Por Juan Jesús Ayala

Así, baluto, denominamos los herreños al terreno improductivo, no solo por estar seco por el hambre de cuidados sino porque es imposible que produzca determinados frutos si no se intervine de forma decidida y directa con los mecanismos suficientes para ponerlo en producción. Y el terreno baluto se asemeja a la situación actual en la que se encuentran muchos países del mundo, incluido en el cual nos movemos, azotados por tremendos bandazos motivados por la ausencia de cuidados y de autoridad moral difuminada en el éter de la ignorancia como consecuencia de la pandemia que no nos deja .Se pensó’ que el progreso era irresistible y casi predestinado pero se fue al traste en la década de los años veinte, aunque se dijo que era una etapa de transición y que pasaría como el sarampión. Sin embargo, lo que se instauro’ y la consecuencia mas funesta fue la pérdida de cincuenta millones de vidas humanas y pueblos desvastados tras las ruinas ocasionadas por el horror de la guerra.

La civilización occidental se invento’ nuevamente y desde la opulencia narcisista de los años 80 y 90 se enfatizó, que si, que había llegado el momento, aunque se estuviera en el escenario de la guerra fría en donde todo estaba encarrilado y que la felicidad había encontrado su hueco aunque haya costado sangre, sudor y lágrimas.

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Pero hemos vuelto, al “eterno retorno” de Nietzsche .La historia nos ha dejado una tregua muy corta y pronto nos hemos olvidado de los desastres pasados, de la emigración herreña y canaria, de infinidad de casas cerradas y terrenos abandonados, del hambre que se pasó durante la sequía de 1948 y aun seguimos pensando lo mismo, que el tiempo histórico que nos toca será el ultimo aunque por ignorancia y por cobardía nos encontremos en la ausencia de esa autoridad moral deseada. Por lo que podemos hacernos la pregunta que se hizo en 1922, T.S. Eliot, en “Tierra baldía.”¿Cuales son las raíces que prenden, que’ ramas crecen en estos pétreos escombros”?.Tanto para Eliot como para su generación no había respuesta, “solo un montón de imágenes rotas”.

Y en esas estamos, la democracia y justicia social aparecen en el escenario de desconfianza, en una mezcla de anarquismo rampante y descalificación a ultranza que puede degenerar en que el hombre se convierta en el hobbseiano lobo para otro hombre. Se dijo que después del confinamiento obligado saldríamos a la calle en busca de nuevos amigos y que íbamos a ser más buenos y complacientes. Pues ya ven lo que acontece, desde los okupas institucionalizados hasta los conflictos sociales que no cesan y que se incrementarán cada día que pase, donde uno evita el encuentro con el otro como si fuésemos apestados, tan solo falta que se nos ponga un cascabel en el tobillo como los leprosos para avisar y salir corriendo.

Estamos entrando en recintos incómodos, donde la respuesta que se espera de las instituciones democráticas no encuentra eco porque el desaliento esta’ siendo parejo con el quietismo gubernamental lo que puede dar un viraje de la situación y que esta se descontrole aun más por la inoperancia de los que están obligados a dejar el pellejo en la búsqueda del acierto. Por lo que se ve no se puede decir que se esta’ en la buena senda , y que Europa es un Todo, cuando cada cual de una forma u otra va a escapar como pueda, cerrando fronteras y obligando a cuarentenas penosas , lo que nos deja ver, una vez mas que la solidaridad europea es pura filfa y continuamos en una sociedad de mandamases y de mandados con lo cual entramos de nuevo en terreno baluto donde no crece la esperanza y todo esfuerzo que se pide no sirve porque los que manejan los hilos que nos mueven como polichinelas poco les importamos.. Y por eso nos pasan la mano por encima como si fuéramos colegas, dándoselas de protectores que nos venden sus alegatos escuálidos y estólidos cuando en esos ademanes lo que revolotea son los alerones carroñeros del buitre y el graznido comparsa de los cuervos depredadores que al final, si no se pone remedio serán consumidos por si mismo en una autofagia sin precedentes.

Se hace necesario un discurso claro, científico de primera mano y que convenza. La ambigüedad y torpezas se escapan de las soluciones adecuadas que nos hace estar pisando un terreno áspero, baluto que nos recuerda una vez más a uno de los poetas más preclaros del siglo XX. T.S.Eliot (“El árbol muerto no cobija, el grillo no consuela y la piedra seca no da agua”).