Crónicas pretéritas de mi pueblo de Frontera.
Por Donacio Cejas Padrón (2004).
Con el nombre de arrieros se llamaba a los vecinos de nuestro Valle de El Golfo, que tenían como actividad principal el transporte de mercancías entre diferentes pueblos de las Islas, si bien por la especial situación de El Golfo, sería seguramente donde más personas se dedicaban a estos menesteres, para ello contaban con varias bestias de buen porte y fortaleza principalmente mulos y mulas aunque también caballos y yeguas, y su actividad principal era transportar desde Frontera hacia los pueblos de la cumbre el vino que después sería embarcado hacia otras islas, de regreso las mismas bestias venían cargadas de mercancías diversas para los diferentes comercios que ya había en El Golfo, y en los difíciles años de la posguerra bajaban lo que entonces se llamaba “El Racionamiento”.
Con este nombre se conocían los productos básicos para la subsistencia de los vecinos, como aceite, arroz, jabón, petróleo, pescado salado, azúcar, fideos, harina, etc., entonces racionados en pequeñas cantidades que era lo que podía comprar cada familia en virtud del número de personas que la componían. Esta limitación para adquisición de productos de primera necesidad persistió hasta los primeros años de la década de los cincuenta y era coordinada por La Junta de Abastos, organismo oficial creado para el control y supervisión de los repartos, y que funcionaba en las mismas dependencias del Ayuntamiento en El Hoyo.
Estos mismos vecinos con sus bestias también hacían de transportistas de pasajeros entre El Puerto y varios lugares de El Golfo, especialmente hasta El Pozo de Sabinosa lugar donde acudían desde diferentes islas muchas personas a darse los baños y recuperar la salud perdida. Hoy que las comunicaciones en nuestra isla son tan fáciles y muchos más desde la inauguración del añorado túnel que une a El Golfo con los demás pueblos de la isla en apenas unos minutos, muy difícil resultará especialmente a los jóvenes comprender el sacrificio que suponía para los arrieros acompañar a sus mulas cargadas con mercancías o con pasajeros desde Sabinosa hasta el Puerto o viceversa, prácticamente todo un día caminando y que al regreso también había de procurarse venir con las bestias cargadas con vino, queso, o mercancías diversas para hacer algo rentable el viaje o la jornada.
Durante unos años recalaban en El Golfo Los Correillos y otros barcos que fondeaban en Punta Grande para desde allí recoger la carga, especialmente vino así como pasajeros y transportarlos a Tenerife o Gran Canaria, pero este servicio se interrumpió en la década de los treinta y no se volvió a reanudar por lo cual toda la carga había que embarcarse por La Estaca y lo mismo los pasajeros, pero yo si recuerdo aquellos veleros que fondeaban en Punta Grande en los años cincuenta para cargar leña y carbón bajados del monte hasta allí en mulas desde La Hoya de Los Carboneros y El Maderal, si bien desde los años cuarenta había carretera hasta San Andrés y después hasta Jinama, y fue en el verano de 1942 cuando bajó por primera vez un camión a El Golfo con la misión de transportar hasta el Pozo de Sabinosa al Capitán General, esta carretera, casi una vereda que bajaba por Artero ya no se interrumpió más y fue usada por camiones y demás vehículos hasta los primeros años de la década de los sesenta que se abrió la carretera actual que pasa por La Plaza de Candelaria.
Ya quedan pocos supervivientes de aquellos arrieros, por eso entrevistamos a D. Esteban Padrón, de San Andrés quien me ha contado con gran lucidez y privilegiada memoria anécdotas y pinceladas de su esforzada vida entonces, que transcurrió por bastantes años arreando tres mulas en un viaje diario o Valverde cargadas de vino para arriba y con diversas mercancías al regreso, me cuenta entre El Golfo y San Andrés la mayoría de la producción de vino de El Golfo, especialmente de Los Llanillos la sacaba el con sus mulas por El Risco de Jinama cuyo recorrido conocía tan bien que era capaz de andarlo de noche a oscuras, pues conocía todas las piedras del camino, todo el vino que subían sus mulas lo embarcaba D. Lorenzo Benítez para Las Palmas, y me hace un comentario emocionado de la calidad de sus mulas que con tres barriles de vino subían cada día el Risco de Jinama con gran voluntad y rapidez recuerda entre los arrieros de entonces a D. Lucas Quintero y su padre también llamado D, Lucas. D. Vicente Simancas de Sabinosa que transportaban en sus bestias los afamados vinos y quesos de Sabinosa, de Frontera a Alfredo, Dimas, Indalecio etc., y especialmente a D. Luis Barrera Lima, que por muchos años y con tres mulas se dedicó casi exclusivamente a esta tarea, transportando vino y otras cargas, incluso abono desde La Dehesa casi siempre mercancías de los hermanos Villarreal, propietarios del Pozo de Agua Nueva y de varios negocios en Las Palmas y que exportaban la mayoría de los vinos y productos de La Isla entonces para distribuirlos en sus establecimientos de Las Palmas. Durante algún tiempo Los Villarreales como se les llamaba entonces construyeron un carro que tirado por dos mulas y guiado por D. Luis Barrera era usado para el transporte de mercancías desde varios pagos de El Golfo hasta el embarcadero de Punta Grande, y también importaron dos camellos, llamados “Moreno y Palomo” que trabajaron en su finca de Agua Nueva en todos los menesteres, incluso trayendo abono del monte, y que los domingos cargaban en sus lomos a las hijas de D. Silvestre para llevarlas a misa a La Iglesia de Candelaria, y que a los niños de entonces nos producían gran miedo por su imponente porte y aspecto desconocido para nosotros.
D. Luis Barrera, años después, se hizo conductor de camiones y primero con Morris de Los Villarreales, con el cual tuvo un accidente en Tabano en el cual pereció una maestra natural de La Palma llamada Doña Emilia y que daba clase en El Hoyo, y después con otros propiedad de D. Nicolás Pérez y de otros comerciantes, terminó adquiriendo sus propios vehículos, El Commer TF 6653 y El Austin TF 9370, este último llegó a El Hierro el nueve de agosto de 1955 y tuvo su bautizo de trabajo colaborando en el transporte de vecinos para extinguir un pavoroso incendio declarado en El Pinar, y por muchos años fue el único transportista que había en El Golfo, incluso hizo por un tiempo también de transportista de pasajeros. Quienes conocimos a D. Luis Barrera no podemos olvidar nunca su imponente figura, pues era un hombre muy corpulento y que de joven había sido destacado practicante de la lucha canaria, pero lo recordaremos especialmente por su inigualable comporta-miento con todos los vecinos, nunca dejaba de recoger D. Luis a nadie en la carretera, sus camiones siempre estuvieron al servicio de quienes los necesitaran, y dejó una estela de gratos y agradecidos recuerdos para quienes le conocimos, su espíritu de colaboración y buena vecindad los transmitió a sus hijos, estimados vecinos en nuestro pueblo de Frontera que se honran noblemente imitando a su progenitor.
Y finalmente incluyo en esta crónica una curiosa fotografía de los años treinta en la cual aparecen varios vecinos de Frontera, entre ellos el querido tío Lucas de Los Corchos, en cuya casa los arrieros, al subir o bajar El Risco, tomaban su refrescante vaso de agua o vino. Fue siempre la casa del tío Lucas una parada obligada en el duro recorrido del Risco de Jinama, y tanto él como su esposa, Ángela, estaban prestos a atender a todo el que pasaba, ofreciendo también un plato de higos pasados. Son pinceladas de la historia de nuestro pueblo que conviene recordar...