Por Alfredo González Hernández.
Cuando insistentemente se habla de "crisis humanitaria" en referencia al fenómeno de la inmigración, especialmente en El Hierro, ¿a qué nos referimos? ¿Qué nos está preocupando realmente? ¿Es la mala situación de los inmigrantes lo que nos inquieta, o nos mueven otros intereses?
El manido uso de esa expresión pudiera denotar que nos afligimos del padecimiento, de la grave situación y del estado de necesidad que sufren estas gentes cuando arriban a nuestra isla. Reflexionando desde una perspectiva suspicaz y viendo todo lo que sucede en torno a este fenómeno migratorio, parece que detrás de ese eufemismo se esconde la intención de afirmar que quienes están en crisis son otros.
Y es legítimo tener estas dudas porque hay cosas que no aparecen nítidas.
Si al usar el término "crisis humanitaria" nos estamos refiriendo a que hay auténtica conciencia y preocupación por el estado precario que sufren los inmigrantes cuando llegan a la isla y que esta precariedad en parte se prolonga durante los días que permanecen aquí, ello no se concilia con la inexistencia de acciones decididas dirigidas a paliar su mal estado y llegar al fondo de sus necesidades por parte de instituciones, entidades, partidos políticos y la propia sociedad herreña, al menos en los días que estén entre nosotros. Por ello es comprensible que se dude que esta sea la verdadera razón.
Pero aún existen razones para dudar de que la crisis que pueda estar afectando a otros sea real o, al menos, no en la medida en que se trata de hacer ver. La principal razón que haría dudar de la existencia de crisis económica en alguna zona o sector, o de crisis o conflicto social que no se vislumbra, es la ausencia de datos económicos o sociales que debieran haber sido aportados por las instituciones o por los propios sectores que dicen verse afectados. Todo ello genera una gran incertidumbre que lleva a desconfiar de cuáles son las auténticas razones del aparente malestar de parte del pueblo de La Restinga y de algunos sectores que se consideran perjudicados por este fenómeno. Todo ello sin olvidar el evidente interés de sectores reaccionarios y xenófobos, magnificando y tergiversando los efectos de la crisis y, por qué no, de algún inconfesable interés político más sutil, todo ello enmascarándose en la eufemística “crisis humanitaria”.
No estaríamos siendo sinceros con la sociedad herreña si no le hablamos con transparencia y le damos a conocer las verdaderas consecuencias de esta crisis y sus magnitudes, así como las medidas más eficaces que debieran tomarse para paliar los efectos negativos, al margen de intereses espurios.
Nuestra clase política tiene mucha responsabilidad en como encauzar esta crisis. Quizás piensen algunos que no hay que parecer tibios ni menos reivindicativos que otros en esta escalada por alcanzar el máximo protagonismo y que no hay que arriesgar ninguna cuota de confianza popular. Se equivocan.