Opinión

No le quitemos hierro a la tragedia de El Hierro

Por José Antonio Madiedo*.

El pasado sábado 28 de setiembre de 2024, un cayuco procedente de las costas de Mauritania, con unas noventa personas a bordo, sufrió un trágico vuelco cuando se encontraba a unas 3,4 millas náuticas la costa meridional de la isla canaria del Hierro. En el accidente perdieron la vida más de 50 personas.

Dos días antes de registrarse el fatídico vuelco, el cayuco ya se había quedado sin propulsión - quizás por avería o por falta de combustible- es decir, lo que significa que navegaba a la deriva, merced del viento y de la corriente. A bordo, la situación tenía que ser angustiosa, después de dos días sin agua y sin ingerir alimentos.  Se trataba en realidad de un cargamento de “neoesclavos”, que habían pagado por arriesgar sus vidas con la esperanza de llegar Europa; a una Europa decadente, pero orgullosa, defender la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que fue suscrita en 1948.  En el articulado de esa famosa Declaración se establecen principios y valores tan elementales como: 

Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.(artículo 1) 

Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición” (artículo 2), 

Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”. (artículo 3)

Pero, una cosa es firmar un documento de tal virtud y alcance, y otra, ser consecuentes con lo que se ha firmado.  Quizás por eso, porque la Europa del siglo XXI es más cínica que humanitaria, se prefiere llamarlos inmigrantes, y no personas. Es una forma de sacudirse de encima las responsabilidades de las políticas que la embargan actualmente.

¿Necesidad y rechazo simultáneos?

Se declara, desde las alturas, que necesitamos a esas personas, pero se ven obligadas a venir en pateras y cayucos gestionados por mafias, aunque que no se sabe a ciencia cierta quiénes las toleran y las financian. 

Un viaje caro y de alto riesgo

Se cuentan por miles las personas que han muerto intentando la travesía. Y quienes consiguen llegar les esperan dos años de tortura dosificada. Esas personas suelen quedar traumatizados por la experiencia.

Aguas españolas

En este caso la tragedia se produjo en aguas españolas. 

Durante los dos días que estuvieron a la deriva, ¿a qué distancia de la costa se encontraban? ¿Ninguno de los sistemas de control y vigilancia costera detectó su presencia? Es preocupante.

Un significativo silencio.

Han transcurrido más de dos días desde la tragedia y los máximos responsables gubernamentales de la fallida operación de búsqueda y rescate no han comparecido aún ante la opinión pública para explicar clara y coherentemente  lo ocurrido.

El ministro de Transportes y el ministro del Interior deberían haber actuado como se lo exigen las responsabilidades de sus respectivos cargos públicos.

¿Nadie se enteró de la presencia del cayuco?

Es obvio que, procediendo de Mauritania, antes de llegar al lugar del naufragio, el cayuco cruzó una franja de alta densidad de tráfico marítimo y de bancos de pesca. ¿Ningún barco o embarcación avistó al cayuco o a los cayucos? 

Todo apunta a que se debería instar a los capitanes y patrones de los buques que avisten pateras o cayucos que les presten auxilio en caso necesario, como es su obligación, y que informen a las autoridades costeras de la presencia y posición de este tipo de embarcaciones. 

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Llamada de emergencia 

Poco después de la media noche del 28, parece ser que, desde el cayuco a la deriva, se lanzó una llamada a tierra, al 112.  A partir de ese momento, no se sabe qué cauces y protocolos se siguieron para movilizar los medios de SASEMAR, Guardia Civil y Cruz Roja que irían haciendo acto de presencia en la zona del desastre. ¿Dónde se encontraban tanto las unidades áreas como acuáticas cuando fueron alertados, y cuánto tiempo tardaron en llegar a la zona del accidente?  Son datos esenciales para entender lo ocurrido.

El vuelco

Lo que se cuenta es que las personas que viajaban en el cayuco, cuando se aproximó a ellos la primera embarcación de salvamento, se pusieron en pie y se desplazaron al costado del cayuco, con lo que involuntariamente elevaron el centro de gravedad del mismo, causando el vuelco y la caída al agua de la mayor parte de los embarcados. Probablemente, muchos no sabrían nadar. Otros, sabrían nadar, pero sus cuerpos estaban entumecidos, agarrotados a causa de la inmovilidad, el hambre y el frío. Una vez en el agua, unos se agarrarían a cualquier cosa que flotase en espera de ser rescatados por los medios de salvamento. Otros, lamentablemente, pasarían a engrosar la lista de víctimas de la crueldad “civilizada” 

Un fallo que se repite. 

No ha sido esta la primera vez que se ha producido una pérdida masiva de vidas por vuelco de una patera o un cayuco. Por lo que es inevitable la pregunta. ¿Por qué los responsables de las organizaciones responsables de la búsqueda y salvamento marítimo no aplican protocolos de intervención que contemplen estas situaciones y obligue a sus unidades a llevar a bordo suficientes elementos flotantes: aros, o dispositivos similares dotados de asideros, con el fin de arrojarlos al gua en la zona del vuelco y permitir a los náufragos asirse a ello mientras llega el momento de su rescate?

¿Por qué no se lanzan mensajes a los embarcados para advertirles de forma clara e inteligible que no deben de incorporarse. 

Ambas son medidas totalmente factibles y eficaces. 

Profesionalidad de los responsables de los servicios y operaciones de búsqueda y rescate. 

Finalmente, se debe insistir en que es esencial que se garantice profesionalidad náutica de quienes se responsabilizan, organizan, dirigen y ejecutan las operaciones de búsqueda y rescate. 

En este momento, no se puede afirmar que SASEMAR, SEMAR y otros servicios de la citada naturaleza estén en manos de profesionales cualificados con la suficiente formación y experiencia en Marina Civil.

SASEMAR debe de ser dotada de una cúpula profesional capaz de regenerar el prestigio y la calidad profesional de este servicio marítimo. 

Conclusión 

Este tipo de accidentes son evitables o se pueden minimizar sensiblemente, pero es necesario que los poderes del Estado tomen conciencia y actúen en consecuencia. 

Puerto Refugio de la Restinga: 27º 38,28'N y 17º 58,59’W.

*José Antonio Madiedo, portavoz de la Asociación Española de la Marina Civil (AEMC).

Un mar que ahoga sueños

Por David Cabrera de León.

El mar, que tantas veces ha sido sinónimo de libertad, se ha convertido nuevamente en el escenario de una tragedia que destroza vidas, almas y corazones. El Hierro llora estos días los sueños de esas personas que se embarcaron en un viaje a lo incierto, en busca de una vida mejor. Una esperanza que se desvaneció a tan solo 7 kilómetros de la costa y a unos minutos del rescate. 

Lo peor de todo es que este suceso no es un caso aislado, representa la cruel realidad que afrontan miles de personas que, huyendo del hambre, la guerra o la falta de oportunidades, arriesgan todo lo que tienen al subir en esas embarcaciones. Un total de 4.808 inmigrantes perdieron la vida de enero a mayo de este año por la Ruta Canaria, según las cifras que recopila el colectivo Caminando Fronteras a través de las familias. Son hombres, mujeres y niños, que ven en ese viaje su única vía de escape. 

Este naufragio, ocurrido cuando la maniobra de rescate estaba en marcha, evidencia la desesperación que vivían los ocupantes del cayuco. Dos días sin agua, sin comida y expuestos al sol. En ese estado de agonía, cuando el rescate parecía cerca, el miedo y la confusión desbordaron las emociones y el cayuco volcó.

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Detrás de cada uno de los 27 supervivientes de Nuadibú, del personal de Salvamar y Guardamar, de los voluntarios de Cruz Roja y Protección Civil, de los sanitarios y de las fuerzas de seguridad, quedará para siempre esta historia de sufrimiento, que representa las miles de vidas naufragadas en un océano que no pertenece a nadie. 

Hoy lloramos a los que no lo lograron, y abrazamos con impotencia a los que sobrevivieron. Pero, más allá del dolor y la compasión, debemos exigir cambios. Esta tragedia, como tantas otras, nos exige una reflexión colectiva sobre las políticas migratorias.

Es urgente que la administración autonómica y estatal asuman sus responsabilidades en la gestión de la migración y dejen de lado el constante intercambio de culpas y el tira y afloja de las competencias de cada uno. Esta crisis exige una respuesta unificada y eficaz, no se puede seguir permitiendo que la burocracia y la lucha partidista pongan en riesgo más vidas; es momento de que se actúe con decisión, coordinación y humanidad, y se ponga fin a esta irresponsabilidad compartida.

Ninguna vida debería quedar a la deriva, ningún ser humano debería morir en la orilla de un sueño. 

En el camino de la historia: ¿Los bimbaches  entraron por el  mar  de Las Calmas?

Por Juan Jesús Ayala.

Pudiera ser, parece claro y así lo determinan los estudiosos, que los primeros pobladores de Canarias fueron de origen berebér norteafricano y que muchos de ellos  esclavizados por díscolos y rebeldes bajo el dominio del imperio romano, concretamente en esta zona de África se los quitaron de encima dándoles muerte o en la búsqueda del  continente americanoo de las islas  abundantes en púrpura para teñir los vestidos  dela alta jerarquía social ymandos del ejército romano,  que lo sacaban  de la concha de   ciertos  gasterópodos marinos univalvos, los burgados, que las rocas marinas de Canarias son ricas.

En la isla de El Hierrosus primeros pobladores, los bimbaches, tendrían que haber buscado para penetrar en la costa herreña una vez dejados a la deriva y a su suerte por las naves romanas, un acceso fácil, dado las condiciones escarpadas de la isla,por algún remanso  situado en la franja marina que va desde la  Punta de la Restingahasta la Punta de Orchillaque recorre todo el sudoeste de la islacomo es el mar de Las Calmas.

Nos hace pensar que posiblemente los bimbaches tuvieron al principio asentamiento en esta parte de la isla como pueden dar testimonio los letreros petroglifos de El Julan, el Tagoror, cercado de piedras que servían de asiento donde se celebraban las  asambleas sobre distintas cuestiones, así como la Cueva del Caracol en la Dehesa.

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Y desde esa parte  fueron dispersándose  isla adentro  y siempre siguiendo los caminos que lindan con el mar. Los letreros de La Candia y de La Caleta, que poseen idénticas características que los de El Julan pudieran reafirmar esta suposición. Además, en la zona de El Tamaduste y concretamente en una  cueva incrustada bajo la montaña Colorada y que desde siempre  se conoce con el nombre de “la cueva de los Guanches”  de muy difícil acceso se encontró hace años una necrópolis donde existían restos de enterramientos de los antiguos pobladores.

Necrópolis que fue saqueada por cualquiera  que su agilidad le permitiera llegar. Al existir esta necrópolis es natural que en los aledaños de la costa vivieran y quizás se prolongaran por toda la isla hasta el norte, dado que en los altos del pueblo de  Guarazocase encontraron restos pertenecientes a la época prehispánica.

Con las manifestaciones recientes  al no tener vestigios que conocieran la navegación y que llegaron como deportados y  cuando no,  esclavizados, por el imperio romano,  durante años tuvieron una convivencia pacifica que se vio  violentada por unos nuevos dueños que aportaron una cultura, así como  distintas leyes que fueron  trasmitidas bajo la influencia de la cruz y de la espada.

El mar de Las  Calmas fue refugio de una raza que  dio vida a sus remansadas aguas y que más tarde, andando el tiempo, unos se quedaron en la isla y otros  guiados por la luz del Faro de Orchilla, iniciaron nuevos rumbos hacia el continente americano   en busca de una mejor fortuna.   

Foto: Manu Quintero.

Por Antonio Sempere.

Tras aproximadamente mes y medio, hoy me despido de la isla de El Hierro con la certeza de que este lugar ha sido mucho más que un simple espacio donde he trabajado. Cada rincón de esta tierra me ha dejado una huella profunda, no solo por la belleza de su paisaje volcánico y la inmensidad de su mar, sino también por las personas que he encontrado en el camino y las historias que hemos compartido.

Durante este tiempo, El Hierro ha sido mi hogar y mi lugar de trabajo. Aunque las vivencias aquí no me han transformado —pues llevo en mi mochila otras experiencias de lugares donde también he sido testigo del sufrimiento humano—, esta isla me ha dejado algo que no esperaba. En sus costas, he visto de cerca cómo la vida y la muerte se entrelazan casi cada día, cómo el dolor y la esperanza conviven en un equilibrio frágil, y cómo las historias humanas, tan diversas y desgarradoras, encuentran su eco en la naturaleza imponente de este rincón del mundo.

He sido testigo de la llegada de los cayucos, esas frágiles embarcaciones que transportan personas exhaustas, llenas de miedo, pero aferradas a la esperanza de un futuro mejor. En su travesía lo dejan todo atrás, salvo el deseo de una nueva vida. Participé en el entierro de dos jóvenes africanos que no lograron alcanzar su destino. 

En el cementerio de El Pinar vi la silueta de Joke, una mujer que con su mirada dulce y su profunda convicción de que otro mundo es posible, adorna con pequeños barcos de papel llenos de flores el lugar donde van a descansar para siempre esos jóvenes desconocidos. 

No puedo dejar de citar a Haridian, una persona de luz que siempre ilumina estas ceremonias con su presencia. A través de su serena energía, da el último adiós a personas desconocidas, que, aunque nunca llegó a conocer, siente profundamente cercanas. Su compromiso con la dignidad y el respeto hacia los demás se refleja en cada gesto, en cada despedida, recordándonos que, aun en medio de la tragedia, siempre hay un espacio para la humanidad. Compañera de profesión, con su serenidad constante, me ha enseñado que la compasión no es un acto momentáneo, sino un compromiso permanente con la dignidad de los demás. Ambas mujeres nunca faltan a al último adiós en los cementerios herreños.

En La Restinga, aunque existe un recurso de emergencia que atiende a los migrantes que llegan al puerto, siempre he visto a personas anónimas que bajan de sus casas cuando los cayucos arriban. Son hombres y mujeres que, sin buscar reconocimiento ni recompensas, están allí para prestar su apoyo, mostrando que la acogida empieza con un gesto sencillo pero vital. 

 

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Y luego están los “Corazones Naranja”, un grupo de personas voluntarias comprometidas que ofrecen todo lo que tienen para brindar una atención digna a quienes llegan después de una travesía infernal. No solo proporcionan lo material, sino que también aportan ese consuelo que los migrantes necesitan tras haber dejado todo atrás, aún envueltos en miedo e incertidumbre.

El pueblo herreño y el canario, en general, conocen la tragedia de la migración en sus propias carnes. Todos tienen a una persona querida que un día tuvieron que abandonar esta maravillosa isla, dejando atrás su hogar, para buscar paz y seguridad. Lo mismo que buscan aquellos que hoy llegan en esas pequeñas embarcaciones. Es ese pasado compartido el que les permite entender, con profunda empatía, el sufrimiento de quienes arriban, y los impulsa a brindarles su mano e incluso se convierten en familias de acogida de niñas y niños que vienen solos.

Tampoco puedo olvidar reconocer a Juan Miguel, alcalde de El Pinar, cuya humanidad demuestra lo verdaderamente bueno de la política. Él ha sabido escuchar a todas las personas, y en los momentos más difíciles ha estado presente para ayudar a quienes llegan, incluso en la indignidad de la muerte. Su apoyo, lejos de ser un simple acto institucional, es un reflejo del compromiso de la política en su mejor versión: estar ahí, sin importar las circunstancias, para brindar consuelo y asistencia a los que más lo necesitan. Gracias a las personas que dirigen el municipio, junto a Juan Miguel, las personas descansan junto a las vecinas y vecinos que yacen en el cementerio.

El Hierro ha sido más que un sitio de trabajo. Esta isla me ha mostrado que, en medio del sufrimiento, la compasión y la generosidad son las únicas respuestas posibles. No me voy cambiado, pero sí he reafirmado en algo que ya sabía: la humanidad no tiene fronteras. En este sur del sur, el dolor y la esperanza conviven, pero lo que nunca falta es la dignidad que cada uno ofrece, a su manera, a quienes lo necesitan. Me marcho de esta isla sabiendo que siempre llevará una parte de mí porque me ha recordado lo esencial: que en el silencio de la tragedia, siempre hay una mano tendida, una sonrisa que devuelve la dignidad, y una comunidad que sigue adelante, en ese cruce entre la vida y la muerte que se da cada día, aquí, al sur del sur.

Agradezco de corazón a todas aquellas personas que he conocido y que me han brindado acogida como si de su propia familia se tratase. Vuestra calidez, vuestras palabras y vuestro apoyo han hecho que esta isla se sienta como un verdadero hogar.

En el camino de la historia: El Mar de  Las Calmas

Por Juan Jesús Ayala.

José. P. Machín, tituló al Mar de las Calmas con una significativa metáfora: “un lago dormido en el Atlántico”, que se extiende desde la Punta de la Restinga a lo largo de toda la costa suroeste de la isla. Don  José decía que este fenómeno de eterna quietud de sus aguas quizás se debiera al resguardo de los vientos alisios que discurren por las laderas de El Julan y de la corriente fría de Canarias.

Lo cierto que una vez que te encuentras a bordo de aquel barco que nos lleva por toda esa costa hasta llegar al Faro de  Orchilla surge lo inesperado, sobre todo, para los que solo teníamos una vaga referencia desde la lejanía, pero que así, de pronto, el impacto de una naturaleza que ha peleado con los tiempos se nos introduce en la retina como la grandeza geológica de una isla que aún está en periodo de crecimiento.

Durante aquel viaje nos encontramos con fondos rocosos abruptos, con cuevas que emergen de las profundidades, no muy lejos donde la naturaleza ha proyectado una extensión de la isla como encargo del volcán Tagoro, en un intento de emerger, que no solo alteró la  tranquilidad de las aguas, sino que fue motivo de preocupación de la población de la isla que aguantando el resuello estaba a la espera de su emergencia definitiva que al final se quedó como expectativa de aquel parto geológico que motiva que la navegación debe hacerse con maestría, sorprendiéndonos El Bajón donde se arremolina el coral negro y la iniciación de los futuros corales multicolores que aún están en fase de latencia.

Lo mismo que El Salto, donde se encuentra un túnel tapizado con algas y esponjas. Y la cueva de El Diablo que aquellos que  practican la inmersión son capaces de descubrir y convivir con la langosta herreña y el tamboril.

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La Herradura formada por, los barrancos donde la fauna es abundante, variada e interminable, así como el Nido del Guincho que avanza hacia la cala de Tacorón como un remanso que no termina.

Y más allá como vigía de lo que acontece en un mar cargado de historia, el Faro de Orchilla, donde en su día, pasó el meridiano cero conociéndose en aquel momento a El Hierro, con el nombre de la isla del meridiano (de ahí también el nombre de nuestro entrañable periódico digital, “Gaceta del Meridiano”). Sabíamos de la quietud de ese mar y la línea que lo separa de unas olas de alto rompiente que aprovecharon los antiguos moradores, los bimbaches, para establecer  una convivencia comandada en lo registrado en aquel Tagoror y en los Lajiales incrustados en las rocas del  Julan.

Teníamos conocimiento que la zona del Mar de las Calmas fue declarada desde 1966 como Reserva Marina y considerada desde 2011 Zona Especial de   Conservación contenida en la Red Natura, con la finalidad de asegurar la supervivencia de las especies y sus  habitas naturales.

Y actualmente  el Mar de las Calmas va camino de convertirse en el primer y único Parque Nacional 100%  Marino cuyos límites abarcaría la Zona de Reserva Marina, el litoral del municipio de El Pinar en su integridad y una pequeña extensión del municipio de Frontera con unos 300 metros mar adentro lo que suma  una extensión de más de 24.000 hectáreas de biodiversidad. Dado la polarización de la sociedad herreña sobre el futuro del mencionado Parque, es de desear que al final se obtenga un buen acuerdo que sea del agrado de todos.