Por Juan Jesús Ayala.
El gran marco costero-.marino que abarca mas allá de los linderos de Las Playas que se inicia en la punta de Ajonse , y que termina, en el imaginario, en La Restinga antes de llegar a la punta de los Roques de Juegos es un espectáculo diario y siempre novedoso. Los días no se repiten, a veces es el viento que nos hace llegar unas olas que con fuerza rompen en los callaos de la playa cuando coincide con la marea alta, otras la cantidad de gente que llegan y buscan acomodo en todos los múltiples espacios que existen a todo lo largo y ancho del paisaje, o el barco de pesca que runrunea en un mar, ahora, tranquilo, sosegado, emulando al mar de las Calmas. Por las noches las voces de las pardelas no cesan en juguetear con la luna redonda y con las estrellas que se incrustan en un cielo limpio. Pero si hemos observado que existe una foto fija, repetitiva, que la contemplamos a veces por las mañanas otras a la caída de la tarde que es la de una gaviota revoloteando con su alas en el reboso de la espuma salada y cuando no, secándose al sol sobre una roca que le da altivez y cierta intriga.
No pretendo referirme a la gran obra de teatro titulada “La gaviota” escrita en 1896 por Antón Chekhov, donde refiere un largo conflicto romántico y artístico que mas tarde llevó al cine, el 11 de mayo, de 2018 y con todo éxito ,Micael Mayer; ni tan siquiera a la fabula de Juan Salvador Gaviota ,que en síntesis, es un aprendizaje y enseñanza sobre la vida de este personaje que lo que pretende como fin vital es practicar su vuelo y no hacerlo como las gaviotas, que muchas vuelven al mismo sitio, él quiere conseguir la libertad y no dejar de volar para no regresar jamás a los sitios de partida.
Pero nuestra gaviota no quiere volar mas allá de lo que le permite sus distancias marcadas y es un vuelo de ida y vuelta, aunque su ida no parece sea para aposentarse en un territorio muy distante que bien pudiera ser no mas lejos del roque de Las Gaviotas, al final del malpaís del Tamaduste o chapoteando en los linderos del Charco Manso de Echedo . Lo cierto es que su presencia no ha fallado en ese gran escenario de Las Playas durante dos años, y no es otra diferente, es la misma con sus patas, ojos y pico amarillo , de plumaje blanco en el pecho y el resto de su cuerpo, grisáceo oscuro. No le tiene miedo al mar, en parte muchas veces se zambulle confundiéndose con las olas en búsqueda de un bocado, bien un pez o restos de alimentos para picotearlos,
La gaviota de Las Playas es siempre la misma, con su inquietud por bajar al mar o en subir hacia la roca que le da soporte donde instala su presencia. Porque tenemos que deducir que es la espera su protagonista al no dejar de hacer lo mismo durante dos años. Espera, seguro, a su pareja porque las gaviotas entre otras cosas son aves monógamas y en su vida de 15 años siempre están con la misma compañía.
Hemos llegado a pensar que la gaviota de Las Playas, a veces tranquila oteando el horizonte, otras inquieta saltando de roca en roca está en la búsqueda de darle vida a su soledad, que llegue, al fin, con quien se apareó o vigilando los huevos que pudieran estar próximos a romperse para tener nuevas vidas que cuidar .
La gaviota , nos lleva a la ventana que es ese grandioso espacio de Las Playas y nos despeja la mente y hace pensemos mas allá de la quietud del mar, o del runruneo del motor de aquel barco de pesca que una vez que se ha remansado en la quietud de las aguas que rodean los Roques de Bonanza hacia el puerto de la Restinga se dirige.
Pero, hace días que llevamos asomándonos hacia encuentros y búsquedas y hemos notado una lamentable ausencia. No hemos visto a la gaviota. No oímos su graznido lejano, ni su revoloteo de las mañanas para posarse en las rocas donde rompe el mar. Hoy al contemplar el espectáculo del mar de Las Playas engrandecido y fortalecido por la montaña que termina en el mirador de Las Playas de el Pinar o el de Isora , miramos y miramos, y no vemos a la gaviota, quizás haya sucedido que su vida ha concluido, o su vuelo terminado en alguna parte ignorada.
Hoy es un día para la ausencia. Al menos así lo percibimos.