Crónicas pretéritas de mi pueblo de Frontera.
Por Donacio Cejas Padrón (2006).
Allá por 1952 se iniciaron los estudios de bachillerato en Frontera, fue el maestro herreño D. Juan Melchor quien comenzó a impartir clases a este nivel contando inicialmente con dos alumnas, desgraciadamente ambas ya fallecidas, Luky González Hernández y Pili Cejas Lima, las dos culminaron carrera universitaria llegando a ser profesoras de enseñanza primaria, pero realmente fue en 1953 cuando se fundó la Academia para clases de bachillerato en Frontera, la constituyeron los maestros D. Francisco Ardevol Blanch, D. Luis Martín, su esposa Doña Guillermina, también maestra, y el párroco D. Fidel Henríquez González, y se instaló en Belgara Baja, en la casa de Dª Carmen Casañas, en 1954 fue trasladado el párroco y sustituido por D. José Segura, ilustre sacerdote de perdurable recuerdo en nuestro pueblo por la fecunda obra que dejó realizada y que sus alumnos y los vecinos de Frontera no hemos olvidado.
Entre los alumnos que comenzaron el bachillerato en Frontera en esos años, recuerdo a Carmelo González, Juan Pedro Castañeda, Fernando Fernández, Dulce María Rosales, Olivia Pérez, Donacio Cejas, Maritere Acosta, Chencha Abreu, Luky González, Agustín y José Miguel León, Valentín Gutiérrez, Juan Arteaga, Rafael y Cayo Armas Benítez, y algunos más que escapan a mi memoria, casi todos terminaron el bachillerato elemental y varios de ellos hoy son profesionales universitarios todos nos honran. En 1956, cuando D. Luis fue trasladado al pueblo de El Pinar, su sucesor D. Amador se incorporó a la academia siendo un excelente profesor, especialmente de matemáticas, pero según mi parecer el maestro que realmente dio impulso y consolidación a la academia fue el querido maestro D. Francisco Ardevol, que procedente de Cataluña llegó a nuestro Valle de El Golfo en 1953 y cambió radicalmente el proceder y actuar de los maestros que habíamos tenido en Frontera, y que casi siempre no pasaban de un curso o dos entre nosotros para después concursar a escuelas de más categoría, D. Francisco llegó para quedarse, se hizo un vecino más, compró su casa y sus huertas, se casó con D" María Luisa González, hija de D. Rafael González, por muchos años maestro en Sabinosa, y se integró plenamente con sus vecinos. Procedía de una Escuela de Minas de Manresa, y dominaba tanto las ciencias como las letras y el idioma Frances, los alumnos que llegaban a Tenerife a examinarse de Reválida sorprendían a los profesores por la calidad de su preparación. Además, dominaba a la perfección la Contabilidad, y por las noches en su casa, a la luz de un humilde quinqué y gratuitamente, nos enseñaba esa importante materia que tanto nos ha servido a lo largo de la vida. Formó un fructífero equipo con el párroco y los otros maestros incluso para presentar obras de teatro de alta calidad en el Casino de Tigaday, fue un colaborador eficaz del párroco y del Ayuntamiento para la preparación de La Bajada de La Virgen de Los Reyes al Golfo en el año 1957 con motivo de su nombramiento por el Ayuntamiento de Frontera como Alcaldesa Perpetua de El Municipio. Con la mejor buena fe hemos propuesto al Párroco actual y al Obispado repetir aquel acontecimiento que resultó extraordinario e inolvidable, sencillamente pretendiendo que al cumplirse el 50 aniversario del mismo, pudiera ser repetido con la misma devoción, con el mismo espíritu de concordia, sin ninguna otra intencionalidad que no fuera rendir tributo a nuestra Madre Amada y a las personas que entonces tuvieron la feliz idea de tan magna procesión, debiendo recordarse que las imágenes sagradas que tenía entonces la Parroquia, se fueron repartiendo por varios sitios de nuestro Valle entre La Plaza y Los Llanillos y que al encuentro con La Virgen de Los Reyes se incorporaban a la procesión que venía desde Sabinosa, incluso Nuestra Señora de La Paz, de La Iglesia de El Pinar fue traída expresamente a Frontera y en Artero se encontró con La Patrona Insular y se incorporó a la procesión, el haberse logrado la Bajada a Frontera de La Virgen de Los Reyes y serle impuesto el bastón de mando por el Alcalde de entonces D. Mauro León Padrón en un escenario levantado frente a La Iglesia, y el haberse logrado darle al acontecimiento un carácter eminentemente religioso y en total concordia y armonía de todos los pueblos de nuestra isla, debiera servir de ejemplo, de referencia para quienes vivimos esta época por cierto carente de algunas virtudes que los mayores de entonces practicaban. Quizás tengamos que sonrojarnos por no haber sabido heredar ciertas pautas de convivencia y armonía que tan buenos resultados produjo a la sociedad herreña, y que hoy echamos tanto de menos, y que tanto daño están produciendo a nuestra isla. Cuando las sociedades, los pueblos, toman el camino de la fragmentación como meta, cuando se piensa que el éxito está en la diferenciación, en la separación unos de otros, en una isla tan pequeña y tan necesitada de unión y coincidencias en todos los órdenes para hacernos más grandes y fuertes cada día, algo está funcionando mal, alguien ha perdido el norte, ojalá me equivoque.
He pretendido con esta modesta crónica rendirle tributo a aquellos queridos maestros y párrocos, que en extrema precariedad, sin medios materiales, tuvieron la feliz idea de traer a nuestro valle los estudios de bachillerato, y lograron sacar adelante su proyecto tan fructífero, y además nos cabe la honra de saberles formadores integrales de sus alumnos en todos los órdenes de la vida, unos pudieron culminar estudios universitarios, otros no, pero a todos nos quedó el fruto de su esfuerzo, de sus ejemplos virtuosos que nos han acompañado a lo largo de la vida para ser sencillas personas de bien. D. José Segura permaneció en Frontera nueve años durante los cuales se rodeó del cariño de sus vecinos, sus obras fueron fecundas, logró levantar el nuevo campanario, el piso de la iglesia, el aljibe, las aceras que rodean el templo, incorporó nuevas imágenes sagradas a la parroquia, y todo ello sin medios algunos sino el cariño y la ayuda de sus vecinos. Trajo algunos amigos desde su Bañadero natal en Gran Canaria, para que conocieran Frontera, y cuatro de ellos se quedaron a vivir entre nosotros y hoy son unos vecinos más, me refiero a Ricardo Puyol, Pepe Díaz, Adolfo Betancor, y Pepito, ese mecánico tan querido por todos y al cual acudimos siempre que nuestros coches se nos estropean, y qué vecino de La Plaza con su esposa Mariló ayuda en sus tareas a nuestros párrocos, que Dios les dé larga vida, y que Adolfo recupere su salud es mi deseo.