Por Juan Jesús Ayala
En la época de la electrónica, de las tupidas y anacrónicas redes sociales, donde prevalece no solo la imagen sino lo nimio y estulto, el libro se encuentra atropellado, perdido y lleno de polvo en los anaqueles de las bibliotecas donde la lectura bosteza y languidece.
Se debe intentar el rescate de la lectura y hacerse sin contemplaciones desde los primeros contactos del niño con el libro, pero, entretanto lo que si está ‘claro es que no podemos negar la evidencia de una lucha entre la letra impresa y los medios audiovisuales donde la batalla la esta’ perdiendo la lectura..Se aparta de la reflexión y esta cuando se hace es un tanto fallida porque se sostiene entre vaguedades, en argumentos copiados y en palabras repetitivas que hacen del lenguaje un código restringido, muchas veces ininteligible donde el cerebro protesta y la imaginación desaparece dejando paso al vacío, a la inoperancia intelectual .Se tiene la sensación que hay muchos, demasiados, cortados por la misma tijera, con idéntico cúmulo de palabras y de frases hechas en los reductos de su cerebro, que no van mas allá de lo siempre, de lo repetitivo; y lo peor es que tal vez les importa un pito. Los iguales se atraen entre si como si portaran un imán y los diferentes se consideran raros, indiferentes y se les arrincona no porque se les deje de tener estima , sino simplemente porque no convergen los dos lenguajes y no se les entiende.
Emilio Lledo’ filosofo universal ya comentaba, y no se cansaba de hacerlo, que si no somos lenguaje, si no procuramos ser y formarnos como personas por las imágenes abstractas de las letras estamos muertos, totalmente aniquilados. Si lo que prevalece es la imagen y las farragosidades de las llamadas redes sociales que atrapan y despersonalizan se camina hacia un espacio vital de cierta mudez y despersonalización galopante.
Y es así,;el espécimen humano desde su condición mas intima como ser pensante es un ser también comunicativo y no solo esta’ capacitado para crear ciudades y todos los espacios posibles del planeta sino que, además, crea el conocimiento que circula a través de esos espacios e intenta, y debe ser así, traspasarlos de unos a otros, en un continuo intercambio que hace se fortalezca y se desarrolle la personalidad. Cuando no, será la incomunicación y el retumbo de palabras convertidas en ruidos lo que prevalece porque la lectura languidece, y se podrá decir que estaremos asistiendo al fin de una época que fue fértil en su momento y que ahora esta’ sin germinar porque el terreno esta’ baldío y arrasado por la sequedad del conocimiento que no llega, que no se trasmite.
Mientras la voz del libro siga apagada, empolvada en los anaqueles de las bibliotecas estaremos inmersos en un mundo donde impera el silencio y donde lo único capaz de crear la arquitectura del ser humano serán los artificios, estos o aquellos. Si el libro se aparca se conseguirá una personalidad amorfa conducida por los que tienen esa potestad de sofronizar el conocimiento y de quebrar la razón y el pensamiento lógico.
Sin la lectura regresaremos a la prehistoria, nos alejaremos de la intelectualidad, y de la verdadera condición humana. Taponarla por medio del silencio de la lectura es un crimen lascerante y progresivo al que se esta’ sometiendo a la humanidad donde el libro languidece y junto a el, el pensamiento y la reflexión secuestrada en las honduras de la bazofia y de la mediocridad ramplona.