Opinión

Crónicas pretéritas: Ha cerrado sus puertas la tienda de Las Lapas

Crónicas pretéritas de mi pueblo de Frontera. 

Por Donacio Cejas Padrón (2006). 

En meses pasados cesó en su actividad la tienda de Las Lapas, la tienda de D. Rafael El Panadero, la tienda de Da María, la tienda de Benedi, con todos estos nombres ha venido siendo conocida esta tienda de ultramarinos, tras más de sesenta años de actividad en el pueblo entrañable de Las Lapas, seguramente sería uno de los establecimientos más antiguos de El Golfo y de nuestra Isla de El Hierro. 

Según las noticias que he podido ir recogiendo, se inició D. Rafael Armas en la profesión de Panadero en Los Mocanes, en la casa de sus padres, soltero a su regreso de la Argentina a la cual había emigrado siguiendo la costumbre entonces de los jóvenes de El Barrio, pronto contrajo matrimonio con D" María y se trasladaron a Las Lapas a una pequeña casa que había comprado D. Rafael, en la cual construyó su horno para seguir en la actividad de panadero, pero al ampliar la referida casa se engrandeció el negocio con la apertura de su tienda de ultramarinos como se le llamaba entonces, y la cual fue regentada por D" María desde los primeros tiempos.

La referida tienda, muy surtida entonces y de acuerdo a las circunstancias del momento, atendía los clientes de Las Lapas, Los Mocanes, Las Puntas, y bastantes también de los barrios de El Lunchón, La Carrera e incluso de Los Corchos, que además de ir a efectuar sus compras allí, le vendían el queso, los duraznos, los higos pasados, etc., con lo cual se establecía el trueque tan frecuente por aquellas épocas para la subsistencia de las familias.

Era la tienda de Las Lapas un comercio mixto, pues además de víveres, ofrecía ropa, calzados, pescado salado, sirviendo incluso de librería para atender a los niños de la escuela de Las Lapas muy próxima, en casa de D. Ramón Méndez en la calle que hoy lleva el nombre del querido maestro D. Francisco Ardevol. Por aquel entonces funcionaba en Las Lapas la Oficina Sindical, regentada por D. Valentín Padrón, en ella se cobraba el subsidio familiar, y era frecuente que nuestras madres al ir a cobrar el subsidio pasaran por la tienda a cancelar las deudas pendientes y efectuar algunas otras compras.

Era D. Rafael Armas sin duda alguna un hombre visionario, y aun contando con su establecimiento comercial y sus fincas, tuvo la idea de emigrar por unos años a La Argentina de nuevo, con toda su familia con el firme propósito de que sus hijos pudieran estudiar algo que entonces en Frontera era impensable, durante este tiempo de su estancia en el país suramericano, la tienda fue regentaba por Feliciano Fleitas y Carmita Benítez un joven matrimonio de Tigaday, pero que al regresar D. Rafael con su familia se instalaron también con una tienda en Las Toscas.

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Pero además de esta actividad, en la parte de atrás de la referida tienda, en un salón que aún existe, se almacenaban los duraznos y el queso que todos los días de correo, jueves y domingo traían los habitantes de El Golfo para ser embarcados a Tenerife y Las Palmas y que en casa de D" María se seleccionaban y empaquetaban en “ceretos” con la ayuda de los vecinos y amigos del pueblo, era entonces la producción de duraznos en El Golfo muy abundante, lo mismo el queso, y servían de soporte a muchas familias de El Valle entre los que recuerdo a tío Juan Cejas, mi padrino Benito González. D. Braulio Armas, D. Liberato Barrera, D. Juan Morales, D* Benilde, D. Leonardo Armas, D. Cesar Padrón, D. Ramiro Lima, tío Dimas González, y su hermano D. Mateo y D. Juan, y muchos más naturalmente, y religiosamente el inolvidable D. Luis Barrera con su camioncito Commer TF 6653 recogía todos los jueves y domingo la fruta para trasladarla al Puerto desde donde se embarcaría a Tenerife y Las Palmas.

Había en El Golfo varios sitios donde se recogían y empaquetaban los duraznos y el queso para exportarlo a Tenerife y Las Palmas, normalmente desde las tiendas, varios miles de kilos todas las semanas, y había en Tenerife y Las Palmas varios comerciantes herreños que se dedicaban a la distribución de esos productos, pero desde la tienda de Las Lapas se estableció una especial relación con D. Maximiliano Cejas, comerciante herreño afincado en Tenerife en la calle Suárez Guerra y que por muchos años fue un referente obligado de la venta de productos herreños en la ciudad y con Los Almacenes Araiza de Santa Cruz de Tenerife, firma comercial de gran prestigio regentada por los herreños D. Tomás Rodríguez Zamora y D. Pedro Reboso, y por muchos años esta relación de envíos de mercancía se mantuvo con gran lealtad y provecho para ambas entidades comerciales.

Al enviudar Dª. María, y con sus dos hijos jovencitos, Felo y Cayo, siguió con el mismo interés su actividad comercial, incluso al marcharse estos, uno al cuartel y el otro a estudiar Enología a Las Palmas y La Península, no mermó para nada su ritmo de trabajo, atendiendo a su vez las fincas de La Frontera y La Montaña, hasta que años más tarde, y al contraer matrimonio su hijo menor Cayo con una joven de El Mocanal, la querida amiga Benedicta, y venirse a vivir a Las Lapas en el hogar paterno, entre ambas han mantenido durante tantos años la vida comercial de La Tienda de Las Lapas. 

Pero como todo en la vida llega, también a estas queridas damas de nuestro pueblo les ha llegado el merecido descanso, y se han cerrado las puertas de La Tienda de Las Lapas, así se ha cerrado también un eslabón de la historia comercial y humana de nuestro querido pueblo de Frontera.

Un techo para el futuro: la odisea de la vivienda para los jóvenes canarios

Por Raúl Acosta Armas.

La vivienda es fundamental para que cualquier persona pueda desarrollar una vida plena. Sin un techo no tendríamos nuestras necesidades más básicas cubiertas. 

Y este problema no era tal problema para nuestros abuelos, salvando las distancias de las enormes dificultades que tuvieron que atravesar en su momento y del tiempo que nos separa de aquella generación. 

Hago esta afirmación después de una reflexión de un vecino, D. Juan Domingo Febles, que de una forma mayéutica desarrolló su idea a partir de preguntas que me llevaron, sin casi darme cuenta, a la conclusión. Comenzó preguntándome cuántos mayores de 70 años en la isla conocía que vivieran de alquiler. Mi respuesta fue que a priori no conocía a ninguno. Luego continuó como un profesor inquisitivo que ya sabe la respuesta y me cuestionó si nuestros abuelos heredaban todos una casa o la construían; por su tono picaresco entendía que iba con trampa la pregunta, porque si bien es cierto que alguno heredaría propiedades es incuestionable que la mayoría de familias antes tenían muchos hijos y que no había una vivienda en herencia para cada uno. Una vez le respondí, me dijo: “Bueno, la gente mayor entonces tiene su casa, no la heredaron y tenían menos recursos que nosotros ahora, peores empleos y menor cualificación, ¿Cómo puede ser posible?” Ahí no hizo falta que yo dijera nada más, en ese momento fue él quien contestó, muy seguro de sus palabras. Me dijo que antes construir una casa no conllevaba gastarnos en papeleo miles de pesetas, los materiales eran más baratos y en muchas ocasiones se construía por fases gracias a amigos y familiares. En cambio, hoy para poner el primer bloque hemos tenido que gastarnos dinero en un proyecto, su correspondiente tasa por la obtención de la licencia y todo esto sin contar si hemos tenido que comprar el suelo. 

No cabe duda de que el amigo Juan Domingo tiene razón en su análisis. El problema de la vivienda viene dado por tres simples factores, burocratización del proceso constructivo hasta obtener la licencia, aumento de los costes de los materiales y falta de suelo ordenado que permita construir. Este resumen muy escueto de un problema de mucho más calado nos demuestra que nuestros abuelos pudieron emanciparse y tener un techo en el que comenzar su proyecto de vida. En cambio, los jóvenes de hoy casi nos tenemos que resignar a heredar. 

Las políticas de vivienda pública son un fiasco hasta ahora y las medidas iniciadas por el Gobierno Central solo han redundado en meter miedo a los propietarios, que no alquilan sus propiedades y las destinan al alquiler vacacional. La Ley 12/2023, de 24 de mayo, por el Derecho a la Vivienda y las modificaciones que impone en la Ley de Enjuiciamiento Civil supone que, de facto, un propietario que quiere desahuciar a un inquilino que no le paga, en la isla de El Hierro, con el tiempo de media de resolución que tiene el Juzgado, implica más de un año de tortuoso procedimiento judicial si ese inquilino solicita asistencia jurídica gratuita y situación de vulnerabilidad. En esos casos, los derechos que tiene el demandado obligan a que se reúna una comisión para resolver si le dan la asistencia jurídica gratuita y también se solicita por el Juzgado un informe al Ayuntamiento del lugar de empadronamiento para determinar si la persona está en situación de vulnerabilidad. Si lo está, el procedimiento puede llegar a suspenderse, aunque esto también varía si estamos o no ante un gran tenedor (si eres persona física el que ostenta la titularidad 5 viviendas ubicadas en zona residencial tensionada, más de 10 o más de 15 viviendas en territorio del Estado) tal y como recoge el artículo 439 de la LEC.

 

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El resumen de esta normativa es que parece que en vez de proteger a los dueños de las viviendas y ayudar a los vulnerables, quieren echar a pelear a unos contra los otros. Los propietarios desconfían de los posibles inquilinos y estos tienen unas normas que en algunos casos y con malas artes usan para prolongar una situación de impago, prevaliéndose una norma que en su espíritu pretende proteger a los más indefensos, pero que por el camino ocasiona que algunos propietarios se vuelvan vulnerables cuando dejan de percibir sus ingresos por alquiler del que en muchos casos complementan sus rentas para vivir. 

El riesgo de arrendar a un inquilino fijo es alto por contra, el alquiler vacacional no comporta este riesgo y encima suele ser más rentable, aunque muchos no quieran este tipo de arrendamiento porque supone una mayor carga de trabajo. 

Acabar con el problema de la vivienda solo se puede hacer gracias a políticas que hagan aumentar el número de viviendas en el mercado, solo con la oferta el precio se reducirá. Los inventos de políticas que controlen los alquileres solo conseguirán el resultado contrario, un aumento de precios. Ya se ha demostrado allí donde se ha experimentado (Barcelona o Berlín). El único caso excepcional que la limitación del precio del alquiler surte efecto en una reducción de precios es en Austria, que tiene un parque público de vivienda de más del 20%, en cambio, en España es del 1% y en Canarias del 0,2%. Con una oferta tan grande como en Austria si el gran arrendador que es el Estado decide bajar precios condiciona a toda la competencia para que también lo hagan, en cambio, en España con ese porcentaje residual, topar precios solo constriñe más la oferta aumentado precios o retirando casas del mercado.

La vivienda y los alquileres bajarán de precio cuando hay más viviendas en el mercado inmobiliario. Es así de simple y así de difícil. Cualquier medida que vaya dirigida al control de precios, en un sistema de libre mercado como el que tenemos, estará destinada al fracaso y lo único que hará es agravar el problema. 

Por eso, desde el Parlamento de Canarias queremos impulsar diferentes medidas legislativas para facilitar que las familias puedan acceder a una vivienda, reduciendo los plazos para la obtención de licencia o dando más agilidad a los ayuntamientos con su planeamiento. No podemos esperar dos años para obtener una licencia ni 20 años para cambiar un planeamiento obsoleto. 

El problema de la vivienda es muy complejo y tenemos que afrontarlo desde diferentes enfoques y administraciones. También desde los Cabildos, que ya tienen competencias en materia de vivienda y deben comenzar a ejecutar promociones, tal y como propusimos en los presupuestos de la Corporación insular de El Hierro y que el grupo gobernante rechazó. 

Vivienda, más vivienda y más vivienda. Esa es la clave.

Memorias y recuerdos

Por Agustín Cirilo Gaspar Sánchez.

Como bien dijo una vez la psicóloga y ensayista chilena Pilar Sordo, cuando los recuerdos superan a los proyectos, es señal de que uno se está volviendo viejo. Y si eso es así, aceptémoslo con orgullo y viajemos juntos a través de la memoria, a tiempos pasados que hoy solo viven en los corazones de quienes los experimentamos, pues mirar atrás es como abrir un libro de historias donde la nostalgia se entrelaza con la gratitud. Porque recordar es vivir dos veces.

Donde hoy se encuentra la tasca “El Charquete”, allá por 1958, existía la humilde pero imprescindible "Tienda de Don Claudio". Era una de aquellas tienditas de aceite y vinagre que se encontraban en cada pueblo de nuestra isla, testigos de una manera de vivir que hoy parece lejana.

El nombre de "El Charquete" proviene de los charcos que solían formarse en la zona. Uno de ellos, el más grande, tenía unos tres metros de diámetro y otros tres de profundidad, acumulando en su interior las aguas fluviales. Para nosotros, los niños de entonces, no era solo un charco, sino un universo de juegos y aventuras. Hoy, en su lugar, hay viviendas, y la calle que lo albergaba pasó de llamarse "El Charquete" a "María Mérida", en honor a la gran cantante de nuestra isla, ya que el edificio pertenecía a su familia. 

La tienda de Don Claudio era más que un comercio; era un punto de encuentro, un lugar de confianza. En su pequeño, pero bien surtido local, uno podía encontrar desde aceite despachado con un surtidor de manivela hasta azúcar, garbanzos, maíz, lentejas, sardinas en aceite o en sal, manises en sacos de quintal y los inolvidables galletones Tamaran. Lo más curioso era el sistema de pago: casi todo se vendía fiado. Se llevaba una libreta donde se anotaban las compras y, a fin de mes, se pagaba lo que se podía.

Bajo la vivienda, a la altura del comedor, Don Claudio tenía un sótano que bien podría considerarse el "arsenal nuclear" de la época, ya que allí se almacenaban voladores, carbón, carburo, petróleo, gasolina y hasta azufre, productos impensables de guardar juntos hoy en día. Y, sin embargo, jamás hubo un accidente. Eran otros tiempos, donde la prudencia y el respeto a lo peligroso parecían ser parte del sentido común.

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Don Claudio no solo era el tendero del pueblo, era casi familia. Vivíamos en la misma zona y crecí junto a sus hijos Juan Carlos y Claudio Jorge, a quien todos llamábamos “Cayo”, hijos de su matrimonio con Doña Teresa Padrón, o “Terecita”, como cariñosamente le decíamos.

De entre tantos recuerdos, hay uno que siempre me arranca una sonrisa. Un día planeamos viajar un domingo al Tamaduste para pescar y bañarnos. Éramos Juan Carlos, Cayo, mi hermano Miguel Ángel, unos amigos y yo, todos de entre doce y trece años. Pero el sábado por la tarde, Juan Carlos vino a mi casa con malas noticias: su padre quería cavar la viña en su finca del Tamaduste, junto a la ermita de San Juan, así que nuestros planes de pesca y baño se habían cancelado.

Después de meditarlo un poco, le propuse una solución: si cavábamos la viña esa misma tarde, tendríamos el domingo libre. "Imposible", me dijo, "son cerca de las siete de la tarde, en un par de horas será de noche". Aun así, lo convencí, y a toda carrera nos metimos por el camino de Asabanos, bajamos el Jorado casi volando, y llegamos al terreno oscureciendo. Allí, entre la oscuridad, mientras unos comenzaban a cavar el terreno, Cayo y yo improvisamos antorchas con caucho de ruedas viejas para iluminarnos. Con aquella tenue luz y las chispas de las guatacas golpeando la tierra, trabajamos hasta casi el amanecer del domingo.

A las nueve de la mañana, Don Claudio llegó en la guagua desde la villa. Su asombro fue mayúsculo al ver la viña ya trabajada. "Mis hijos, vayan a bañarse y a pescar, que se lo tienen más que merecido, pero lávense bien las ternillas, que las tienen negras del humo de las antorchas", nos dijo con una mezcla de orgullo y asombro que recuerdo como si fuera ayer, 

Y así fue como conseguimos nuestro ansiado día de diversión. Aquella hazaña nos dejó una lección inolvidable, con voluntad, todo es posible; y comprendí que entre la noche y el día no hay pared.

Aires de grandeza

Por David Cabrera de León.

“La población de El Hierro crece en 160 personas en 2024 y se sitúa en 11.806 habitantes, según el ISTAC”. Este titular puede parecer un dato anecdótico frente a los más de 2,2 millones de residentes que alcanzó Canarias en 2024. Un crecimiento que refleja la compleja y desigual realidad en el reparto poblacional del archipiélago. 

Mientras las islas capitalinas, Tenerife y Gran Canaria, concentran más del 81% de la población total, las islas mal llamadas menores celebramos incrementos modestos. Un contraste que pone de manifiesto la precaria situación de estas islas “periféricas” y la falta de una política territorial coherente en Canarias.

El hecho de que un aumento tan pequeño sea motivo de celebración revela la fragilidad demográfica de nuestra isla. Cuando en realidad, este crecimiento apenas compensa años de estancamiento y no resuelve los problemas estructurales que enfrenta la isla: envejecimiento poblacional, falta real de oportunidades laborales estables y limitación de servicios básicos, entre otros.

Y mientras tanto, la concentración desmesurada de las islas capitalinas genera problemas cada vez más graves como la saturación de infraestructuras y servicios públicos o la presión de los recursos naturales. Además, este crecimiento descontrolado acaba limitando los recursos humanos y económicos del resto de las islas, perpetuando un ciclo de desequilibrio.

En este contexto, los cabildos insulares jugamos un papel crucial en el desarrollo económico de las islas. Estas instituciones tienen la capacidad de implementar políticas adaptadas a las necesidades específicas de cada territorio. Sin embargo, la falta de recursos y la centralización de decisiones en las islas de Tenerife y Gran Canaria han limitado su efectividad para contrarrestar los desequilibrios de los que hablamos. Los cabildos podríamos ser instrumentos para promover un desarrollo más equilibrado, pero necesitamos mayor autonomía y recursos para cumplir eficazmente nuestra función.

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A pesar de los discursos sobre desarrollo equilibrado y cohesión territorial, la realidad es que las políticas han fracasado. El actual reparto poblacional en Canarias es el resultado de décadas de una planificación territorial deficiente y de un modelo económico basado en el monocultivo turístico frente a la diversificación. 

La falta de una visión integral del archipiélago ha llevado a decisiones cortoplacistas que han agravado los desequilibrios. La ubicación de servicios e infraestructuras clave (hospitales, universidades, centros de investigación, sedes del gobierno…) ha seguido una lógica centralista que refuerza la hegemonía de las islas “mayores”.

Debemos reflexionar sobre el modelo territorial canario. Si bien es cierto que se ha dado el primer paso por parte del Gobierno de Canarias de formar los grupos de trabajo encargados de encontrar las medidas para afrontar los desafíos insulares del reto demográfico en Canarias, es fundamental que estas iniciativas se traduzcan en acciones concretas y sostenibles en el tiempo. 

Debemos repensar completamente la distribución de la población y los recursos de nuestro archipiélago. Se necesitan políticas valientes que desincentiven el crecimiento desmedido en las islas capitalinas, que creen verdaderas oportunidades económicas en las islas no capitalinas y redistribuyan servicios e infraestructuras de manera más equitativa.

Solo así podremos aspirar a un archipiélago más equilibrado. Hasta entonces seguiremos celebrando espejismos mientras el desequilibrio real se agrava año tras año.

Disculpen que les hable otras ves de Trump

Por Luciano Eutimio Armas Morales.

Ayer, un amigo me comentaba que habló por teléfono con su hijo, profesor en un centro de enseñanza de Chicago, y le contó como el día anterior se habían presentado en el colegio agente del ICE y del CBP, (Servicio de inmigración y control de aduanas), con la intención de llevarse algunos niños.

Los profesores, con el director al frente, se opusieron a que entrasen en el colegio sin orden judicial y los agentes optaron por retirarse. En los profesores y en los alumnos, se instaló el miedo y la angustia al pensar que, seguramente, volverán otro día con algún argumento más contundente.

Los agentes obedecían, por otra parte, la orden de Benjamine Huffman, secretaria del Departamento de Seguridad Nacional, que permite a los agentes aplicar las leyes de migración en las llamadas zonas sensibles, como los colegios, aunque en ciudades como Chicago, las autoridades escolares se han mostrado en contra de la persecución a estudiantes indocumentados.

Imaginemos la situación de los estudiantes y sus padres, indocumentados, que estarán sumidos en el temor y la ansiedad.  Contaba la periodista E. Colomé, como Eva, una migrante mexicana indocumentada, le decía a su hijo de siete años antes de salir para el colegio:

-Bebé, nosotros no tenemos papeles, no nacimos aquí, y nos están agarrando.  Si un día nos llega a pasar eso y no me encuentras en la parada del bus cuando llegues del colegio, no llores papito, que tu tía te recoge y te lleva a México conmigo.

Se calcula que en Estados Unidos residen entre doce y catorce millones de indocumentados, de los cuales más de diez millones trabajan, normalmente en la agricultura, la hostelería y los servicios, y pagan impuestos por medio del ITIN, (Número de identificación individual de contribuyente). Habría que ver el impacto en la competitividad de la economía de Estados Unidos, si de pronto prescindieran de toda esa mano de obra con salarios bajos. Pero esa es otra. 

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El presidente Donald Trump, por otra parte, firmó el miércoles 27 la orden que daba cumplimiento a la ley Laken Riley, aprobada en la Cámara de Representantes por 263 votos a favor y 156 votos en contra, que permite detener y deportar a cualquier inmigrante indocumentado que haya cometido cualquier delito, aunque fuese por ejemplo conducir con exceso de velocidad, al tiempo que le negará el visado de entrada a ciudadanos de cualquier país que no acepte a los deportados.

Así mismo, el miércoles día 29, Trump también anunció, que va a firmar una Orden Ejecutiva para crear un centro de detención en Guantánamo para 30.000 plazas. Y en rueda de prensa posterior, el presidente Trump anunciaba: Tenemos 30.000 camas en Guantánamo para detener a los peores extranjeros ilegales, criminales que amenazan a los estadounidenses. Algunos de ellos son tan malos, que ni siquiera confiamos en que los países los retengan. No queremos que regresen, así que los vamos a enviar a Guantánamo".

Tom Homan, expolicía nombrado por Trump como responsable de seguridad fronteriza, lo ratificaba: “Guantánamo solo albergará lo peor de lo peor”.

También este mismo día 27 de enero, miércoles, se conmemoró el 80 aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz, al que los trenes del holocausto llevaron casi millón y medio de personas, de los que murieron más de un millón.

El periodista P.J. Ramírez lo comentaba en su columna en estos términos: “Pero sobre todo acojona, (Si perdónenme, pero es que acojona), la frialdad con la que muchos otros ciudadanos estadounidenses, los que se dicen los buenos, aceptan esto, (Las políticas de Trump), lo alientan e incluso banalizan y hacen chistes. Es como la indiferencia de quienes vivían al lado del campo de Auschwitz y sabían lo que pasaba, y comenzó el infierno.”

Y aquí resulta ineludible citar las palabras del pastor protestante Martin Niemöller en un sermón, que posteriormente utilizó Bertolt Brecht:

"Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, no dije nada, yo no era comunista.
Cuando vinieron a por los socialistas y los sindicalistas, no dije nada, pues no era ni lo uno ni lo otro.
Cuando vinieron a por los judíos, no dije nada, pues yo no era judío.
Cuando vinieron a por mí, para ese momento ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí."

Disculpen que les hable otra vez de Trump, pero no puedo evitarlo.