Por Juan Jesús Ayala
Cuando uno ve u oye cierto tipo de tertulias que llaman políticas, que ya cansan, que están instaladas en la monotonía, donde se descubre antes que se "pronuncien de esto o de aquello lo que van a decir, sin llegar a una conclusión unánime, si que hay una cuestión que es común a todos ellos. Todos tienen una preocupación y es raro que ante cualquier tema que estén debatiendo o más bien destrozando alejándolo de la realidad no aparezca aquello de “lo que mas me preocupa es…”.
Los preocupados son un fauna diletante cuasi rayana en la estolidez. Y es que nadie se puede llegar a creer que ciertamente tengan preocupación por algo, por eso que dicen les escuece las entrañas ya que se les ve el plumero puesto que muchos andan a sueldo de los que los lanzan por esos mundos de las ondas y de la imagen para que repitan hasta la saciedad bien una cosa o su contraria con tal de ir ganando adeptos en las diferentes opciones políticas que por ahí circulan.
Los preocupados son una nueva casta que instalados en el alegato lo único que motivan en el resto es lo mismo que a ellos le sucede. Nos preocupa que puedan existir tantos preocupados, tanta gente reflexiva, calculadora de argumentos atinados y que son conducentes a la búsqueda de la verdad y se encuentren frustrados ante lo que les preocupa por lo que no cesan en ubicarse en lo que mas les mortifica que es la monserga de no se sabe cuantas cosas alineadas unas detrás de otras.
Los preocupados es bueno que salgan, den sus acertadas opiniones y que sus concejos se desparramen por todos aquellos despachos donde haya que tomar algún tipo de decisión y mas aun sin son de tamaña envergadura que pueda comprometer hasta el futuro no solo de una colectividad concreta sino de todo un estado o estados.
Los preocupados con sus acentuadas prosopopeyas y énfasis acalorados defienden sus principios bien aprendidos y cultivados y que encandilando a la audiencia esta llega a creerse que está ante la sabiduría plena y enmarcada en una desorbitante y máxima preocupación que no podemos mas que quedarnos a la expectativa, encogidos y a la espera que lo próximo que surja, siga igual, sin solucionarse, con los argumentos de aquí y de allí, que no sirven, que confunden y desmotivan, pero eso si, ribeteados en la exquisitez personal e intransferible de cada uno y subrayados por su casi ya enfermiza preocupación por todo aquello que les rodea y sobre lo cual deben "por obligación u oficio, opinar".
Los preocupados no se extinguirán ni por si mismos, puesto que es su por propia supervivencia lo que está en juego. Sino todo lo contrario, inundan todos los sitios donde el alegato facilón, irreflexivo toma presencia, y como creen que entre más suben el tono de voz están en posesión de la verdad, hacen que se encuentren en sus peroratas una verdadera jaula de grillos donde el disparate, la propaganda y el desparpajo inútil no se ausenten; y su preocupación nos le deja, aunque el mundo real va por un lado, generalmente escondido para ellos y sus palabras huecas llenan los espacios de lo barato, de lo inútil; pero lo peor es que muchos se dejan conduce ir por las preocupaciones de estos “preocupados” sufriendo en propia carne los desbarajustes de sus peroratas estériles..