Por Luciano Eutimio Armas Morales.
El pasado viernes día 17, asistí en la Plaza de Tigaday al acto convocado como un Debate Público sobre el Parque Nacional Marino, con la participación del doctor en derecho de la Universidad de La Laguna Ángel Lobo, y el biólogo Juan Luis Silva, moderados por el senador de El Hierro por AHÍ, Javier Armas.
Se enmarca este acto, en la polémica que se ha creado en la sociedad herreña sobre la conveniencia o no de un parque nacional marino en la costa sur de la isla de El Hierro, con posturas enfrentadas y radicales, que incluso han sido motivo de manifestaciones populares y de mociones políticas en instituciones de la Isla.
En realidad, el debate debía ser muy sencillo: poner en una balanza los beneficios e inconvenientes de la creación de ese parque nacional marino en nuestras costas, en los ámbitos sociales, medioambientales y económicos, posibles inconvenientes, y a partir de ahí, proponer la alternativa más favorable para los herreños con la vista puesta en futuras generaciones.
Pero cuando un posicionamiento no se basa en un análisis racional y objetivo de los hechos, sino en sentimientos de temor a las consecuencias y a una defensa afectiva de supuestas tradiciones, alimentado todo a veces por bulos y análisis sesgado de los hechos o de las propuestas, ocurren esos enfrentamientos viscerales e intolerancia a un dialogo, porque en el fondo se habla con dos idiomas diferentes: el de la razón, y el de los sentimientos, que como dice Ramón Lobo, “Se basan en ilusiones colectivas que nacen del miedo, la ignorancia y de la necesidad de pertenecer a una colectividad”.
¿Qué beneficios reportaría la creación de un parque nacional marino en las costas de El Hierro?
No vemos a repetir argumentos ampliamente conocidos y debatidos, como los indudables beneficios medioambientales y de sostenibilidad, los beneficios sociales y de imagen de la propia isla de El Hierro en el exterior con efectos inducidos en el turismo, así como los beneficios económicos directos e indirectos.
Con la propuesta de creación de ese Parque Nacional Marino, los pescadores de caña no se perjudicarían absolutamente en nada; el buceo y las actividades subacuáticas, tampoco; a los pescadores profesionales, tampoco les perjudicaría; los pescadores de caza submarina, tampoco tendrían inconveniente alguno; el turismo asociado a actividades acuáticas, sin problema…
¿Y a quién perjudicaría?
Únicamente perjudicaría a los furtivos, porque habría más vigilancia en las costas, y perjudicaría a los pescadores deportivos con embarcaciones de alta gama, alguno de los cuales han sido denunciados por pescar cientos de kilos de forma ilegal, para luego venderlos en Tenerife.
Si resulta que el Estado quiere hacer un regalo a los herreños, haciendo una cuantiosa inversión, creando puestos de trabajo, dotando a la isla de una etiqueta con prestigio internacional que sería también un reclamo turístico, contribuyendo a la sostenibilidad medioambiental, beneficiando además a los pescadores de caña, a los pescadores de pesca submarina y a los pescadores profesionales, porque al existir más vigilancia controlarían mejor a los furtivos y a los depredadores de grandes embarcaciones deportivas, y tendrían más posibilidades de capturas. ¿Dónde está el problema? Creo, como se suele decir, que los herreños tendríamos que estar aplaudiendo con las orejas este proyecto.
¿Qué dicen los que se oponen? Ante la falta de argumentos para oponerse a una iniciativa como esta, recurren a alegatos como que hay que conservar los usos y costumbres, con lo cual habría que volver a la caña fija con punta de cuerno de cabra e hilo de cobre; o que es una actividad de subsistencia, como si una familia que no tuviese para comer, pudiera solventar el problema yendo a pescar; o que habría que hacer un referéndum entre todos los herreños. Argumentos que además de inconsistentes suenan ridículos, por no hablar de verdaderos bulos o tergiversaciones, que también circulan.
Decía Juan Luis Silva, biólogo, uno de los ponentes, que nuestra isla tenía una verdadera joya submarina de biodiversidad en el mar del sur de nuestras costas, y se pronunciaba el otro ponente, el profesor Ángel Lobo, en términos similares. Pero bueno… si tenemos una verdadera joya submarina, lo propio es que tratemos de cuidarla y protegerla, ¿No?
En realidad, algunos representantes de AHÍ, han pasado del PARQUE NACIONAL MARINO, NO, con rotundidad, al PARQUEN NACIONAL MARINO, SÍ, PERO… Y este “Sí, pero…” viene motivado en una falta de información y a que esta iniciativa debe estar creada, motivada, compartida o cogestionada, por el Cabildo Insular de El Hierro. Pero si la gestión que están dispuestos a hacer es como la que hacen de la Reserva de la Biosfera o del Geoparque Mundial de la Unesco, apaga la luz y vamos.
Respecto a la falta de información, creo que este es uno de los proyectos de ley más debatidos y compartidos e informados, con muchas reuniones del equipo redactor con diversos colectivos ciudadanos y profesionales, recogiendo algunas sugerencias e incluso con prórroga del periodo de alegaciones tras la aprobación inicial. Que debe aprobarse en Consejo de Ministros, y que, tras la información pública, recogida de alegaciones y de informes técnicos, sería aprobado definitivamente en otro Consejo de Ministros. Luego, ese proyecto de ley debería ser debatido en el parlamento y sujeto a la presentación de enmiendas antes en la aprobación definitiva.
Por normativa estatal y normativa europea, la responsabilidad de la creación de un parque nacional marino es competencia del estado. Tras ser aprobado y publicado en el BOE, debería redactarse un plan de uso y gestión en el que podrían participar Cabildo Insular y Gobierno de Canarias, para que estos pudieran cogestionar o que determinadas competencias les fuesen transferidas. Más transparente y participativo, imposible.
El proceso legislativo es de años, y con las incertidumbres del gobierno que tenemos, su final es incierto. Decía un vecino de Tigaday que estaba sentado cerca: “Estos no dicen la verdad y hacen circular bulos. Como cuando la lanzadera: decían que si se instalaba en El Hierro, las cabras iban a parir chivos de dos cabezas. Al final nos quedamos sin lanzadera y nos quedaremos sin Parque Nacional Marino”. Pues eso.