Por Luciano Eutimio Armas Morales.
La casa tenía un local en planta baja y una vivienda en la planta alta, y la escalera de acceso a la vivienda tenía unos peldaños inusualmente altos, lo que implicaba un pequeño esfuerzo adicional y algo de precaución al subir o bajar la escalera.
⁃Mi abuelo la sube y la baja como si nada- me dijo su nieto.
Su abuelo, “M”, tiene noventa y cinco años y conserva una forma física y una lucidez poco frecuentes a su edad. Es el único que aún vive, de los cuatro que estaban presentes aquel día fatídico en que “F” perdió la vida.
En el libro “Mi infancia son recuerdos, de Roques de Salmor”, se describe a “F” como “…un tipo muy arrecho, decidido, inteligente, enérgico, noble y audaz. Querido y admirado por gran parte del pueblo de Isora, y también muy temido por sus enemigos, que eran pocos, pero muy poderosos”.
Mi intención era incluir una pequeña reseña biográfica de un personaje de leyenda en mi próximo libro, en este caso de “F, para lo cual necesitaba investigar un poco sobre su vida y sus andanzas, en una época relativamente cercana en el tiempo, pero muy alejada en el modo de vida y las circunstancias que le rodeaban.
Las fuentes de información secundarias son muchas, pero están rodeadas de un hado de leyenda, en las que resulta con frecuencia difícil discernir lo que hay de verdad en el relato y lo que hay aportado por la imaginación y por las distorsiones que provocan las sucesivas transmisiones orales. Conviene, en la medida en que se pueda, acudir a fuentes primarias, y es lo que quería intentar con “M”:
⁃… Con dieciocho años, fui voluntario a la mili, e hice el servicio militar en La Marina, en la base militar de Las Palmas de Gran Canaria…
La voz de “M” suena grave y de baja frecuencia, transmitiendo una sensación de profundidad y rotundidad. En cuanto a su oído, en cambio, ya presenta cierta falta de agudeza auditiva, y las preguntas hay que hacérselas alzando un poco la voz, deletreando bien y en un tono pausado.
Habíamos quedado en que yo le haría una visita a las once de la mañana, para que me contara algunas peripecias de su infancia y su juventud en El Hierro, en aquellos tiempos tan difíciles, y de los muchísimos años pasados en Venezuela.
Le llevé algunas quesadillas que había comprado en la panadería de Adrián, en Valverde. Las dejé sobre la mesa, y les dije a “M”:
⁃Estas quesadillas son de las mejores. Como ya habrán desayunado, las pueden reservar para la merienda.
Me dieron las gracias, y percibí un intento de sonrisa en el rostro de M”, que después de un rutinario cambio de impresiones, continuó su relato:
⁃… con veinte años, al salir de la mili, me marché a Venezuela en uno de los primeros barcos legales que salieron de las islas, porque hasta entonces, solo podíamos ir en los veleros clandestinos. Mi primer trabajo fue en el mercado de Quinta Crespo, en un almacén de papas. Dormía en el mismo almacén, sobre sacos vacíos de papas, hasta que pude alquilar una habitación…
“M” había nacido en Los Llanillos, en el mes de mayo de 1930. Cuando se mudaban a San Andrés, vivían en una casa cerca del casino. Recuerda como de pequeño le despertaban aún con la noche, para ir a cortar hoja de higuera para los animales, o coger higos y tenderlos en tendales en El Jablito.
⁃Cuando pude reunir algo de dinero en Venezuela, me casé y compré una casa en El Junquito, en la que viví muchos años, y desde allí bajaba a trabajar a Caracas. Tenía carros de alquiler, y durante nueve años, un reparto de electrodomésticos de una compañía americana …
Me resultó un poco extraño, porque parecía tener una memoria selectiva. Determinados recuerdos o episodios, que tuvieron impacto notable en un pueblo como Isora en la época de su infancia y juventud, no los recordaba, o hacía una referencia vaga e imprecisa a ellos.
El incendio de la casa de Francisco Acosta, “Pancho el escondido”; el mitin que se celebró en la fuente de Isora y que tanta repercusión tuvo en el pueblo, con más de un centenar de detenciones entre hombres y mujeres; la academia que tenía Francisco Acosta para dar clase a los niños del pueblo, por la que casi todos los de su edad pasaron… A él le sonaban como algo ajenos, y solo mencionó como maestro a un hijo de Pedro Reboso.
Sin embargo, otras vivencias y recuerdos parecía tenerlos muy frescos y recientes, sobre todo, de los cuarenta y siete años que pasó en Venezuela. No se mostraba muy locuaz, pero sí iba hilvanando recuerdos de diversas etapas de su vida, en una conversación que podríamos describir como amena y distendida.
Se encontraba sentado en un sillón reclinable, en el salón de su casa, y frente al televisor que mantenía encendido, aunque sin sonido, y yo me encontraba a su lado, en una silla de la mesa del comedor.
Vestía una camiseta gris de marga corta, con unos dibujos y una frase en inglés en el pecho. Su rostro de forma rectangular, con nariz ancha y bulbosa, cráneo con pelo, aunque pelado al rape parcial, frente ancha y despejada y mandíbula robusta, enmarcaban una mirada dura y profunda, que salía de unos ojos pequeños, pero que parecía que irradiaban una fuerza especial que taladraba el aire.
⁃… me gustaba mucho la pesca. Yo iba a pescar con frecuencia a Chichiriviche la Costa, Puerto Cruz o Catia La Mar… pargos, pez loro … a veces pescábamos de noche, un pescado parecido al alfonsiño…- me comentaba.
Fue entonces cuando le lancé la pregunta:
⁃¿Conocía a “F”? ¿Coincidió con él Venezuela?
De pronto, parece como si hubiera recibido un golpe. Agachó la cabeza y bajó la mirada, como si tratara de ocultarse. Parecía como si quisiera desaparecer de la escena, para evitar la incomodidad que le produjo la pregunta.
Y calló.
Un silencio espeso se apoderó del recibidor de la casa. Pasaron unos segundo interminables, y como no contestaba, intenté romper el bloqueo repitiendo la pregunta:
⁃¿Coincidió usted con “F” en Venezuela?
Entonces levantó un poco la cabeza, y miró como de soslayo.
⁃Bueno, si … le conocía…
⁃¿Y alguna vez fue a pescar con él?
⁃Si, alguna vez íbamos a pescar juntos… muchas veces …
Me contestaba sin levantar la mirada, que de ser dura y penetrante, parecía ahora apagada y desviada.
⁃Y…aquel día… ¿Estaba usted pescando con él?
⁃Bueno, si… estaba cerca… Con él estaba “J”, que ya murió, casado con una sobrina de “T”, y un venezolano mulato, que después de aquel día desapareció…
⁃¿Y qué vio?
⁃Lo vi flotando en el agua, boca abajo, con los brazos estirados a los lados…
Un tiempo después de “F” recibir sepultura, su cuerpo fue desenterrado. Comprobaron que el médico forense había redactado y firmado el certificado de defunción, sin haberle hecho la autopsia.
El médico forense fue detenido e imputado. Al final, no pasó nada. En un paraíso de corrupción, casi todo se puede encargar y comprar con dinero.