Por Juan Jesús Ayala

Y nos ha dejado la desolación en la Isla de La Palma ,que continua con sus fauces volcánicas en Cumbre Vieja lanzando lava ladera abajo hacia su encuentro con el mar, prolongando la isla como lo hizo el año 1949 cuando el de San Juan.

Los volcanes que nacen desde lo más profundo y abisal de las islas, suben hacia la superficie rompiendo la costra de la tierra, para no solo dejar su impacto como una montaña con definidas características sino que vuelven a sus inicios, de donde salieron, al mar. Y es que los fondos telúricos de Canarias saben de viejas historias, unas reconfortantes, plenas de vitalidad y otras amarradas a la tragedia y a la desesperanza.

Pasó septiembre y en el inicio de octubre los fenómenos brutales de la naturaleza desplegados en la isla palmera continúan fustigando el desanimo de su gente que han visto como todo el esfuerzo de una vida se ha volatilizado en un abrir y cerrar de ojos .Continua octubre y se han desplegado las ayudas, de momento nominales, para paliar aquello que no se puede ni solucionar en su extensión sino eso, paliar, si acaso.

Pasó septiembre y los canarios estamos con un sentimiento compartido que ha hecho que no olvidemos que somos hijos de los volcanes y de todas aquellas circunstancias que arrastren en su magnificencia geológica pero también en el derrumbe que se lleva tras de si la herencia y el trabajo de años.

Esperemos que pronto las cosas se vayan poniendo en su sitio y se adopten para lograrlo no solo lo posible sino, también, hasta lo imposible. Porque cuando actúan las políticas de cualquier rango, desde las locales, autonómicas hasta las estatales en pro de solucionar cuestiones siempre se buscan los resquicios legales necesarios para tachar, y mandar al cajón de los papeles inservibles lo que no es valido en determinadas circunstancias y firmar, poniendo en rodaje otras que son las que valen para el momento actual de tremenda calamidad.

Se hace difícil afrontar un horizonte verdaderamente plagado de nubarrones en lo que respecta al futuro de miles de personas, pero es ahí, en esos momentos donde los políticos tienen que ejercitarse no con políticas de salón, ni de”vuelva usted mañana.” , hay que poner en practicas acciones deterministas, espontáneas sin rebuscos ni papeleos insulsos e improductivos sino que prime la intención decidida de arreglar lo que está destrozado.

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Es tiempo, una vez que pasó septiembre, de políticas de altura, de solidaridad universal con nuestros hermanos de La Palma y comprender que los canarios no somos cualquier espécimen perdido en el planeta ya que tenemos una historia que muchas veces se nos ha revirado pero ante el infortunio el hombre canario ha sabido doblegar a la naturaleza y cuando no aprovecharse de su violencia para iniciar nuevas posibilidades de vida y de bienestar.

Es difícil, pero no imposible.

Nuestra isla de el Hierro soportó hace años un episodio geológico que nos metió el corazón en un puño y la desazón cruzó la isla de lado a lado ; se tuvo suerte y hubo un después de que el volcán Tagoro apareciera, donde la ilusión de la isla se aposentó con mas fuerza que antes. Tan es así que El Hierro por diferentes razones se puso este verano como reclamo del turismo, (lo que dicho sea de paso, hay que regular y controlar no sea va- ya a suceder que por mucho apretar nos desinflemos)
Isla también salpicada de cráteres, mas de mil , como refería nuestro recordado José P. Machín y con ellos se ha vivido y en las paginas de su memoria se registran como recuerdo del dinamismo telúrico de las islas.

Por todo ello las angustias se superaron y las de nuestros hermanos de La Palma, seguro, se superaran también.