Por Juan Jesús Ayala.
El escritor, profesor universitario y Premio Planeta 2018, Santiago Posteguillo, puso el dedo en la herida de aquellos que como él sufrieron los efectos desastrosos de la DANA del 29-O puesto que durante los tres primeros días no se presentó nadie de la oficialidad, contándose solamente con la ayuda mutua de los vecinos, evidenciando en su denuncia como las luchas políticas con sus agachadillas ocasionan más desastres que el producido por las fuerzas de la naturaleza, lo que resumía en una sentencia categórica, llena de sinceridad, veracidad y de rabia contenida.
“El primer día del desastre y en su noche nos acostamos sin luz, ni agua, pensando que al amanecer estarían aquí la guardia civil, los bomberos, el ejército. Pero al amanecer no había nadie”. Y mientras el barranco del Pollo situado a cincuenta metros de su vivienda, se desbordó en cuestión de minutos como un torrente incontrolable que arrastraba árboles, coches y hasta partes de edificios.
La ausencia de auxilio no solo se prolongó el primer día, sino el segundo, lo que sumió a los habitantes de esos pueblos en una atmósfera de miedo e inseguridad ante los saqueos que se producían. El panorama se agravó con la aparición de cadáveres en las calles con el riesgo de enfermedades infecciosas ante la falta de limpieza de los escombros y el barro que taponaba alcantarillas donde rebozaba la pestilencia acumulada.
“Pensamos que al día siguiente, ya por fin, vendría la ayuda deseada. Pero, igual. No había nadie”.
Uno de los momentos más duros fue el encuentro de una joven conocida en la plaza central del Barrio, donde su madre velaba su cadáver. Y los vecinos continuaban solos ante una situación angustiosa, sin ayuda de los responsables políticos que se dedicaban a echarse la culpa, que si tu primero y después yo, según se vea y me digas lo que haga falta. Es como si se estuviera a expensas que los políticos que funcionan con dinero público, de todos, en un momento de alto riesgo, ver que hacen, si esperan, si investigan, mientras los habitantes de esa zona sumidos en una atmosfera irrespirable y totalmente incontrolable.
Y enfatiza “¿cómo es posible que en 48 horas no acuda nadie a socorrer a miles de ciudadanos que se ahogaban, que veían como sus comercios y viviendas se destruían, sus coches se amontonaban hechos chatarra, la gente que tenía que hacer cola para tener agua que beber, que defecaban en bolsas de plástico, como sus fábricas y patrimonio de años se destruía en horas; lo que se puede entender que en un momento de incertidumbre si no se previene a tiempo se puedan controlar; por eso la pregunta que hace sobre la mala conciencia de los responsables políticos que si bien sacan pecho en cuestiones baladíes en otras permanecen agazapados para decir si se decreta o no el estado de emergencia que en este caso no hay ni porque cuestionarla porque en esta situación de lo que se trata es de una “urgencia vital” donde las vidas peligran, y seguirán, porque aún se desconoce el alcance de ciertas enfermedades que se pueden desarrollar antes unas condiciones para que las bacterias se multipliquen en un caldo de cultivo que desgraciadamente favorecen su virulencia.
Las ayudas ausentes en 48 horas. ¿Alguien me lo puede explicar? Pregunta Santiago Posteguillo.
No creo que te lo puedan explicar, porque cada uno va dando su versión y que la responsabilidad es de este y de aquel. Cuando el desastre destruye vidas humanas no valen explicaciones; valen dimisiones por falta de control político y por esperar a ver si la desgracia favorece o perjudica a uno u otro, pero no van a asumir responsabilidad alguna, además la explicación ya está elaborada antes que se les haga la pregunta.
Es el poder de los que se creen imprescindibles hasta para no actuar y dejar que las cosas sean propiciatorias para unos y mal encaradas para otros. Y entre medio la vida de las personas.