Por Juan Jesús Ayala

En Canarias en algunos momentos de su historia, tras la conquista sufrida en el siglo XV han habido determinados movimientos políticos que han pretendido, luchando a su manera, restituir el pasado histórico de las islas. Por curiosidad histórica y política voy a referirme a determinados acontecimientos que en este sentido se desarrollaron durante el año 1810.
cuando huye de España el rey Fernando VII y Napoleón lo instala en Francia, haciéndose con el control del gobierno español nombrando a su hermano José I , Pepe Botella ,como lo conocía el pueblo madrileño, rey de España.

Muchos españoles, se afrancesaron y rindieron pleitesía al francés, pero otros se rebelaron en contra de la invasión napoleónica que motivó que algunos días llevaran en procesión a su rey como si de un santo se tratara, y así de esa manera y con una reticencia institucionalizada constituyeron las Juntas Supremas de Defensa, entre ellas las de Canarias, que dependía de la de Sevilla.

El clima que se vivió en los primeros días de 1810 fue de confusión por la falta de información que no llegaba a Canarias hasta que se tuvo conocimiento de la noticia que el rey estaba fuera de Madrid y Canarias quedaba bajo el mando del Capitán General, Marquès de Casa Caginal, el cual, si al principio decidió obedecer a José I, rectificó mas tarde , poniéndose a favor de la Junta Suprema de Canarias.

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La discordia entre Gran Canaria y Tenerife era de gran calado, sobre todo, por la ubicación de algunas instituciones que motivó que en el tiempo y por parte de Gran Canaria hubiera un cierto hartazgo de la situación entre islas y lo que acontecía en España.

Esto dio origen a que ciertos miembros del Cabildo de Gran Canaria urdieran una conspiración para desligarse de España y establecer un gobierno con carácter separatista sin ningún tipo de contrapartida sino asumiendo plenos poderes.

Esta conspiración tenia un programa de gobierno donde se destacaba negar toda obediencia al Consejo de Regencia y también negar con contundencia el nombramiento de Ramón Carvajal como comandante general de Canarias, y reafirmando como fundamental que no habría mas autoridad legitima que la del pueblo, por lo que se tendría que proceder a nombrar un gobierno independiente y facilitar el acceso a los naturales de Canarias al desempeño de cargos públicos. Todo lo que tuviera la consideración de español no se toleraría en esas instituciones que de momento estaban en el imaginario de ciertos políticos de Gran Canaria.

Aunque mas tarde ya se llega a la formación de un Gobierno provisional, lo que se pretendió fuese apoyado por el Cabildo de Tenerife, el cual se negó, dado que ya había discrepancias sobre otras cuestiones, y esta no iba a ser la excepción.

Una vez concluida la Guerra de la Independencia con la vuelta de Fernando VII( el “deseado”) y la derogación de las Cortes de Cádiz de 1812 supuso entre otras cuestiones el apagamiento de aquellos movimientos emancipadores, llegando a su extinción los de Gran Canaria lo que motivó la reconversión de muchos de los instigadores de aquel movimiento separatista, a los que se les consideró como traidores, entre ellos Domingo Penichet, que de ser uno de los máximos instigadores pasó a pedir protección real por el temor que tenia que su vida peligrase.

Estos retazos históricos que hemos releído del libro de la Junta Suprema de Canarias de Buenaventura Bonnet y Reverón nos hacen comprender sangrantes cuestiones que existían entre Gran Canaria y Tenerife, que se mantuvo en el tiempo y que intentó resolverse con la división provincial inventada por Primo de Rivera.

¿Y que consecuencias se pueden sacar de todo esto? Pues que la división provincial de nada valió dado que los poderes ocultos siguieron funcionando y condicionando voluntades que dificultaron relaciones que en parte se han paliado con la aprobación del Estatuto de Canarias, pero que muchos resabios aun continúan en latencia y amparados en el disimulo.