Por: Luciano Eutimio Armas Morales

“Llevo quince años viajando, y este es el lugar más fantástico que he visto nunca. Porque si el Everest es el máster de los escaladores, y Cabo de Hornos el máster de los navegantes, este lugar es el máster de los viajeros. Es casi como llegar a La Luna”. Con estas palabras se expresaba Alejandro, el coordinador de la expedición, mientras el barco permanecía en un margen de la bahía, rodeado de una cordillera en semicírculo, con infinidad de glaciares desembocando en el mar.

Paradise Bay, o Bahía Paraíso, dispone de uno de los dos puertos naturales para desembarcar en el continente antártico, próxima de la cual están las estaciones de la Antártida Base Brown de Argentina y Base Presidente Gabriel González de Chile. Estar en este espacio cerrado, rodeados de acantilados de hielo, en el silencio profundo de un día apacible y soleado, y viendo de vez en cuando el chapoteo en el agua de algún pingüino o el surtidor y la cola de una ballena, es un espectáculo excepcional.

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Le preguntamos al capitán Héctor Travechia, si había observado cambios en la dimensión de los glaciares y la capa de hielo en la Antártida, y nos dijo: “… no tengo datos científicos de mediciones del hielo en esta región, ni de la repercusión que la actividad humana tiene en estos cambios, pero en los años que llevo navegando por la Antártida, que son muchos, se observa a simple vista un retroceso muy significativo de los glaciares y de la masa de hielo.”

En estos días, por otra parte, es noticia en los medios de comunicación las altas temperaturas alcanzadas en la Antártida, que baten récords históricos superando en algún caso los veinte grados, cuando las temperaturas medias son de 49º bajo cero en invierno, y de 0,º en verano (Enero y febrero). “Los glaciares tienen ahora un notorio y acelerado retroceso”, declara también Marcelo Leppe, director del Instituto Antártico Chileno.

Cierto es que, a pesar de las evidencias, hay negacionistas del cambio climático. Como hubo negacionistas de los daños del tabaco sobre la salud en su momento y como los hubo del daño de los clorofluorcarbonos sobre la capa de ozono, hasta que las evidencias científicas se hicieron abrumadoras. Ocurre también con el calentamiento global. Los poderosos intereses de multinacionales financian estudios negacionistas, recurriendo a argumentos como el informe de la NASA sobre aumento del hielo en la parte central de la Antártida, cuando en realidad, esto es una consecuencia transitoria de ese calentamiento global.

Porque si bien es cierto que siempre se han dado en la Tierra periodos glaciares, alternando con períodos interglaciares más cálidos de forma natural, no podemos negar la evidencia de que mil doscientos millones de automóviles circulando, veinte mil aviones volando permanentemente, millones de fábricas e industrias funcionando a diario, y todos consumiendo combustibles fósiles y emitiendo CO2 a la atmósfera, que ha pasado en cien años de 275 ppm. A 415 ppm. circunstancia que no se daba en la Tierra desde hace millones de años, algún efecto debe tener sobre el clima.

En cualquier caso, lo más grave de este proceso no es quizá el incremento del nivel del mar, con ser grave en sí mismo, porque si se derritiese todo el hielo de la Antártida el nivel del mar subiría sesenta metros. Lo más grave, entiendo, es la profunda alteración del medio ambiente, extinción masiva de especies animales y vegetales, contaminación por plásticos y otros residuos, incendios forestales y destrucción masiva de hábitats, intoxicación por metales en la cadena trófica, etc. etc. etc.

Estamos, según criterio de muchos científicos, en el comienzo de la era antropogénica: Sexta extinción masiva de especies y alteración del medio ambiente. Pero a diferencia de otras que se produjeron por fenómenos naturales, como una época de volcanismo intenso, la fractura del continente Pangea, o el impacto de un meteorito, en este caso asistimos a una extinción mucho más rápida y provocada por un ser vivo: la especie humana. A pesar de lo cual, los gobiernos no se deciden a tomar las medidas necesarias para paliar esta emergencia.

El planeta Tierra, a fin de cuentas, es una habitación esférica cerrada sin puertas ni ventanas en la que vivimos, sin otra alternativa posible a la que mudarse, y de la que desde hace cuarenta y siete años en que salió Eugene Cernan no ha vuelto a salir nadie, y cualquier actuación que se realice en un rincón de la habitación, repercute en el resto de esta.

Hace poco, en un pequeño debate, comparaba yo esta situación con la del hundimiento del Titanic. Cuentan que, cuando alertaron a los pasajeros de primera clase, de que había riesgo de hundimiento del barco y convenía prepararse para abandonarlo, algunos dijeron: “Esto es una falsa alarma. Que la orquesta siga tocando, que queremos seguir bailando”. Al final, la orquesta siguió tocando, ellos siguieron bailando, el barco se hundió, y se ahogaron casi todos. Y los negacionistas los primeros, claro.

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