Por Luciano Eutimio Armas Morales.
El 14 de octubre de 1957, la ciudad de Valencia vivió un episodio de lluvias torrenciales e inundaciones que provocaron 81 muertos y una secuela de destrucción en inmuebles e infraestructuras y 1700 personas perdieron sus viviendas. Ya la ciudad había sufrido inundaciones por desbordamiento del rio Turia que la atravesaba por la mitad de este a oeste, en 25 ocasiones entre 1321 y 1957. El alcalde de Valencia, Tomás Trenor, clamó al gobierno por la falta de previsión y de ayuda, y fue cesado fulminantemente. A continuación, el General Franco visitó la zona y nació el Plan Sur.
Este ambicioso megaproyecto de ingeniería al que llamaron el Plan Sur, fue de los más importantes que se han realizado en España, pues supuso construir un nuevo cauce del río Turia con más del doble de capacidad, desviándolo en un recorrido de 13 km. por fuera de la capital, y convirtiendo el antiguo cauce, Jardines del Turia, en el parque urbano más grande de España. Su construcción comenzó en 1964, y la obra fue inaugurado por el General Franco en 1969. Nació así la nueva Valencia.
En aquella ocasión de 1957, en Valencia, se contabilizaron 310 litros/m2 de lluvia en ocho horas. Que provocó en el Turia un caudal de 3.000 m2/segundo. Si comparamos con las lluvias de la semana pasada, llegaron a contabilizarse hasta 618 litros/m2 en un lapsus de ocho horas, arrasando pueblos, carreteras, puentes, viviendas, y lo que es más grave e irreparable, más de dos centeneras de vidas humanas, pero si el verdadero diluvio que cayó en la comarca la semana pasada hubiese caído sobre la cuenca del Turia, atravesando la ciudad de Valencia por la mitad, posiblemente estaríamos hablando de miles de muertos en lugar de dos centenares.
Pero tras la destrucción, la muerte y el dolor provocados por una especie de bomba atómica de agua, digámoslo así, viene la búsqueda de culpables y responsables. Es inevitable. Los puebles primitivos, siempre le echaban la culpa de sus desgracias, sus malas cosechas o sus epidemias, a los dioses malignos. Pero en nuestros tiempos sigue en cierto modo ocurriendo lo mismo. Pero en lugar de echarle la culpa a unos dioses malignos, se la echan a unos políticos ineptos, incapaces y corruptos.
El primero en utilizar ese mezquino proceder fue Feijoo, demostrando una vez más su falta de talla de estadista, con un comportamiento propio de fanático tertuliano de barra de bar o de troll de las redes sociales, diciendo que la culpa de todas las desgracias había sido de Pedro Sánchez, por la falta de previsión de la AEMET o de la confederación hidrográfica. Utilizar el dolor de un pueblo para atacar a un oponente político, no deja de ser mezquino.
Tras él, vinieron los ataques en un sentido y en otro, desde ministros del gobierno culpando al presidente autonómico Carlos Mazón, de este culpando al gobierno, y de un revolotum de todos contra todos, tratando siempre de dejar en mal lugar al adversario político. Pero a los tres días, Mazón da al gobierno las gracias por su colaboración y le pide 31.402 millones de euros, tanto como el presupuesto total de la comunidad autónoma para un año.
Todo esto sería una divertida comedia, si no fuera porque estamos tratando de la pérdida irreparable de vidas humanas y de daños muy cuantiosos en el patrimonio de muchas personas y empresas, que en algunos casos los han perdido todo.
La crónica de BBC News hace una descripción bastante razonable y verosímil de lo ocurrido:
1. La AEMET, dependiente del gobierno central, elevó al máximo su nivel de alerta el martes por la mañana a primera hora, y advirtió de “un riesgo para la población muy alto”.
2. El presidente Carlos Mazón declaraba a los medios, sobre las 13 horas, que “el temporal se desplaza a la Serranía de Cuenca en estos momentos, por lo que se espera que, a las 18 horas, disminuya su intensidad”.
3. Pero a las 18 horas, comenzaba una verdadera avalancha de agua y lodo que arrasaba todo a su paso.
Creo que Carlos Mazón no fue culpable de esta tragedia de devastación y muerte. Seguramente, algunos expertos le habrán asesorado mal por error o desconocimiento y nunca por mala fe de nadie. Pero es que, aunque Carlos Mazón hubiese tomado las medidas a su alcance a media mañana, poco podría haber hecho para evitar todo lo que vino luego.
Hay que valorar, en mucho, las muestras de solidaridad de la gente, las ayudas remitidas, la labor de los militares, de la guardia civil, de la Cruz Roja, de los voluntarios, y en general, creo que todo el pueblo español se ha mostrado solidario con Valencia.
Pero no creo que haya que quemar a nadie en la hoguera inquisidora, haciéndole responsable de todo lo ocurrido. Seguro que el presidente del Gobierno, los ministros con competencias en este ámbito, el presidente de la Generalitat Valenciana, los alcaldes de los pueblos… Todos estarán consternados y habrán hecho lo posible por evitar o paliar esta tragedia. Seguro. Aunque no lo crean algunos energúmenos, instados por algún partido político y jaleados por redes sociales y algún medio de las cavernas, que se dedicaron a tirarle barro al rey y la reina y palos al presidente del gobierno.
¿Pero quién ha tenido la culpa de ese episodio de devastación y muerte?
El mar Mediterráneo, en realidad es un charco cerrado con un pequeño portillo en el estrecho de Gibraltar, cuya temperatura ha aumentado 1,5 grados en los últimos cuarenta años y está aumentando su nivel en 2,8 mm. al año, algo que, aunque parezca una minucia, en términos geológicos es una barbaridad.
El aumento de temperatura supone un incremento de la evaporación y de concentración de humedad en la atmósfera, y cuando las corrientes de frío polar, que cada vez son más intensas y llegan a latitudes más bajas, se encuentran con esa masa de aire cálido y cargado de humedad, generan esas lluvias tan intensas. Y lo que en otros tiempos era una gota fría que provocaba lluvias abundantes, ahora es un verdadero diluvio.
Desde hace bastante tiempo, los científicos están alertando de que se está produciendo un cambio climático global, cuyas consecuencias son, entre otras, la intensificación de fenómenos meteorológicos extremos, como olas de calor, sequías prolongadas, vientos huracanados y lluvias torrenciales, con graves consecuencias para la población y los ecosistemas.
Cierto que se pueden mejorar las previsiones y los medios para mitigar los efectos de esta furia de la naturaleza, y cierto también, que un urbanismo desordenado y ocupando cauces fluviales, contribuyó a agravar las consecuencias, pero lo que no podemos hacer es tratar de buscar un culpable para quemarlo en la hoguera mediática, se llame Pedro Sánchez, Alberto N. Feijoo, Carlos Mazo o cualquier otro político, porque el verdadero responsable es el cambio climático.
Lo expresó claramente la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen: “Es la dramática realidad del cambio climático”. Pero Santiago Abascal le contestó rápido diciendo que “Si hay culpables, tú eres la primera con tu ley criminal de voladura de presas”, haciéndose eco de otro bulo fantasioso puesto en circulación por desinformadores profesionales.
Y esto del cambio climático sí que es un problema grave, que requiere de una acción urgente y coordinada a nivel global y a nivel local. Pero lo que impide hasta ahora afrontar decididamente este problema, es que determinados lobbies e intereses presionan a sus gobiernos para impedirlo, para lo que también recurren a campañas de desinformación y propagación de bulos entre la población. Y por si fuera poco, el recién electo presidente, Donald Trump, ha dicho que una de las primeras órdenes ejecutivas que firmará es cargarse el Green New Deal, que es el programa de los Estados Unidos para hacerle frente a los efectos del cambio climático.
Así que, por lo pronto, obscuro panorama para los que defienden tomar medidas para paliar los efectos del calentamiento global de la tierra, porque Trump ha ganado las elecciones en Estados Unidos, pero es que, además, tiene mayoría absoluta en el Congreso, en el Senado y en la corte suprema, donde el presidente tiene la facultad de poder nombrar jueces con carácter vitalicio.
Una victoria electoral, no del partido republicano, que está debilitado como partido, sino personalmente de Trump y las élites económicas que le apoyan, como Elon Musk y Jeff Bezos, o el pintoresco Robert Kennedy Jr. (¡Si su padre levantara la cabeza!). Donald Trump, pues, con poder absoluto, es como si fuera el primer emperador del planeta Tierra. Comienza una nueva era.