Por Luciano Eutimio Armas Morales

Nos contaba un profesor de literatura en bachiller, la anécdota del joven abogado que se estableció en un pueblo, y a su despacho entraron dos clientes en un día: Uno decía que tenía una ternera que la había parido una vaca suya en una dehesa comunal, y otro vecino que le reclamaba la ternera a este, porque decía que en realidad la había parido su vaca. A los dos, les dijo el abogado: “No se preocupe, que la ternera será suya”.

La esposa del joven abogado, que hacía de secretaria, le dice extrañada a su marido: “Cómo es posible, que les digas a los dos litigantes que la vaca es suya”. A lo que el esposo y abogado le contestó: “Cállate boba, que la vaca va a ser nuestra”.

Valga esta sutil anécdota, como resumen simplificado de lo que está ocurriendo con la guerra de Ucrania: En esta guerra, termine como termine, no va a ganar Ucrania ni va a ganar Rusia, porque los que de verdad van a ganar con esta guerra, no están combatiendo, ni se les nombra, ni se les espera. Como bien dijo hace poco Miguel Ángel Revilla en una entrevista televisiva: “Esta guerra es un negocio”.

Por supuesto, esta es una guerra absolutamente injustificada promovida por un sicópata, que tiene cierta semejanza en sus métodos y procedimientos con los utilizados por los nazis durante la segunda guerra mundial. Está provocando destrucción, muerte y sufrimientos inconmensurables. Sus consecuencias, las pagarán futuras generaciones de ambos países durante decenas de años.

Se explica en parte, o se ha utilizado como pretexto, aunque obviamente no se justifica, con el asedio y cerco a que está sometida Rusia con la extensión de la OTAN a países que pertenecían al Pacto de Varsovia. ¿Por qué al disolverse el Pacto de Varsovia no se disolvió la OTAN y se potenció el papel de la ONU, dotándola de más competencias para arbitrar en conflictos internacionales?

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El papel de la ONU

Tras la hecatombe de la Segunda Guerra Mundial con sus secuelas de destrucción y setenta millones de muertos, los países del mundo se juramentaron que eso no podía volver a ocurrir jamás, y fundaron la ONU en 1945, con el objetivo de “preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra”(Artículo 1), para lo cual “si el Consejo de Seguridad estima que las gestiones pacíficas han sido insuficientes, podrá ejercer, por medio de fuerzas aéreas, navales o terrestres, las acciones que sean necesarias para mantener la paz y la seguridad internacionales” (Art. 42).
Pero al final todo esto ha quedado en papel mojado. Está claro que las resoluciones de la ONU no se cumplen, y ahí tenemos los ejemplos de Marruecos o Israel, ya que el derecho a veto de las cinco grandes potencias hace inoperativos estos mecanismos, además, claro está, de que la ONU no está dotada de los medios materiales para ejercer esa tutela.

Se han burlado reiteradamente de la ONU y sus resoluciones por el derecho a veto, países como Estados Unidos, Rusia o China. En los últimos cincuenta años, EEUU ha utilizado este derecho a veto en 82 ocasiones, básicamente relacionados con Israel, Rusia en 18 ocasiones, y China en 6 ocasiones.

Desde que volaron la sede de la ONU en Bagdad el 19 de agosto de 2.003, y el Alto Comisionado de la ONU para mediar en la guerra de Irak, Sergio Vieira de Mello, agonizó durante cuatro horas y media entre los escombros, sin que las fuerzas de ocupación de los Estados Unidos hicieran nada por rescatarlo, es evidente que el propósito de los países más poderosos era convertir a la ONU en una especie de ONG.

Al final le echaron la culpa del atentado al terrorista Abu Musab al-Zarqawi, y asunto zanjado. Vamos, como cuando al infeliz de Lee H. Oswald, sin haber disparado un tiro, le atribuyeron el asesinato del presidente Kennedy. La capacidad de manipulación y desinformación es pavorosa en nuestra sociedad, ante la cual, Joseph Goebbels y sus once principios de propaganda nazi, parecerían propios de un parvulillo.

Cuánto está costando esta guerra

Pocas de las instituciones o universidades que realizan estudios de este tipo, se atreven a hacer aún una estimación. Habría que considerar las pérdidas humanas, las pérdidas en material de guerra, en infraestructuras, en instalaciones industriales, en edificaciones, y la merma de productividad en agricultura, y en general, en todos los sectores económicos.

El periódico The Guardian, hace una estimación de pérdidas por Ucrania hasta el 31 de mayo, en 570.000 millones de euros. Algo así como 14.000, € por habitante. Si tenemos en cuenta que el PIB de Ucrania fue en 2020 de 136.272 millones de euros, estamos hablando de que el coste de la guerra, hasta ahora, es más de cuatro veces el PIB total del país en un año.

El coste de la guerra para Rusia es así mismo difícilmente cuantificable, máxime cuando ellos se niegan a facilitar información fiable. Pero resulta evidente que, a las cuantiosas pérdidas en vidas humanas de soldados, oficiales y generales, habría que añadir las pérdidas en material de guerra, y las pérdidas por repercusiones del bloqueo y el desvío de recursos de sectores productivos a gastos militares.

El periódico The New York Times, informa de que doce generales rusos han sido abatidos en Ucrania, incluyendo el general Andrei Simonov, alto comandante de guerra electrónica que falleció en el bombardeo ucraniano a un puesto de mando en Izium, (3-5-2022), y el general de división Roman Kutuzov, que falleció en Lugansk junto a oficiales y soldados del puesto de mando, (5-6-2022).

Los Estados Unidos, además de facilitar armas a Ucrania, le prestan un apoyo que está resultando fundamental: la información de inteligencia obtenida con satélites e intervención de comunicaciones a los rusos, para la geolocalización de los puestos de mando de su ejército, de las baterías de artillería, o de los barcos en el Mar Negro.

Pero si hablamos de costes, no solo se trata del coste en vidas y heridos de militares y civiles. El coste de esta guerra para Rusia y para Ucrania en términos económicos serán cifras estratosféricas que deberán ser asumidas por futuras generaciones, y aunque puedan contar con ayudas externas, seguramente pasarán decenios hasta que estos países puedan recuperar la situación previa a la guerra, y además, las repercusiones en forma de encarecimiento de la energía y las materias primas, está afectando a toda la economía mundial.

Quiénes van a pagar y pierden con esta guerra

España tiene previsto incrementar el presupuesto del Ministerio de Defensa desde el 1,2 al 2,0 % del PIB. Eso supondría unos 8.000 millones de euros aproximadamente, que habrá que detraerlo del presupuesto de otros ministerios. Parte de ese gasto, lo formará el derivado de la ayuda militar a Ucrania.

Pero es que el presupuesto militar de Alemania prevé aumentar de 38.000 a 55.000 millones de euros, ¡Un 44,% de incremento! Y aumenta el gasto militar de Francia, y el de Italia, y el de Suecia, y en general, de todos los países que llamamos occidentales.

Esta guerra la pagaremos entre todos, detrayendo de gastos en bienestar, sanidad, educación, infraestructuras, I+D, etc. porque a los gastos propios de la guerra, habrá que sumar en su día los gastos en forma de ayudas para la reconstrucción de un país arrasado. Ayudas que serán también muy cuantiosos.

También pierden con esta guerra, países como Alemania, que deja de comprarle gas a Rusia para comprarlo más caro a Estados Unidos, con la consiguiente pérdida de competitividad de su industria. Y pierden muchos más países, que le envían material militar y ayudas a Ucrania, que al 10 de mayo se estimaba ya en 60.000 millones de euros, y subiendo.

Y perderá Rusia, por supuesto, porque además de lo que pierda en la guerra, perderá clientes de material bélico, ante la poca eficacia de las defensas de los rusos, el deficiente dominio del espacio aéreo y los reveses sufridos en el mar, en las columnas de blindados y por supuesto, en la guerra electrónica y la logística. Los rusos, segundo país en exportación de armas, perderán cuota de mercado en este campo, que seguramente ganarán los americanos.

Quiénes ganan de verdad con esta guerra

James D. Taiclet es el CEO de Lockheed Martin. Expiloto militar, la revista Time le ha identificado como una de las 100 personas mas influyentes del mundo. El pasado año, cobró 23.360.369, dólares USA, incluyendo los incentivos. La empresa Lockheed Martin, es el primer fabricante y exportador de armamento del mundo. Fabricas los cazas F-35; misiles balísticos como los Trident, Minuteman o ICBM intercontinentales; carros blindados; radares; drones; barcos de combate, municiones y helicópteros, para lo que cuentan con 126.000 empleados, en su mayoría técnicos cualificados.

Entre los meses de enero y marzo de este año, tras el inicio de la guerra en Ucrania, las acciones de Lockheed Martin, subieron de 337, dólares USA a 473, dólares USA. Eso supuso un incremento de su valor cotizado, de… ¡37.000 millones de dólares USA!

Otra empresa que fabrica y exporta armamentos desde USA, es General Dynamics. Fue fundada por el industrial judío Henry Crown, del que Robert G. Baker dijo que le envió a Lindon B. Johnson una maleta llena de dinero, cuando le adjudicaron la fabricación de los cazas F-16.

General Dynamics cuenta con 103.000 empleados. Su CEO es Phebe Novakovic. Una judía de ascendencia serbia, y exagente de la CIA. La revista Forbes la sitúa como la 25ª mujer más poderosa del mundo. General Dynamics fabrica aviones de combate, misiles balísticos, carros de blindados Abrams, y en general, sistemas y equipamientos militares. Su cotización bursátil subió un 25, % a los inicios de la guerra de Ucrania.

Los mayores accionistas de General Dynamics o de Lockheed Martin, que hemos puesto como ejemplo, y podríamos añadir a Northrop Grumman, especializados en buques de guerra, o la división de defensa de Boeing, no son en realidad personas físicas, sino sociedades mercantiles, bancos y fondos de inversión, que ocultan con frecuencia a los verdaderos beneficiarios. En realidad, los veintitrés millones de dólares que cobra un CEO, es una minucia al lado de lo que cobran algunos a través de fondos y sociedades interpuestas.

Todos los países de Europa Occidental aumentarán sus gastos militares, en detrimento de gastos sociales, y los principales beneficiarios serán los de la industria militar de los Estados Unidos. Lo que Eisenhower llamó, el Complejo Militar-Industrial.

Al final, al estudiante no le llegó la beca, a la anciana no le concedieron la ayuda de la dependencia, o al enfermo no pudieron atenderle diligentemente en urgencias del hospital, porque hubo que recortar los presupuestos en educación, en servicios sociales o en sanidad, para incrementarlos los presupuestos de defensa, e indirectamente, contribuir a incrementar el bonus de James D. Taiclet, CEO de General Dynamics. Por ejemplo.

Y es que, como decía el joven abogado, en esta guerra no ganarán ni rusos ni ucranianos. Ganarán los americanos, que, sin mojarse, enfrentarán a los pobres ucranianos contra los rusos, lo que les permitirá evaluar el armamento de estos y desgastarlos. Y ganarán los chinos, que verán debilitado a su vecino ruso, a quien le comprarán petróleo y gas mas baratos, y le venderán material y tecnología más caros. Americanos y chinos se repartirán la vaca sin criarla ni matarla. Eso lo harán otros.