Por Juan Jesús Ayala.

Se ha formado un guirigay de mucho cuidado entorno a la coexistencia en diversos territorios españoles de si las lenguas oficiales o cooficiales pueden coexistir o no en las instituciones, desde el Parlamento español, los autonómicos llegando hasta el  ayuntamiento  más recóndito del solar patrio.

Y todo esto   de la mano de los discursos que lleva tiempo sucediéndose  por parte del partido socialista comandado por Sánchez que ahora reafirma y propone su consecución la presidenta del Parlamento español, Francina Armengol, que,  ya hay que posicionar traductores para que   la coexistencia de las lenguas sea posible.

Y ahora con más énfasis que entonces.  Y ¿por qué? Sencillamente porque una de las cuestiones que pone en la mesa de la discusión  Junts para apoyar   que Sánchez logre la presidencia del Gobierno es que se hable catalán en las  instituciones aludidas.

Lo cual nos parece bien, como nacionalista, que la  estrategia  para conseguir cuestiones que desde la amnistía hasta la independencia vayan circulando por los diferentes foros del debate.

Pero  hay que hacer algunas consideraciones al respecto por autores que se han manifestado sobre el problema de la lengua como atributo determinante    para considerar a un territorio como nación .Y que no es  tanto, o al  menos el recorrido que se le pretende dar no es tan corto y evidente sino que  hay que poner la luz larga para llegar a lo que se pretende.

Autores de alta categoría intelectual y académica, tales como Gellner,Sebrely, Anderson o Koudure  que han estudiado el nacionalismo llegan a  una conclusión bien distinta a la retórica gubernamental que dan por buenas cuestiones que no son tan evidentes, como las del idioma.

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Si bien siempre se ha dicho que  la etnia y la lengua era lo fundamental como vehiculo de identidad de los pueblos, no son determinantes para  que se definan como nación.

Por ejemplo cuando Francia se establece como nación solo el 12 por ciento de sus habitantes habla francés y Suiza donde prevalece la etnicidad en tres idiomas diferentes, alemán, francés e italiano. Noam Chomsky, lingüista universal, relata que tanto el inglés como el francés se formaron cogiendo palabras dispersas de otras lenguas lo que pone en evidencia que la inevitable introducción de vocablos extrajeron muestra que el idioma lejos de ser la manifestación de la esencia nacional es más bien todo lo contrario.

Sebrely llega a decir en su libro “Asedio a  la Modernidad” que la nación solo se podrá definir como “Entidad Histórica”; o sea como un hecho que aparece y desaparece en determinas ocasiones, como  por ejemplo la Unión Soviética, Checoslovaquia o Yugoslavia.

Naciones han habido en el mundo que  han desaparecido, y  otras que luchan por ser reconocidas como tales y no solo están esgrimiendo su forma de expresarse sino sus derechos, como por ejemplo, el poder ejercer el de la autodeterminación.

Así que la preocupación por el lenguaje es una especie de guirigay establecido que lo único que logra que  dentro de las instituciones los que manejan dos lenguas  sean o se consideren superiores a los que solo saben expresarse en castellano. Los que,  encima, muchos cuando lo ejercen, lo hacen, fatal.