Crónicas pretéritas de El Hierro.
Por Donacio Cejas Padrón (2006).
Con mucho gusto le dedico mi modesta crónica del mes de agosto a D. Vicente Quintero Quintero. Comerciante herreño, natural de Sabinosa que por muchos años junto a sus hermanos Lucas y Domingo, ambos ya fallecidos, fue un referente insular en la exportación de los productos de nuestra isla, en especial, duraznos, higos pasados, queso, vino, lentejones, etc., allá por la década de los cincuenta, pero al mismo tiempo que su prestigio comercial se acrecentaba, no cambió nunca en su modo de ser, su trato sencillo humilde y laborioso a todas horas del día, me han inducido a hacerle una pequeña crónica acerca de su persona, desde mucho tiempo atrás tenía en mente este propósito que hoy he logrado hacer realidad, pues sus allegados me habían manifestado que D. Vicente no ha sido nunca muy entusiasta con salir en ningún medio de comunicación, pero afortunadamente para mí ha tenido a bien concederme un ratito para hablar de su vida, lo he visitado en su casa de Valverde junto a su esposa, reflejando ambos gran serenidad propia de su avanzada edad, pero gracias a Dios gozando de buena salud.
Me cuenta D. Vicente que se inició en el comercio allá por el año 1932 de la mano de su padre D. Lucas Quintero, que a su regreso de Cuba hacía comprado en Tenerife una Amasadora mecánica para elaborar pan, con la cual se inició en la profesión de panadero en Sabinosa, su pueblo natal, haciendo D. Vicente de repartidor del producto por el pueblo, fueron creciendo sus hermanos, y bajo la tutela de su padre pronto construyeron nueva obra para la panadería, qué ampliada tuvo junto a ella una tienda de ultramarinos, como se les llamaba entonces a estos establecimientos, dedicándose D. Vicente y sus padres, y poco después también sus hermanos, a subir San Andrés y Valverde con sus mulas una o dos veces en semana cargadas de queso, vino y otros productos de la tierra para la exportación, y regresando cargadas con productos importados para distribuir en su tienda, era habitual verlos pasar por Los Llanillos con sus bestias y acompañados por otros comerciantes del pueblo, entre ellos D. Vicente Quintero Simancas.
Así transcurrió la vida de D. Vicente algunos años hasta la interrupción forzosa La Guerra, estuvo siete años en vida militar, y al término de ella se reincorporó a la misma actividad. Unos años más tarde surgió en la familia la idea de comprar una tienda en Tenerife para vender productos de El Hierro, así en la década de los cuarenta comenzó, por tanto, la actividad de exportación e importación para esta familia gavetera, se trasladaron a Tenerife sus hermanos Lucas y Domingo a regentar la tienda y en poco tiempo se impusieron en Santa Cruz de Tenerife como referentes de la distribución de los productos herreños, en especial los duraznos. Me comenta D. Vicente que por aquel entonces la producción de duraznos en El Golfo era muy importante, miles de kilos de esta fruta eran recogidos dos veces por semana por comerciantes del pueblo para empaquetarlos en ceretos y exportarlos a Tenerife, en especial me recuerda a D. Juan González en Los Mocanes, a Da María Luisa en Las Lapas, Antonio Casañas en La Plaza y algunos otros, que a cambio de una comisión eran los encargados de recoger y preparar la fruta, que los jueves y domingos eran transportados hasta el Puerto por D. Luis Barrera en su camion Commer TF 6653. Oyendo lo que me comenta D. Vicente, es justo reconocer la lástima que produce el contemplar hoy nuestro Valle de El Golfo azotado por la temible plaga de la mosca de la fruta, que ha acabado prácticamente con este importante producto herreño, la falta de atención de quienes tenían la obligación de velar permanentemente a esta plaga ha conducido a la situación actual, ahora se empieza en nuestra isla como lo venían haciendo ya desde muchos años atrás en otras del archipiélago a tomar verdadera conciencia del problema y se están dando los pasos necesarios para mermar la plaga, pero ello debe continuarse con tenacidad y perseverancia, y esperemos que las campañas emprendidas tengan la necesaria continuidad. También era muy importante la exportación de queso de varios pueblos de la isla, especialmente de Sabinosa.
Por los últimos años de la década de los cincuenta, decidieron instalarse también en Valverde, abriendo un comercio en los bajos de la casa de D. Fernando Rivera en El Puente, donde hoy existe un establecimiento bancario, iniciando a la vez la construcción de su edificio propio en la calle San Francisco a donde se trasladó D. Vicente en 1962; ya para esas fechas había fallecido su padre, y los hermanos decidieron separarse, con lo cual D. Vicente comenzó su actividad en solitario y un poco después acompañado de sus hijas, llevó su establecimiento comercial a buenas cuotas de prosperidad y solvencia económica, sirviendo además como mayorista a comercios de toda la isla.
Por muchos años, primero con sus hermanos, y después en solitario, mantuvo una sociedad de transporte con el recordado D. Luis Barrera, todos los herreños de aquellas épocas sabemos cuántos favores le debemos a D. Luis, que con su imponente figura de luchador impresionaba a los funcionarios del puerto que a veces querían extralimitarse en sus funciones cometiendo bastantes abusos, me comenta D. Vicente con mucha gratitud, que gracias a D. Luis pudo lograrse cierta discrecionalidad en los asuntos portuarios, y me reitera la buena armonía que rodeó siempre a esta sociedad con D. Luis, que duró muchos años.
Si yo tuviera que resaltar alguna virtud en particular de D. Vicente, además de su seriedad y eficiencia en el manejo de sus negocios que siempre llevó con exquisita pulcritud, destacaría su humildad, nunca fue D. Vicente una persona jactanciosa, y mantenía con gran satisfacción y honra su condición de gavetero sin integrarse excesivamente en la sociedad de Valverde, nunca le deslumbraron los hábitos de la capital, y todos los fines de semana, invariablemente, conduciendo con cierta dificultad su Land Rover TF 8733 bajaba a Sabinosa para disfrutar de la tranquilidad de su querido pueblo.
El tiempo, los años, la vida, le aconsejaron a D. Vicente retirarse del comercio, que no tuvo continuidad en sus descendientes, y hoy vive con mucha serenidad junto a su esposa, ambos con buena salud gracias a Dios disfrutando del merecido descanso, y con el recuerdo permanente de su queridísima hija Oria, a la que Dios se llevó tempranamente y que reposa para siempre en su pueblo de Sabinosa. Me muestran alguna foto de esa hija tan amada, y no puedo menos que compartir su aflicción por tan irreparable pérdida.
Recibe constantemente la visita de todos sus familiares, en especial de sus nietos, que le llenan de cariño y atenciones, lo mismo que sus hijas e hijos políticos, y así dejan transcurrir los días y los meses con paz y tranquilidad.
Dejo a D. Vicente y su esposa con la íntima satisfacción de haber logrado que en nuestra querida revista La Voz de El Hierro, que sin duda será un referente de nuestra historia insular, pueda aparecer mi modesta crónica haciendo una brevísima semblanza de un gran comerciante de pasadas épocas, pero por sobre todo, tratando de haber plasmado en ella la certeza de las grandes virtudes humanas de un buen hombre como ha sido D. Vicente Quintero, a quien de corazón deseo lo mismo que a su esposa, muchos años de vida.