En el camino de la historia: ¿Desaparecerá el término de intelectual?

En el camino de la historia: ¿Desaparecerá el término de intelectual?

Por Juan Jesús Ayala.

Hace algún tiempo que el Filósofo y sociólogo francés, Jean Baudrillard, pronosticaba que el término intelectual podría desaparecer y quizás se caería en el ridículo si alguien  así se consideraba, de la misma manera que el término burgués está en derrota total, y nadie o muy pocos llegarían a considerarse perteneciente a la burguesía, y menos en la era del simulacro donde se reemplaza la realidad por su representación, primero el cuadro y después el paisaje, por ejemplo.

Donde la verdad  se considera como mentira, a la vez que  a la mentira se le da un predicamento muy bien asumido, camuflada en palabras que parecen meditadas, pero que desde una retórica simplona se cuelan perfectamente,  sobre todo, en los foros de alta política.

Y noes que nos alonguemos al pensamiento débil de Vattimo que enfatiza  que había que reciclar la historia y  con sus  actuales retales,  hacer una nueva que fuera capaz de deslumbrar por las páginas limpias, sin trampas ni cartón.

Se podría tratar de una manera de hablar provisional; tal vez contradictorio  como el simulacro, pero sabiendo que al mismo tiempo un adiós definitivo al razonamiento lógico es absolutamente imposible. La andadura se inicia quizás con una pérdida circunstancial y si se quiere con una renuncia, o de aquel que pretende guiarse por una ética de la debilidad.

 

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A Elías Canetti ya se le ocurre  que desde un punto preciso la historia dejó de ser real, pero se podría dar la tesitura que todo lo que había acontecido no había sido verdad y, por lo tanto, habría  que descubrir ese punto y hasta que no diéramos con él no nos  quedaría otra alternativa que convivir con la mentira la cual en este gran teatro del mundo calderoniano la máscara es variable y según convenga al momento se usará una u otra.

Todo es posible, pero los sociólogos que desarrollan un papel vital en la sociedad deben contribuir de manera efectiva a la compresión de la realidad social; y los filósofos que  no pueden abandonar el asombro tienen que dudar sobre el mundo que nos rodea y poner el interrogante  en las metamorfosis producidas  ante nuevas situaciones que parecen diferentes a las actuales a veces impulsados por los delirios de judicializar la política con papeles que implican, que acusan. De ahí que ante las acechanzas y las traiciones que puedan alterar una nueva realidad tienen que estar alerta, aquellos que teniendo un cierto bagaje intelectual deben arrimar el hombro, y no dejarse  embaucar por los reflejos de  sombras escurridizas.

La historia avanza, no es quietista, a veces  con páginas negras por el desastre y las guerras y otras  por la indigencia a la que se somete al ser humano pero aun queda mucho por hacer y denunciar, sobre todo, situaciones incomprensibles que se intentan camuflar como la gran verdad y única e invariable  realidad  social.

De ahí  que el término intelectual con toda la enjundia de conocimientos que   encierra y alta función a desarrollar seguirá siendo imprescindible, aunque sea luchando intelectualmente consigo mismo.