En el camino de la historia: Polizones de la democracia

En el camino de la historia: Polizones de la democracia

Por Juan Jesús Ayala.

Se ha reflexionado por algunos pensadores de filosofía política, entre  los que destaca, Robert A. Dalh, en “La democracia y sus críticos” donde hace referencia a un sistema político, que en tiempos de crisis de la democracia   vendría bien pensar  gobiernos  que tiendan a la poliarquía con lo cual se daría cabida a aquellos que aun teniendo diferentes puntos de vista ideológicos hagan un esfuerzo para comprender que tal vez la única opción capaz de salvar escollos que ellos mismos han hecho insuperables  lleguen  a un acuerdo, sobre todo, para abordar desmedidos problemas, puesto que una democracia imperfecta es una desgracia para un pueblo, pero un sistema autoritario es una abominación.

Porque la acción política cuando no da soluciones a los problemas y estos se empantanan por presiones de unos y de otros con el afán de arrebatar gobiernos, entraremos en un galimatías que lo que conseguirá es marcar un rictus de estupefacción y cabreo monumental ante la inoperatividad establecida. 

Seguramente estaremos hablando de utopías y de difícil entendimiento entre partidos opuestos para afrontar cuestiones de envergadura; póngannos como ejemplo lo ocurrido con la DANA valenciana   que las culpas entre unos y otros dificultan las soluciones donde la exasperación es dominante percibiendo que se utiliza la desgracia humana como campo de batalla donde algunos permanecen agazapados para comprobar si fallan o no para enfilar al contrario con el discurso retórico de un día y otro: y así  las cosas se solucionan a medias si es que llegan a esa medida.

Muebles El Placer Pie

Y no digamos lo acontecido en Canarias con el grave problema de la inmigración y de los menores tutelados sobre el que se lleva demasiado tiempo echándose la culpa unos a otros  lo que ya raya en el esperpento mientras las muertes  en la ruta del Atlántico por no abordarse a tiempo a los que van sin rumbo no dejan de aumentar, mientras que en este escenario verdaderamente trágico, algunos responsables se limitan a contemplarlo desde el patio de butacas como un espectáculo más, como si no fuera con ellos. 

Sin embargo,  intuyendo que la poliarquía  es  difícil de aceptar por las distintas organizaciones políticas, aunque dicen que su  empeño está en solucionar el problema a una nación  a un pueblo o a un continente, pongamos  los 27 países que conforman la UE,  aparecen en esa gran tramoya de la política, los que no se detectan, pero mandan, los que se esconden en diferentes tramos de la administración pública, que  no mojan, pero empapan, o personajes que desde sus retorcidas y bien estudiadas estrategias y amparados por un maquiavelismo contumaz actúan como portavoces capaces de dirigir el rumbo de los gobiernos  como si fueran polizones de un barco secuestrado, pero ignoramos cuantos son,  y cuando dan la cara ya el barco ha encallado  o  atracado en un puerto distinto al que  el capitán pretendía arribar, puesto que los que han cogido el timón son los polizones de la democracia que intentan convencer en la corrección del rumbo. Y de nada vale  protestar alegando que el pasaje que se ha sacado no era para llegar al puerto del disparate, sino al de la concordia. 

Aun sabiendo que el mundo de la política se halla en la caverna donde la verdad no es nunca del todo posible. Lo que sugirió Platón en La República  que viene a refrendar que existe una relación entre el carácter de un régimen político y las cualidades de los ciudadanos o sea que desde un posicionamiento de polizones-furtivos incrustado en el sistema democrático este no cesará  de hacer aguas por diferentes sitios.