En el camino de la historia: “Solo  el  pueblo salva al pueblo”

En el camino de la historia: “Solo el pueblo salva al pueblo”

Por Juan Jesús Ayala.

No solo es un lema de orgullo de una juventud activa y generosa, es más amplio; además se ha comprobado mucho más allá de los cauces del Turia y el Júcar. La movilización del pueblo ante la catástrofe valenciana ha sido ejemplar, no fue necesario consultar ni con el gobierno de la Generalitat Valenciana ni con el de España. Miles de voluntarios se presentaron atrapados entre la solidaridad e indignación hasta colapsar el único puente que podía comunicarse con el desastre donde las aguas en una turbulencia y fuerza inusitada anegaba todo lo que encontraba a su paso: donde las huidas de un garaje se convirtió en tumba de la impotencia, donde el barro pintaba las casas y las calles de color terroso  dificultando dar con los que se podían rescatar y que a duras penas y con el agua a punto de sobrepasarlos esperaban la muerte rodeada de una angustia insoportable.

Los coches amontonados taparon salidas de supermercados y fueron una de las trampas más  inesperadas y mortíferas que se encontraron. Las alarmas sonaron  a destiempo cuando ya apenas se podía  hacer, donde la prevención huyó, siendo la gran ausente en esta catástrofe.

Unos, las autoridades valencianas, decían que hicieron todo lo posible; otros, las  del Estado cuando le solicitaron ayuda, se les dio sin titubeo alguno, pero eso si en las comparecencias públicas  unos y otros mirándose con el rabillo del ojo,  para no quedarse fuera de combate y amparados en el ridículo ante una catástrofe que  podía haberse  evitado en esa magnitud y, cuando no paliado, si se hubiese actuado a tiempo, si las políticas manejadas por oportunistas no estuvieran a la espera a ver quien más tarde llega y quien mete la pata, para  en estos momentos si  apoyar  con el ejército y con todas las fuerzas capacitadas y entrenadas para actuar con eficacia en estas comprometidas situaciones.

Ahora si se ofrece organizar comisiones de actuación y de dirección entre el  gobierno valenciano y el central muy condolidos con la voz temblorosa porque no acaban de comprender que en esta situación, que no será, desgraciadamente la última, siempre está  por delante la prevención y elaborar planes de emergencia y no estar situados en la espera cuando se llega a la conclusión que las actuaciones determinantes son las del pueblo  que  se ha volcado para buscar medicamentos a los que los necesitan con urgencia, colaborando en poner a salvo a personas vulnerables, enfermos, ancianos y niños, ayuda sanitaria con aportación y búsqueda de comestibles,  y agua que poder beber.

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Y ahora entre unos y otros, entre los políticos que no se les cae la cara de vergüenza estarán elaborando la teoría de la responsabilidad; si fue el que tardó  en llegar o el  otro que no se le avisó y en las  en ruedas de prensa sucesivas seguro que ni siquiera  aparecerá las  exigencias de  sus responsabilidades donde no se admitirán preguntas, camuflarán y tergiversarán  su responsabilidad  como si fuera un juguete explicatorio del desaguisado por ellos producidos, por ineficacia  y por sus escondites.

La responsabilidad es un término que hay que  darle la dimensión que se merece y no que funcione como escudo con la finalidad de defenderse de una agresividad de la naturaleza que se ha provocado por falta de prevención.

Además, nos basta con asumir responsabilidades, hay que llegar al fondo de las cuestiones, eludiendo que el fondo tiene un inicio y un desarrollo motivado o consentido, escudándose en una responsabilidad hueca, amparada en el quietismo  como si no hubiese pasado nada.

Una responsabilidad fuera de la “corresponsabilidad” es un canto al sol, echar balones fuera, mirar para otro lado como si  el mundo alrededor no tenga nada que  ver con el desastre  producido.

Responsabilidad la del pueblo que cogiendo lo que tenía a mano y con una solidaridad ejemplarizante, dio un paso adelante, sin más cuento para ayudar a los que la necesitaban con  un compromiso solidario aún con riesgo de su propia vida.