Por Luciano Eutimio Armas Morales.
Juan Francisco de León nació en el pueblo de Tiñor el 19 de marzo de 1692 en el seno de una familia numerosa, y emigró a Venezuela a la edad de diecinueve años. Has de saber, querido nieto, que nuestra Isla de El Hierro ha sido históricamente muy pobre en recursos y medios de vida, y la emigración ha sido la válvula de escape por necesidades de supervivencia. Y a tan temprana edad, Juan Francisco cruzó el océano Atlántico en un velero, con el que arribó al puerto de La Guaira.
Al llegar a Venezuela se estableció en la Plaza de Candelaria, en Caracas, y se casó con Lucía García, de cuyo matrimonio nacieron catorce hijos. Un joven con inquietudes y espíritu emprendedor, se encontró de pronto en un gran país con muchos recursos y gran futuro, en el que todo estaba por hacer. Aprendió a leer y escribir a la edad de treinta años mientras trabajaba en la agricultura de maíz y yuca en los valles de Baruta y Chacao, pero su mente inquieta le llevó a nuevos horizontes.
Explorando terrenos próximos a Caracas, se percató de la fertilidad de las tierras y las posibilidades del cultivo del cacao, y comenzó las plantaciones del mismo en los valles del Rio Tuy, en el estado de Miranda. Se dirigió entonces al comandante general de la provincia de Venezuela, Martín de Lardizábal, y con el permiso otorgado por real cédula para la fundación de Panaquire, realizó el acto formal de la fundación de la ciudad el 4 de marzo de 1734, de la que, por cierto, el nombre de Pana-Quire resulta de la palabra compuesta “pana”, (Amigo), y “quire”, (Hombre).
Juan Francisco de León fue el iniciador y promotor del cultivo de cacao, y pronto los valles del rio Tuy próximo a Panaquire fueron ocupados por colonos isleños, pardos, (Mestizos de españoles, indígenas y negros), y mulatos, que extendían el floreciente negocio de estos cultivos, de los que Juan Francisco llegó a tener catorce mil árboles plantados en 1742.
Los pequeños hacendados, en su mayoría isleños, como te decía, cultivaban ellos mismo con su familia los terrenos que tenían sin recurrir a utilizar esclavos. En cambio, los grandes hacendados que habían conseguido concesiones de tierra otorgadas por la Corona de España, como las familias Tovar, Rivas, Urdaneta, Mendoza, Ibarra o Sucre, utilizaban esclavos en sus grandes plantaciones de tabaco, caña de azúcar o cacao.
Juan Francisco de León, para atender a su hacienda en Panaquire, contaba con su misma familia, (Tuvo catorce hijos), como hacían muchos otros colonos isleños que se habían establecido en aquel valle. Imagínate, después de haber salido de una isla volcánica y siempre sedienta, en la que imploraban a su patrona, la virgen de los Reyes, que cayese algo de lluvia para calmar la sed de ellos y de sus ganados, y donde nunca había agua para regar, se encontraban de pronto en un fértil valle, con abundantes lluvias y por medio del cual discurría un rio. Aquello era como el paraíso.
El cacao lo vendían a un precio que en el año 1735 era de 18 pesos por fanega, (Una fanega equivale aproximadamente a 55 kilos), lo que les resultaba bastante rentable y les permitía mejorar su nivel de vida. Esto atraía a Barlovento a colonos de otros estados, lo que provocó que el pequeño poblado de Panaquire que había fundado Juan Francisco de León con una treintena de colonos isleños, negros, esclavos liberados e indígenas de la etnia Tomusa, se convirtiese en una próspera población de más de mil habitantes, en una época en que toda Venezuela no llegaba al millón de habitantes.
Conociendo la capacidad de liderazgo de Juan Francisco de León, muy apreciado por todos los colonos, el gobernador general de la provincia de Venezuela, Gabriel José de Zuloaga, le nombró Comisario de la Jurisdicción Real del valle de Panaquire, con la facultad de “hacer sumarios, prender personas y conocer de causas civiles y criminales contra cualquier ciudadano”. Era, como si dijéramos, el gobernador y juez del valle de Panaquire, aumentando luego su jurisdicción sobre los valles de Curiepe y El Guapo.
A todas estas, la Compañía Guipuzcoana había recibido en 1728, por parte del rey de España Felipe V, el privilegio de controlar y regular la producción y comercialización del cacao en la provincia de Venezuela, y aunque en principio no había intervenido en el valle del rio Tuy, a medida que se incrementaba la producción, hacían acto de presencia e imponían unos precios, que bajaron desde los 18 pesos por fanegada en 1735, a 9 pesos en 1741 y a 5 pesos por fanegada en 1749.
Esa bajada de precios que llevó a cabo la Compañía Guipuzcoana amparada en su monopolio, provocó como reacción que los colonos buscasen alternativas, y se produjo un desvío de parte de la producción de cacao a vías de contrabando, como a los holandeses de Curacao, con lo que los colonos conseguían precios superiores a los que ofrecía la Compañía Guipuzcoana.
Resulta evidente, querido nieto, que Juan Francisco de León conocía esta situación y la toleraba, porque de esta forma los colonos conseguían una renta mas justa por su producción de cacao ante los precios irrisorios que ofrecía la compañía Guipuzcoana, pero por las presiones de esta al nuevo gobernador de la provincia de Venezuela, Luis Francisco Castellano, nombrado en 1747, consiguieron que destituyese a Juan Francisco de León de sus cargos el 7 de marzo de 1749, con la intención de acabar con el contrabando de cacao.
Indignados los agricultores del valle por amparar el dominio de la Real Compañía Guipuzcoana, que les imponía precios ridículos por su producción y les hacía perder la relativa prosperidad que el contrabando les traía a la región, se produce un movimiento de protesta contra los abusos y el monopolio de la mencionada sociedad, que es liderado por Juan Francisco de León.
Esa revolución popular, lo que pretendía era conseguir el libre comercio y la libre competencia, y que acabaran con los privilegios de la Compañía Guipuzcoana, y con este objetivo, el 19 de abril de 1749, unos 600 agricultores del valle del Tuy armados con armas que habían comprado a los holandeses y liderados por Juan Francisco de León, ocupan Caracas, y lanzan un manifiesto pidiendo al rey de España su intervención. El gobernador Luis de Castellanos, ante la llegada de los agricultores, huye de la ciudad y se refugia en una fortaleza de La Guaira.
Los revolucionarios, después de ocupar Caracas, se dirigieron a La Guaira, donde estaba refugiado el gobernador y su séquito, a los que exigieron la extinción de la Compañía Guipuzcoana y sus privilegios, y revocar el nombramiento del nuevo teniente de Justicia y Juez de los Comisos, que estaba vinculado con la Compañía Guipuzcoana.
En Caracas también existía cierto malestar con los privilegios de los vizcaínos, y el Cabildo de Caracas también envió una delegación con Lorenzo Ponte de Villegas y el marqués de Mijares, que acompañaron a Juan Francisco de León a La Guaira para negociar con el gobernador. Este les manifiesta que accedería a sus justas peticiones, y que enviaría sus quejas al rey de España, Felipe V, para que procediera, con lo cual acabó la rebelión y Juan Francisco y sus hombres se retiraron de Caracas.
Posteriormente, el gobernador de Venezuela Luis de Castellanos manifiesta que su promesa fue hecha bajo coacción, y fuese por ese motivo, o porque el rey no vio con buenos ojos esta reivindicación, la compañía guipuzcoana seguía disfrutando de sus privilegios, y aún aumentados, con lo que los colonos rebeldes se sintieron engañados.
Ante esta situación, con el malestar de los agricultores del valle del Tuy, malestar que también se manifestaba en otros colonos del estado de Miranda, y al constatar que la Compañía Guipuzcoana seguía literalmente exprimiéndoles con la complicidad de las autoridades delegadas por el rey de España, Juan Francisco de León promovió una segunda marcha sobre Caracas al siguiente año, en 1750, para exigir al gobernador Castellanos el cumplimiento de sus promesas.
En esta segunda marcha, querido nieto, la reivindicación no era ya solamente de carácter puramente económico pidiendo la libertad del comercio de cacao, de navegación y de comercio del mismo, sino que apoyados también por “nobles y plebeyos” de Caracas, como bien dijo el mismo Juan Francisco y en le malestar de la población, se convirtió en un movimiento con más contenido social y político y germen de un sentimiento patriótico, contra una monarquía represora y extractiva, que solo aspiraba a aprovecharse de la riqueza de Venezuela a costa de estrujar las condiciones y medios de vida de los venezolanos.
De nuevo el gobernador huyó a refugiarse en La Guaira, pero entonces, siguiendo con la política represiva implementada por el rey Borbón Felipe V, guiada por la avaricia y el despotismo, sustituyó al gobernador Castellano por militares más radicales y represivos, como el teniente general de los ejércitos Felipe Ricardos, que, con tropas llegadas desde Europa, tenían la consigna de capturar al rebelde Juan Francisco de León.
El 13 de septiembre de 1751, el gobernador y capitán general de la provincia de Venezuela, Felipe Ricardos, que te nombré anteriormente, publica un edicto anunciando que se entregarían dos mil pesos fuerte a quien capturase a Juan Francisco de León y a sus hijos Nicolás y Francisco, y estos, tras unos meses huyendo de las autoridades, se entregan a las mismas.
En esa lucha represiva contra los rebeldes, capturaron al isleño Andrés Rodriguez Betancourt, que lo fusilaron, y al mulato Juan Muchingo y el zambo Raimundo Romero, que fueron ahorcados. Y el 28 de marzo de 1752, Juan Francisco de León es enviado, junto a dos de sus hijos, a la prisión del Arsenal de la Carraca, en Cádiz, donde falleció a los pocos meses, el 2 de agosto de 1752.
El general Ricardos, no satisfecho con la muerte de herreño, le declaró traidor el 25 de septiembre de 1753, y su casa, frente a la plaza de la Candelaria en Caracas, fue arrasada y sembrada con sal, para que ni la hierba creciera sobre sus ruinas, e hizo colocar una placa que decía:
“Esta es la justicia del Rey Nuestro Señor, mandada a hacer por el Excmo. Sr. Felipe Ricardos, Teniente General de los Ejércitos de su Majestad y Capitán General de la provincia de Caracas, con Juan Francisco de León, que fue amo de esta casa, por pertinaz, rebelde y traidor a la Real Corona. Esta casa ha sido derribada y sembrada con sal, para la perpetua memoria de su infamia.”
El 30 de septiembre de 1811, durante los primeros meses de la independencia venezolana, se llevó a cabo una ceremonia solemne para demoler el "padrón de ignominia" que había sido colocado en 1753 sobre las ruinas de su casa en la parroquia La Candelaria. Posteriormente, los terrenos donde se encontraba su casa fueron devueltos a sus descendientes, y se colocó una placa conmemorativa en su honor. Además, en 1949, con motivo del bicentenario de su entrada en Caracas, se colocó una lápida en la plaza La Candelaria, y en 1973, se bautizó con su nombre un liceo en Caucagua y se inauguró el puente Juan Francisco de León sobre el río Tuy, en la vía que une Panaquire con la carretera Caucagua-El Guapo.
El escritor y divulgador venezolano Germán Jiménez, atribuye a este herreño universal, el primer atisbo de la lucha por la libertad del continente americano: “A pesar de su trágico final, la gesta de Juan Francisco de León y su valerosa resistencia contra el poder establecido en el siglo XVIII, permanece como un antecedente fundamental en la búsqueda de la justicia y de la libertad de los pueblos americanos”.
Del libro; “Monólogos con mi nieto II: Mi infancia son recuerdos de Roques de Salmor”. Capítulo XIV: Herreños singulares, del que soy autor.