Por Donacio Cejas Padrón.
En el programa de las fiestas del verano, aparece una carta de nuestro párroco en la cual se despide de nuestro pueblo, de todos nosotros sus amigos y feligreses, después de haber ejercido su misión sacerdotal por algo más siete años, al mismo tiempo nos pide que le demos el mismo afecto y consideración a su sucesor, según me adelantan un sacerdote de procedencia venezolana y que ha estado ejerciendo en un pueblo de La Palma, así lo haremos naturalmente, siempre ha sido costumbre muy arraigada en nuestro pueblo el ofrecerle a los párrocos que vienen a ejercer su ministerio entre nosotros, todo nuestro apoyo y nuestros afectos, para que se sienten estimados, respetados, y considerados.
He tenido la suerte de conocer a todos los párrocos que han atendido nuestra parroquia desde el año 1950 para acá, el primero que recuerdo es al Padre Carlos, un hermano Carmelita y creo poder opinar que todos, al marcharse se han llevado de nuestro pueblo los mejores recuerdos, destacaría entre todos ellos, a D. Jose Segura Ojeda, que ejerció casi diez años aquí, y seguramente por haber vivido tantos años en Frontera, - el que más tiempo ha estado- y por otras características de su persona, opino yo, que es el que más honda huella positiva dejó al marcharse, pues además de integrarse plenamente con sus vecinos, y por su espíritu emprendedor e innovador dejó obras de gran trascedencia para el pueblo, como la construcción del nuevo campanario inaugurado el 22 de agosto de 1957 con dinero enviado desde Cuba por D. Matías Castañeda Padrón, entonces emigrante herreño afincado en Matanzas, y que después sería Presidente de El Cabildo de El Hierro durante más de diecisiete años, También se construyo el aljibe para almacenar agua para la Casa Parroquial, se puso el nuevo pavimento del templo, se trajeron nuevas imágenes como El Nazareno, se pusieron los nuevos bancos de La Iglesia, etc. Trajo el futbol a nuestro pueblo formando tres equipos de futbol, El Candelaria, El San Lorenzo y El San Fernando. Compuso varias canciones referidas a nuestro pueblo, entre ellas seguramente la más recordada, de La Altura Jinama, para Las Puntas me voy, y algunas otras, que todavía se recuerdan y se cantan.
Ahora nos toca despedir a otro párroco D. Jose Manuel, que marcará y hará historia en nuestra parroquia y en nuestro pueblo, llegó aquí jovencito, a ejercer de párroco por vez primera, y desde los primeros momentos supo integrarse sabiamente con sus vecinos, seguramente nadie como él ha logrado una identificación plena con todos los que hemos tenido la suerte de conocerlo, su labor religiosa ha sido fecunda y muy positiva, singular y casi única, todos los vecinos y muy especialmente los niños y la juventud se han hecho sus amigos, ejerció de docente algunos cursos, y ello seguramente influyó también para intensificar su relación con ellos, ha desplegado una labor callada, pero muy intensa atendiendo a los inmigrantes, ha sabido atender a los más necesitados del pueblo, ha logrado una relación maravillosa con las autoridades locales e insulares, como su obra cumbre más significativa en el aspecto social y económico seguramente será el nuevo salón parroquial a punto de ser inaugurado, que viene a satisfacer una necesidad imperiosa de nuestra parroquia, por muchos años solicitada, y por la cual se le recordará de una manera muy especial.
Como sé que a nuestro párroco no le gustan las lisonjas, no me extenderá más sobre este aspecto, pero si recordarle que deja en nuestro pueblo una huella que nunca se extinguirá, aquí deja su querida Parroquia de Candelaria, y deja una legión de amigos que le abrirán sus puertas generosamente cuando sus ocupaciones le permitan visitarnos, deja a su cocinera y amiga María en Los Mocanes, que con tanto cariño lo ha recibido diariamente en su casa para comer, deja a Nicolasa su amiga del alma a la incansable Conchi, deja a Elsa su colaboradora constante, y a tantas y tantas amigas y amigos, y en mi casa le extrañaremos especialmente en las comidas familiares del Día de Candelaria, pues con mucho gusto desde hace ya varios años le hemos sentado entre nuestros hijos y familiares como uno más,... así es la vida.
Hemos tenido la suerte que compartir amistad con sus padres, que igualmente que Vd. se han ganado el cariño de todos nosotros, y que nos gustaría verlos algún día por aquí.
Que Dios le proteja y le ayude en su nueva tarea en La Gomera, seguro que su labor allí será igual de positiva y que se ganará el cariño de sus nuevos fieles. Dios lo quiera
Por último, solo nos queda invitarlo a nuestras casas, que siempre estarán abiertas sus puertas para usted y su familia y donde tendrá muchas camas donde acostarse.
Me vienen a la memoria unos versos de la poeta venezolana María Lourdes Devonich, que le
oí pronunciar hace muchísimos años:
Cuando un amigo se va,
queda un espacio vacío,
que no pueden llenar,
ni todas las aguas de un río.