Por Juan Jesús Ayala.
La ciudad suiza de Davos fue conocida en su época por la novela de Thomas Mann, “La montaña mágica”, donde en el Sanatorio antituberculoso existente se encontraba internada su esposa para curarse de esa enfermedad infecciosa al que el director le sugirió que permaneciese internado por una temporada, lo mismo que el protagonista, Hans Castorp, que llegó como visitante y prolongó su visita unos días más que aprovecha para construir una profunda reflexión sobre el tiempo, la enfermedad, la política, la muerte y la estética.
Pero en el trascurrir del tiempo en Davos más que reflexionar se procura elaborar estrategias comerciales que se traduzcan en multimillonarias ganancias por los poderosos del mundo para no quedarse atrás en avances que van a poner a disposición del mundo, bien para nuevas implantaciones tecnológicas o para su paulatina destrucción como seres portadores de neuronas y con capacidades a desarrollar que se quedarán en embrión.
Actualmente, se reúnen cada año bajo el ampuloso título del Foro Económico Mundial, que es una organización no gubernamental internacional fundado en 1971 por eleconomista suizo-alemán, Klaus Schwab, que hace ya el número 55 y bajo el lema "Colaboración para la era inteligente". Cuyo empeño es conseguir un mundo globalizado gobernado por una coalición de corporaciones internacionales, gobiernos y organizaciones de la sociedad civil seleccionadas en lugar de las estructuras democráticas clásicas. Es decir, menos democracia y más tiranía de un capitalismo con cara menos amable.
El Foro Económico Mundial de Davos no fue para emular las reflexiones de la Montaña Mágica de Thomas Mann, es más simple y mucho más peligroso porque los magnates del mundo allí reunidos como un aquelarre macabro diseñan que rumbo se podía trazar a una sociedad que dicen, anda enferma a la que había que poner remedio, Y para ello debaten sobre los problemas globales y la búsqueda de soluciones, desde el concurso de 1000 compañías líderes que son empresas regionales o globales para trasformar desde la innovación el avance tecnológico que aumente su gran e insaciable negocio.
Da la sensación como si el argumento de la Montaña Mágica se repita en la historia y cada año los que acuden a ese Foro pregonan las bondades y exquisiteces de una tecnología que destroza conductas poniendo la mentira en el pico de su montaña con nuevos argumentos, pero ahora escurren el bulto y personalizan el negocio en el receptor para que cada cual se haga responsable de los dispositivos que tendrán que manejar, hasta las virtualidades que podrán verse reflejadas, pero no detectadas donde el mundo enfermo es tan real como la tuberculosis del Sanatorio Wald de Davos.
El mal no se acaba, la civilización desde un amoralismo torpe y premeditado sigue avanzando a costa del provecho de unos pocos para que unos muchos retrocedan; y cuando parece que todo estaba ordenado, da la cara un nuevo orden o desorden, como es el de los magnates que arropan al gobierno del mandatario norteamericano y que manejan dispositivos inmejorables y mentiras muchos más inmejorables.
Y en esas estamos ante la duda que tuvo Franklin, uno de los redactores de la Constitución en 1877, que al preguntarle que había salido de las discusiones manifestó: “una república si podéis sostenerla y se aleja de la tiranía”.
En definitiva, que en la cúspide de Davos van ganando los que procuran acallar la crítica que se hace al poder, degradando la palabra que ensancha la democracia y acercándose con un ritmo trepidante y amenazador a los linderos de la tiranía.