Por Juan Jesús Ayala.
Dentro de las controversias que se han generado sobre la gestión del futuro Parque Nacional Mar de las Calmas dado la riqueza que comprende tanto como zona de reserva marina que en 2011 se considera Zona Especial de Conservación contenida en la Red Natura cuya finalidad es asegurar la supervivencia de las especies y sus hábitats naturales de los aledaños donde El Julan sigue como un imponente refugio de cultura y de leyenda, al fin se ha hecho caso a la opinión de los herreños.
Cuestión que ha sido aprobada recientemente por el Congreso de los Diputados, puesto que el Parque no será gestionado solo por el gobierno sino que cualquier modificación que se trate de realizar sea consensuada por los principales sectores económicos, sociales y culturales que se vean afectados por trámites que deberán, previamente, ser conocidos por los mismos.
Y lo más importante, que a veces se hace difícil, en esta sesión del Congreso se dejó bien claro que los usos y costumbres de las zonas implicadas que correspondan a determinados municipios sean respetados y que no se tenga que forzar situaciones de protesta como la que se llevó a cabo cuando el INTA (Instituto Nacional de Técnica Aerospacial) intentó poner una lanzadera como observatorio para el seguimiento de satélites que se suponía estaba desdibujada cuya intencionalidad era un observatorio con fines militares que abarcaba un amplio territorio de una zona emblemática cuál es Malpaso, donde la cultura ancestral se derrama por su vertiente abrazando la isla en su conjunto. Proyecto que en aquel momento, tras la manifestación multitudinaria que se trasladó a Tenerife en el Barco de la paz, se echó para atrás.
Que se transite por el camino de co-gestionarr el Parque Nacional Mar de las Calmas es ya en sí un deseo que debe traducirse que los intereses de la isla prevalezcan y estén por encima de particularismo y de negocios que se hace a veces difícil de entender, que comprometen proyectos y someten a la opinión publica a un continuo desafecto de la política.
Y en estos momentos, en una isla que asume su crecimiento, en un asunto tan difícil de encarrilar, estaremos haciendo isla en todos los aspectos, y más aún si se logra dejar atrás resabios, ciertas agachadillas que lo que propician son sinsabores y malas maneras.
Tendremos que felicitarnos toda vez que lo del Parque no tenga marcha atrás y que el tiempo de espera para que se adecue a las circunstancias políticas, culturales y administrativas sean asumidas en la totalidad por el debate entre los que tienen la responsabilidad de conducir la cuestión pensando en la isla, y más allá; ya que si el archipiélago actúa a la vez tanto en este asunto como en otros que comprometen nuestra esencia cultural-política, habremos llegado a un punto de partida que puede ser el inicio de Canarias, como sujeto histórico. Lo que no dejaría de ser otra buena noticia.