Por Juan Jesús Ayala.

Agonía significa lucha, combate y en un momento en que el conjunto de los aspectos  de la cultura occidental parece agonizar ¿que papel desempeñan los intelectuales?¿En que luchas se encuentran enfrascados? ¿Que preocupaciones  tienen asumidas en esta sociedad cambiante y agónica también?.

Son preguntas de difícil respuesta dado que es complicado dar con ellos, como si se los hubiera tragado la tierra o emboscados en sus academias y cátedras, como si el mundo no fuera con ellos. Desde el academicismo puro no se llega a una sociedad   ávida de conocimientos pero no para dotarse de ellos como herramientas de trabajo para sobrevivir  sino como directores de una orquesta desafinada  por la música de gobiernos desorientados que no saben muchas veces donde tienen la mano derecha.

Los intelectuales si tienen una lucha la tienen muy oculta, en sus libros, que se pasan entre ellos, en sus discursos que oyen unos pocos en sus conferencias  donde asisten tres o cuatro ; y cuando se está a la espera de pronunciamientos la desazón de los que creen aun en que hay ideas y finalidades de las cosas no solo es la agonía lo que invade a una sociedad sino el desasosiego ante  la espera que los intelectuales cumplan su función.

Que trasmitan conocimientos que lleguen a la gente  harta de debates insulsos, de palabrerías repetitivas de engolamientos estultos que confunden y adoctrinan si  no  se permanece con la debida alerta ante este ataque de palabras huecas y de pensamientos inútiles.

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En las épocas de crisis siempre ha emergido entre el marasmo y la desesperanza voces de aliento que dicen hacia donde se debe ir, pensamientos que indican caminos y proponen soluciones, pero en esta que nos toca vivir, la agonía de los intelectuales esta’ marcada por su ausencia, por su renuncia a ser agentes sociales   que miran para otro lado, como si estuvieran asqueados de tanta rutina y mediocridad.

Se está apostando por un repliegue individualista, confeccionando con sus conocimientos y sabiduría un tomo que se encuaderna y se sitúa en los anaqueles de su bibliotecas, que ojean de vez en cuando  para propia satisfacción pero que no sale, no se vierte al exterior y esto es malo y muy peligroso ,porque si además del sometimiento de la mano negra de los mercados se  cuenta con el posicionamiento silente de los intelectuales, la verdad que de ahí al gran cataclismo social solo falta un paso.

Ante esto no se tiene más que dos alternativas o escoger entre la imitación de Narciso, enamorado de si mismo, o la de Prometeo que intervino a favor del género humano robando el fuego a los dioses.

No son tiempos para la mitología, pero da la sensación del empeño que existe que esto sea así. Ya que mientras miramos a lo lejos, a los cielos, la tierra se nos escapa de los pies.