Por Juan Jesús Ayala.

Eran dos referentes obligados a transitar por la gente joven y ,sobre todo, si habían por medio sentimientos mas allá de una simple amistad y lo que se percibía se inclinaba mas hacia el ensueño y el embeleso de conversaciones que marcaban el animo de forma distinta.

Sin embargo, ambos lugares del Tamaduste son diferentes. El Picacho es una playa que tiene ese puente por donde en la marea alta entra el mar con tremenda  fuerza y que parece un”picacho” ya que lo imaginamos como una virgen de lava que porta un niño en brazos y con unos callaos que impiden que sea un remanso ni siquiera para mariscar unas lapas o burgados. Quizás en las calmas de septiembre pudiera suceder que algún atrevido se metiera en ella aunque fuera cerca de la orilla y cogiera algo para llevarse a la boca. Sin embargo, muchas excursiones, sobre todo los domingos que había guagua que  traía gente de la Villa  tenían como meta ya marcada en el tiempo  el  buscar el refugio de su cueva  justo en la orilla  que  servia apara que se depositara los calderos con la comida mientras se bañaban en el rio o que en épocas de lecturas se fuera al runruneo del mar a leer esta o aquella novela, este o aquel libro que se tenia preparado para durante el tiempo del verano poder leerlo.

En realidad por lo cerca de las casas esta playa siempre era muy visitada no solo por lo que les he contado anteriormente sino, además, algún que otro atrevido se lanzaba desde el cantil grande  disponiéndose a arribar a la playa, eso si con ciertas dificultades, pero para lograrlo   se necesitaba  tener la fuerza y destreza en natación como fueron aquellos que admirábamos como Julián Fernández, Pepe Reboso, Aurelio y  Matías Fonte y mi primo Aquilino.

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El Roque Fresco  es otra cosa, allí reina la parsimonia, la tranquilidad y durante  el calor de los veranos, el fresco que da su sombra esta garantizado; hacia , allí no solo íbamos la juventud de la época sino, además, la mayoría de los niños allí se encontraban para desarrollar  juegos como el anillito, las películas o el retrato. Pedro fue también sitio de lectura donde cambiamos unas s cuenta personas, y sobre el rio donde a veces  se balanceaba la barca de Julio los libros se devoraban, así como los cuentos y las conversaciones tomaban presencia con la alegría no solo del vitalismo que nos acompañaba sino también con la sensación de sentirte mayor y ser protagonista en un lugar que deseabas llegara el verano para disfrutarlo en toda su dimensión y con el asombro que nos producía su magia escondida que aquellos momentos nos cautivaba.

La playa del Picacho y el Roque Fresco, fueron sitios acogedores, deseosos de llegar para poder realizar esas tareas que henos mencionado y que el olor de la orchilla y el restañar las olas nos empujaban al encuentro. Y es que esos lugares incrustados en el Tamaduste son emblemáticos como otros muchos desperdigados por su geografía que también tienen su significado vivificante como el Jorado o los dos Cantiles .Pero cuando se busca la  el lugar para la lectura o para desarrollar una conversación pendiente sosegada y animosa los sitio que nos esperan  son el Playa del Picacho y el Roque Fresco sin dudarlo ni un minuto.