primera década de este siglo, la misma institución adquirió la casa a los herederos de Gabino, el casino había dejado de funcionar como tal en los años setenta aunque el bar seguía funcionando, y la sometió a una profunda transformación, de hecho lo único que se conservó fue la fachada, se amplió el bar y en la parte alta se instaló un centro de interpretación.

La fachada a su vez también se vio afectada al cambiársele, sin una razón convincente, los colores originales. El nuevo bar, mucho más grande que el anterior, no cuenta con una distribución interna adecuada, lo que crea problemas ambientales al no contar con una ventilación satisfactoria y carecer su cocina de un respiradero eficiente.

Hoy día, a pesar de la desaparición del casino, lo que no ha dejado de ser una enorme y lamentable pérdida, y la construcción del centro de interpretación que ha limitado el uso de carácter social que siempre tuvo su salón, la zona ha seguido conservado el lugar primigenio, reforzado actualmente con la presencia del bar Chachi, en el local donde había funcionado el bar de Eleuterio Casañas y de una agencia bancaria, y en sus cercanías de un automercado, una librería, otra agencia bancaria y un hotel.

El bar de Gabino, hoy El Mentidero, con sus mesas en la plaza convertida en una galería de arte al aire libre, es la referencia obligada para todo el que llega al pueblo, y el establecimiento de ese tipo que más tiempo ha permanecido funcionando sin interrupción en la isla.

En sus noventa años de existencia nunca ha dejado de prestar sus servicios y sus puertas han permanecido abiertas acogiendo a los parroquianos y visitantes. Su local ha sido, el salón de los juegos de cartas tradicionales como el envite, truco, subastado y chinchón, y el templo del dominó, además del lugar de las tertulias deportivas y políticas que no han dejado de realizarse a través de los años, y que se hacían aun en los tiempos más aciagos de la dictadura.

Por él han pasado ministros, gobernadores, capitanes generales, jueces y magistrados, representantes religiosos, políticos e intelectuales de todo tipo, los que en varias oportunidades han usado su espacio para saludar, dar conferencias o explicar sus ideas y conocimientos a los parroquianos presentes, incluso poetas populares como Joaquín González lo utilizaron para dirigirse a los presentes, desde una silla que le servía de tarima, y recitarles sus cuartetas, décimas y romances de carácter profano y jocoso, que tenían como referentes los acontecimientos de la vida diaria, y hechos políticos que por su singularidad llamaban la atención.

Actualmente, al igual que hace noventa años, el bar sigue acogiendo a los trabajadores que se dirigen a sus trabajos y que cada mañana han acudido y siguen acudiendo a intercambiar opiniones y a reforzar el ánimo antes de ir a laborar, a si como a los parroquianos que departen y disfrutan de sus instalaciones durante el resto de las horas del día.

Ojalá que sus noventa años se multipliquen, que continúe prestando sus servicios y que siga conservando un lugar preferente en el corazón de los piñeros, pues de alguna manera ha pasado a ser parte de sus vidas y a los que les sería muy difícil imaginarse su pueblo sin él.