Crónicas pretéritas: Los molinos de Gofio en El Golfo

Crónicas pretéritas: Los molinos de Gofio en El Golfo

Por Donacio Cejas Padrón. 

Crónicas pretéritas de mi pueblo de Frontera. 

Dedicaré gustosamente mi modesta crónica del mes de agosto a rememorar la evolución de las distintas "máquinas" para moler los cereales y producir el gofio en nuestro hermoso Valle de El Golfo, reiterando siempre los posibles errores en que involuntariamente pudiera incurrir al tratarse de hechos y circunstancias sucedidas hace ya algunas decenas de años.

Para los canarios, y para los herreños en particular, el gofio fue un elemento fundamental en su dieta diaria, se consideraba que en la casa que hubiera cereales - trigo, cebada, habas, - además de higos pasados y papas, era una casa de las llamadas "fuertes" pues tenían asegurado el sustento a lo largo del año, y los pueblos que más cereales producían eran los de la zona Norte de La Isla y La Meseta de Nisdafe, que sin lugar a dudas eran el granero de la isla.

Para moler los cereales y producir el gofio, hasta la segunda década del pasado siglo no había en El Golfo otro procedimiento que no fuera el molino de mano, y era costumbre realizar "la molienda" en varias casas del Valle donde hubiera molino, para ello se avisaban los vecinos y programaban las distintas moliendas, que a su vez servían de tertulia entre los mayores y de oportunidad para el romance entre los jóvenes, se decía entonces que de las moliendas surgían los amores entre la juventud, pues el palo del molino lo movían dos personas, y los jóvenes buscaban la oportunidad de coincidir en tal menester a la vez que se dedicaban canciones de la época.

Según las noticias que tengo, la primera "máquina" de gofio que se instaló en El Golfo estuvo instalada en Bergara en casa de tío Dimas González, propulsada por un motor a gasolina, eso sucedió a mediados de la década de los años veinte del pasado siglo y funcionó algunos años hasta que tío Dimas se la vendió a D. Juan Febles para instalarla en otra casa de El Hoyo, pero allí tuvo muy poca actividad.

A principio de los años treinta ya se instalan dos máquinas para moler el gofio en Tigaday, frente a La Plaza, sus dueños eran D. Juan Miguel Armas y D. Juan Gutiérrez, y ya desde esa fecha las llamadas "moliendas" en casas particulares fueron cayendo en desuso, y los molinos artesanales quedaron como algo testimonial y que casi solamente se usaban para producir “Fragollo".

En estas dos máquinas se procesaba todo el gofio que se consumía en El Golfo, molían casi continuamente tanto cebada como trigo, millo y habas o garbanzos, y en ciertas épocas muy críticas por la sequía también molían raíces de helechos que desgraciadamente algunas familias tuvieron que usarlo como sustento.

Multitienda Frontera pie

Llegada la época de la Guerra Civil Española y los años siguientes, en la cual el combustible no se conseguía, en un gesto que le honra noblemente, y que a veces no se ha difundido suficientemente, D. Silvestre Padrón Villarreal, propietario junto a sus hermanos de La Finca y Pozo de Aguanueva, donde funcionaba un motor que usaba como combustible el carbón, permitió que las dos máquinas de gofio de Tigaday fueran trasladadas a Aguanueva, y allí se instalaron alimentadas por el motor de D. Silvestre con lo cual se evitó una crisis de graves consecuencias en El Golfo, pues los vecinos pudieron seguir moliendo sus cereales en las citadas máquinas. 

Para esa fecha también los habitantes de Sabinosa venían a moler a Frontera hasta que D. Vicente Hernández y su hermano Juan instalaron una máquina en Sabinosa, evitándole a sus vecinos tener que trasladarse a Frontera para obtener el preciado alimento.

También en Agua Nueva D. Silvestre instaló una máquina para moler gofio, la cual estuvo en actividad algunos años.

La máquina de D. Juan Gutiérrez la vendió para ser instalada fuera de El Golfo, y la de D. Juan Miguel Armas pasó a su hijo D. Leonardo que años después la trasladó a su casa de Bergara, una casita muy pequeña situada en el camino que atravesaba el pueblo en dirección a La Montaña, y fue allí donde mi memoria alcanza a recordar el ruido del motor y un tanque de agua que a los niños nos parecía enorme, esto sucedía ya en los primeros años de la década de los cincuenta. D. Leonardo vivía frente a la máquina en otra pequeña casita donde además funcionaba su tienda de ultramarinos, como se le llamaba entonces y que era atendida por su esposa Doña Inota. Este matrimonio, esforzados, trabajadores - incansables, diría yo - gozan de buena salud en la actualidad, Dios les ha premiado con una larga vida que esperamos siga siendo muy larga para satisfacción de sus hijos, nietos y de nosotros sus amigos.

A mediados de los años cincuenta D. Leonardo construye en la carretera un hermoso edificio a donde trasladó su máquina de gofio, pero también instaló allí su tienda, carpintería, y en lo alto el Casino de Frontera con su cantina, además del salón donde se empaquetaban los duraznos para la exportación y el queso; realmente siempre he admirado a este matrimonio que trabajó incansablemente tanto de día como de noche para sacar adelante a su familia y crear su buen patrimonio. D. Leonardo, siguiendo la costumbre de la época, también emigró a Venezuela unos años dedicándose allí al comercio del tomate, durante su estancia en América la máquina fue atendida por algunos vecinos con lo cual no se interrumpió su actividad.

Al regreso de D. Leonardo retomó su actividad a la vez que adquirió buenas fincas en Tarros y La Frontera y llegó ser un gran cosechero de vino y exportador de duraznos, incluso tuvo la ingeniosa idea de traer desde Tincos por tubería el agua sobrante de la fuente que usaba para regar sus durazneros en Tarros.

D. Leonardo fue nombrado Juez de Paz de Frontera y también unos años más tarde ejerció como Alcalde, siendo en su periodo como tal cuando se adquirieron los terrenos donde hoy está ubicado el Ayuntamiento y los Colegios de Frontera. 

Todavía en su casa de Bergara está instalada la máquina del gofio, negándose a desaparecer, queriendo con su presencia recordarle a las generaciones del presente, tan cómodas y dadas a la inconformidad, que el gofio fue un elemento imprescindible en la dieta de los herreños, y que posiblemente esta máquina debiera formar parte del patrimonio cultural de nuestro pueblo, instalándose, por ejemplo, en la casa del vino de El Hoyo, pero eso corresponde a otras personas e instituciones decidirlo.