Por Donacio Cejas Padrón.
Ayer tuve la suerte de participar en un acto precioso en La Plaza de El Cabildo de Valverde,cuál fue la jura de bandera de un grupo de civiles el cual estuvo presidido por El Almirante Comandante del Mando Naval de Canarias, y con presencia de un contingente militar de El Ejército, Infantería de Marina, y Marinería, además de los tres alcaldes de nuestra Isla, el Vicepresidente de El Cabildo, y demás autoridades insulares, regionales y nacionales, con asistencia también de Mandos del Ejército del Aire.
En mi época de juventud, al llegarme la edad militar, ya había emigrado a Venezuela y no tuve oportunidad, por lo tanto, de jurar fidelidad a nuestra bandera, y ahora próximos mis ochenta años ha podido ver realizado mi deseo de hacerlo el día de ayer.
Fue muy notable el grupo de personas, hombres y mujeres que participamos en el acto patriótico, y doy gracias a Dios por haber podido vivir una sensación tan entrañable y singular, además de que el escenario de La Plaza de El Cabildo es sin duda el lugar más apropiado para cualquier herreño, pues esa plaza tiene gran significación para todos los que hemos tenido la suerte de nacer en esta isla.
Además del ritual militar, el acto tuvo un sentido de confraternidad entre las autoridades militares y los que juramos fidelidad a la bandera, de aquí en adelante nos sentiremos más amigos, más unidos en el amor a nuestra patria, a nuestra isla, a nuestro pueblo, también hubo representación de La Iglesia con un Capellán Castrense, algo que es inherente a la tradición de nuestra patria.
Entre los que juramos fidelidad a la bandera, lo hizo también nuestro estimado cura párroco de El Pinar, San Andrés e Isora D. Darvin, un venezolano de nacimiento, que nos orienta espiritualmente en nuestros pueblos con su ministerio sacerdotal quetanto le agradecemos.Su presencia ayer entre los que participamos en el acto de jura de fidelidad a la bandera, me hizo reflexionar una vez más sobre las consecuencias que tienen para los pueblos los malos gobiernos que obligan a muchos de sus nacionales a tomar el camino de la emigración de nuestro estimado párroco, tenemos también varios naturales de Venezuela y de otros países hispanoamericanos, médicos, enfermeras y enfermeros, modestos empresarios, trabajadores de distintas ramas, que ya forman parte del conglomerado humano de nuestra sociedad, ya vemos los colegios de nuestros pueblos llenos de niños y niñas con rasgos latinos que se han integrado perfectamente en nuestra sociedad y ya se sienten muy a gusto en su nueva patria, que los acoge y los protege.
Esa es la consecuencia de las políticas de gobierno equivocadas de varios de aquellos países, gobernados por fanáticos enloquecidos, que han llevado a sus países a la ruina.
Las sociedades que progresan son las que practican la generosidad, la justicia, la tolerancia, la confraternidad, la convivencia ciudadana, ese es el mejor camino hacia el progreso social y económico.
Por eso me duele tanto lo que pasa en nuestra isla con los fanatismos pueblerinos, que tanto daño le han hecho a nuestra tierra, especialmente cuando llega el tiempo de La Bajada, invoco a los bailarines y a sus representantes a un correctivo moral para que cesen en sus empeños de protagonismos estériles, las generaciones que nos precedieron nos han legado una
norma de respeto y concordia en los actos de La Bajada, y así ha sido siempre, por lo tanto, los que vivimos el presente sabemos que todos estamos obligados a dar continuidad a la tradición fraternal heredada, y nadie tiene derecho a invocar privilegios ni posturas insolidarias, y hay obligación de adoptar normas de comportamiento acorde con lo que siempre fue La Bajada de La Virgen. Es uno a pena que los medios de comunicación social nos estén dando noticias negativas y discordantes de las posturas de los distintos pueblos, que influyen indebidamente enel desarrollo de los actos programados, y cuyas noticias trascienden así fuera de nuestro marco insular.
Por sobre todo, hay que tener en cuenta, que La Bajada es una fiesta religiosa, y nadie debiera tener más protagonismo que la Sagrada Imagen, y nada se puede programar o acordar sin la colaboración y la opinión de La Iglesia y sus representantes.
Por cierto que últimamente he asistido a la inauguración de algunas obras en nuestra isla, y que observado con gran pena, que en los actos de tales inauguraciones no ha estado presente algún representante de La Iglesia, es decir algún sacerdote para proceder primero que nada a la bendición de la obra realizada, algo que es tradición centenaria en nuestra isla, alzo mi protesta respetuosa sobre este particular.
Nuestra isla tiene una tradición de hábitos religiosos continuados desde muchas generaciones, y no veo, por lo tanto, razón alguna para que las autoridades del momento hagan dejación de las normas que siempre han existido y que han sido razón de sus tradiciones.
Naturalmente respetando sus creencias y hábitos de vida, pero ellas serán de ámbito personal, y no por ellas están autorizados a cambiar unas tradiciones que la mayoría de los herreños no quieren que se les alteren o cambien.