Por Juan Jesús Ayala.

La isla de El Hierro a lo largo de su historia ha registrado episodios  y anécdotas un  tanto dramáticas como simpáticas, muchos de ellas generadas por las luchas políticas entre bandos familiares que se enfrentaron  en el transcurso de la segunda mitad del siglo XIX y del siglo XX y otras motivadas por asuntos inesperados, extraños, envueltos  en el misterio y en lo que pudo acontecer en el tiempo que se desarrollaron. Un ejemplo fue el protagonizado por el alcalde de Valverde, Juan Ayala Hernández  el 17 de septiembre de  1917.

En esa época Europa se encontraba azotada por las inclemencias y penurias  ocasionadas por la primera guerra mundial donde el mar fue testigo de cruentas batallas  entre la flota alemana e inglesa. España, como sabemos, fue neutral en esta contienda, pero sus mares fueron surcados por submarinos y concretamente las aguas de Canarias donde los alemanes hundían  todo tipo de barcos aun fueran cargueros para así comprometer y bloquear el abastecimiento de alimentos a Inglaterra. Y el mar que rodeaba la isla de El Hierro no se libró  de estas batallas , además, porque los submarinos alemanes tenían ciertos lugares de la isla como refugios, tales como la Bahía de Naos donde se supone se resguardaban para  rellenar sus tanques de aire  y abastecerse de combustible.

Pues en esa fecha reseñada emergió en la bocana del puerto de la Estaca un submarino alemán ante la extrañeza y temor de los pocos vecinos que habitaban en aquel tiempo el puerto. Entendiendo la gente del lugar que España no estaba en guerra y que el submarino  había izado la bandera alemana y no juntamente con la española, mas de uno se acercó caminando hasta Valverde para comunicarle al alcalde lo que estaba aconteciendo en el puerto. El alcalde raudo y encorajinado monta en su caballo y se presenta para increpar e exigir al comandante del submarino, Henrich Metzger, que tenia que izar la bandera española. Hubo entre los dos personajes su mas y sus menos, pero al final la discusión se atemperó y  termina con la invitación al alcalde por parte del comandante para que subiera a bordo con el fin de enseñarle la maquinaria del barco como los dispositivos de guerra que portaba.

Hasta ahí todo parecía dentro de un orden pero los lugareños se quedaron estupefactos al ver que el submarino se sumergía  desapareciendo bajo las aguas y suponiendo que el alcalde había sido secuestrado y tomado como rehén, lo cual fue comunicado por telégrafo a las autoridades de Tenerife. 

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El ayuntamiento dio por “ausente” a don Juan Ayala quedando este bajo la dirección de su primer teniente de alcalde Miguel Ayala Méndez, hasta que a los siete días de ausencia emerge el submarino en la bahía del puerto y en una pequeña lancha se trasladan el comandante y el alcalde hasta tierra donde se despiden con un cordial abrazo. El alcalde refiere que en esos siete días que estuvo en el submarino lo trataron  muy bien que nunca le hablaron  de secuestro y si que a los siete días lo devolverían al puerto, como así aconteció.

No obstante se sucedieron unas y otras conjeturas, pero como el alcalde, Juan Ayala era un enamoradizo  y habiéndose  casado el  3 de julio de 1871 con Manuela Bienvenida Durán, hija natural de Jerónima Durán y Acosta vecinos de la Villa, no tuvo descendencia de ese matrimonio si que  tuvo hijos fuera de él a los cuales reconoció y dio su apellido. Y sobre este asunto el recordado Carlos Quintero preclaro historiador herreño le preguntó pasado los años a don Miguel Ayala lo que pensaba sobre el asunto del submarino y el alcalde, a lo que le contesto que sabia lo que había acontecido pero que de momento no diría nada al respecto. Don Miguel murió y nunca se pudo saber. 

Pero entre las conjeturas que se pudieran pensar y sabiendo el carácter romántico e inquieto del alcalde, este le habría dicho al comandante que lo dejara en un sitio determinado de la isla donde algún amor escondido le estuviera esperando y que  a los siete días fuera a recogerlo y todo quedara en que estuvo en el submarino siete días, que la verdad, son muchos.

En fin conclusiones para la historia pero que no deja de ser una anécdota característica en un territorio aislado como El Hierro, donde algunos amores y estrategias románticas se notificaban a través de la disposición de las piedras en  un majano del camino, y lo del submarino quizás fue novedad y un método  imprevisto  ¿Que se sabe?.