Opinión

Crónicas pretéritas: Los hornos para producir carbón en El Golfo

Por Donacio Cejas Padrón.

Debo confesar que sobre los hornos de carbón  en mis años de niño, se hablaba muy poco, o por lo menos los mayores no compartían este tema, cuando los niños pudiéramos oír su conversación, y ello era motivado por la expresa prohibición de las autoridades a esa actividad, si bien todo el mundo sabía que en el pueblo había algunos vecinos que  se dedicaban  a la  producción de carbón, y las autoridades se hacían la vista gorda y no se metían mucho en el tema.

Según yo fui conociendo a medida que crecía, en El Golfo había dos zonas donde   los hornos  de carbón  tuvieron presencia, una sobre Los Corchos en las inmediaciones de La Hoya Pequeña, precisamente en un sitio conocido como Hoya de Los Carboneros, y los vecinos que los construían eran básicamente de Los Corchos, mis tíos y mi padre así como mi abuelo Donacio y otros vecinos más, y la otra zona era  en las inmediaciones del Lomo Gordo y La Montaña Colorada, y los construían vecinos de Las Tocas, sobre todo la familia de los Benítez, y algún otro grupo familiar.

Los hornos para producir carbón exigían una técnica muy bien elaborada y un laborioso trabajo, primero había que elegir el lugar adecuado, e ir talando árboles y colocándolos dentro del monte, con superficie plana, en una disposición muy estudiada, en rolos de regular tamaño, formando un círculo e ir construyendo una especie de pirámide, que después cubrían  de tierra, dejándole unos huecos o respiraderos  por donde salía el humo una vez  que se les había dado fuego, el secreto estaba en que  los rolos se fueran quemando lentamente sin convertirse en ceniza, y se convirtiera en carbón, era indispensable la vigilancia constante del horno, pues siempre existía el peligro de que se pudiera escapar el fuego y hubiese  incendio forestal como algunas veces sucedía. 

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No puedo precisar cuantos días tardaba la leña en convertirse en carbón, creo que varias   semanas, y entonces se desarmaba lo que quedaba de la pirámide, se extendía el carbón para que se enfriara, y entonces se procedía a ensacarlo, y esconderlo dentro del  monte en un lugar discreto  para después,  irlo bajando en bestias hasta el pueblo, normalmente de noche  y venderlo a los vecinos, me cuenta mi hermano, un poco mayor que yo, que varias familias de Las Toscas y de Los Corchos subsistieron gracias a la venta de carbón, es decir que hacían esta, actividad por necesidad, y sería por ello que las autoridades  lo toleraban. 

En los años cuarenta del siglo pasado, hubo un gran incendio en el monte de El Golfo que se inició en La Finca de Padilla en El Lomo Gordo, y llego por la parte del Sur hasta El Jable y por la parte Este  hasta La Hoya Pequeña, y  extinguido este gran incendio, las autoridades hicieron algunas subastas para aprovechar la leña y el carbón, y hubo varios  adjudicatarios de estas subastas, entre ellos una empresa de La Palma, que trajo expertos en los hornos de carbón, estos ya autorizados y por algún tiempo estuvieron produciendo carbón que bajaban en mulas hasta La Plaza de Candelaria, yo recuerdo ver enormes montañas de sacos de carbón en el lado Oeste de La Iglesia, y ver unos camiones que los transportaban hasta Punta Grande donde los barcos los llevan para otras islas. 

Algunos vecinos de la isla también lograron adjudicarse algunas subastas, entre ellos recuerdo a D. Nicolás Pérez de Valverde, y de Frontera mi tío Tomás Rodríguez, que hubo de darse de baja por un tiempo del cargo de alcalde para poder optar  a la subasta, y cuando la terminó  se reincorporó de nuevo a La Alcaldía, fue alcalde entre 1943 y 1948, durante su mandato se logró algo muy importante para el Ayuntamiento de Frontera, fue la repartición del monte entre los dos ayuntamientos de la isla entonces, Valverde y Frontera. 

Pero me parece que quien  obtuvo la mayor subasta fue D.  Nicolás Pérez, recuerdo sus camiones Diamond cargados de carbón bajando para  Punta Grande y para El Puerto de La Estaca,  según yo he podido enterarme, a sus expensas hizo una pista desde La Montaña Colorada hasta El Lomo Gordo para que los camiones pudieran introducirse en el monte y sacar el carbón. Desde entonces ya D. Nicolás se perfilaba lo que después llegaría a ser, un gran empresario.

Espero noblemente con esta sencilla crónica traer hasta el presente retazos de la vida de nuestra tierra que forman parte  de su historia, que no deben caer en el ostracismo.

Apuntes para la historia.

Migraciones

Por Luciano Eutimio Armas Morales.

La prensa digital de la Isla, se hace eco en fecha reciente de los éxitos del club de lucha canaria Concepción de Valverde, cuyos componentes han sido recibidos por la corporación municipal, que en palabras de su alcalde, Carlos Brito, “El Club de Lucha Concepción es un orgullo para Valverde y para toda la isla. Su esfuerzo y constancia han llevado a El Hierro a lo más alto de la lucha canaria y desde el ayuntamiento seguiremos apoyando este deporte que forma parte de nuestra identidad”.

Es una grata noticia, ciertamente, ese apoyo y reconocimiento al deporte vernáculo en nuestra isla, que históricamente ha contado con destacados y reconocidos luchadores que han tenido tardes de gloria en los terreros de las islas y de América. Y es ciertamente muy loable, ese esfuerzo por conservar e inculcar en los jóvenes este deporte. 

Un detalle que me llamó la atención y me suscita una reflexión al ver la foto, es que, del grupo de deportistas, once son de piel obscura y nacidos en el continente africano. Más del cincuenta por ciento de la plantilla del equipo. Algo que a primera vista puede sorprendernos un poco, pero creo que debemos asumir con naturalidad el fenómeno migratorio, que, por otra parte, no es de ahora, sino que es connatural y genético en el ser humano.

El homo sapiens, primate de la familia de los homínidos, que somos nosotros, surgió hace unos doscientos mil años a orillas del río Zambeze, en Zimbabue, según reciente estudio publicado en la revista Nature. Vivió en las praderas y las selvas, aprendió a caminar y a socializar, y generó una fuerte tendencia asociativa y de solidaridad como única forma de sobrevivir en un medio tan hostil, que unido al desarrollo de su inteligencia, le permitió dominar a otros seres más fuertes, más veloces y más ágiles. 

Y hace unos cincuenta mil años, el homo sapiens, impulsado posiblemente por cambios climáticos y por su instintiva tendencia a migrar, dio el salto desde África a Europa, por donde desde hacía más de cien mil años deambulaban los neandertales. Fue, podríamos decirlo así, la primera invasión de africanos a Europa. No sabemos exactamente qué ocurrió, si hubo luchas entre ambas especies de homínidos, pero sabemos ciertamente que los neandertales, que tenían una capacidad craneal superior al homo sapiens, se extinguieron hace unos veintiocho mil años. En términos de edades geológicas, la semana pasada.

En el tiempo en que los homo sapiens y los neandertales convivieron en Europa, además de guerrear, también tuvieron tiempo de tener algunas aventuras amorosas, y como consecuencia de ellas, resulta que nosotros tenemos aproximadamente un dos por ciento de genes neandertales. Háganse un análisis genético, y podrán comprobarlo. 

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Y en ese análisis genético, también podrán comprobar que los canarios tenemos de media un 20,% de genes magrebíes; un 75,% de genes europeos, de los cuales un 40,% son ibéricos; y un 5,% de otros, como Egipto o Kenia. Todo esto es el resultado, a fin de cuentas, de las muchas migraciones que se han producido a lo largo de la historia, de lo que resulta que, como dijo Diógenes de Sinope 400 años AC. somos kosmopolites, es decir, ciudadanos del mundo.

Las islas Canarias estaban habitadas por tribus de origen bereber, cuando llegaron los europeos, que las conquistaron, vendieron a muchos canarios como esclavos, se establecieron ellos en las islas como amos y señores, y hoy forman parte de nuestros ancestros. Pero cuando llegaron aquí los castellanos, portugueses o andaluces, ellos llevaban siglos bajo la tutela de los árabes, que los habían invadido y colonizado.

Las oleadas migratorias siempre han existido en la historia de la humanidad, y también la xenofobia y el rechazo al extranjero. Hoy, por ejemplo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está llevando a cabo una intensa campaña en contra de los inmigrantes en su país, pero curiosamente, él mismo es hijo de madre escocesa y sus abuelos paternos eran inmigrantes alemanes.

Hoy, en un equipo de lucha canaria de El Hierro, más de la mitad de los deportistas son originarios del continente africano. En Lanzarote, por ejemplo, residen oficialmente 5.810 marroquíes, (Datos de 2.023), el 3.% de la población, a los que habría que sumar los que residen no-oficialmente. Como su índice de natalidad es tres veces superior al de los lanzaroteños… ¿Qué puede sucedes en un plazo de unos cincuenta o cien años? Que en los pueblos de Lanzarote, al lado de iglesias en estado de ruina como reliquias de un pasado, se sitúen modernas mezquitas con sus afilados minaretes apuntando al cielo, 

Y que, en El Hierro, en lugar de que un equipo de lucha cuente con más de la mitad de luchadores originarios del continente africano, la mitad de la población de la isla sean originarios del África del siglo XXI. ¿Qué esto es una distopía? Al tiempo, somos ciudadanos del mundo.

Dicen que un fémur fracturado y sanado es el primer signo de civilización, porque alguien, desde su libertad, cuidó del accidentado hasta que sanó. La solidaridad y la libertad son los pilares básicos de la civilización creada por el homo sapiens, lo que ocurre es que, a veces, aparecen nubarrones que los obscurecen y hay que hacer una travesía por un desierto. Siempre ha sido así.

Crónicas pretéritas: Benditas las lluvias de marzo

Por Donacio Cejas Padrón.

El mes de marzo ha entrado con bendiciones para nuestra isla, las regulares lluvias caídas estos días sobre los campos, hacen pensar y esperar que este año será de buenas frutas y seguramente también tempranas, si tenemos la suerte de que el viento no se repita, pues ahora están los árboles en flor y algunos ya con pequeños frutos que de no haber ese fenómeno adverso del viento del Sur, madurarán bien pronto, es posible  que en abril ya los durazneros nos ofrezcan sus primeros frutos.

Según yo le oía a mis abuelos, el mes de marzo era determinante  para  calificar  lo bueno o malo del año, según lloviera e hiciera buen tiempo o, por el contrario, hiciera viento y excesivo calor. Ya para estas fechas se habían terminado de cavar las viñas del monte, y por las partes bajas del valle, empezaban a aparecer los primeros pámpanos y era la hora de las primeras manos de azufre, los durazneros y demás frutales comenzaban a cubrirse de flores y las huertas de papas, al recibir las aguas de marzo prometían buena y abundante cosecha.

Así de sencilla era la vida en tiempos que ya se van alejando para ser historia, el sustento  de las familias dependía casi exclusivamente del campo y de los ganados, de estos especialmente el queso era el que proporcionaba semanalmente los dineritos para comprar en las tiendas lo necesario para  alimentar a las familias, si por suerte había buenas cosechas de papas entonces  reinaba la tranquilidad en las amas de casa que ya contaban con lo primordial para preparar los platos alimenticios, sencillos pero sanos y nutritivos, y de exquisito sabor.

Ahora la vida en nuestros pueblos tiene otras formas de desarrollarse, los cultivos de riego, y la implantación de nuevas especies vegetales, han modificado los hábitos alimenticios, y han proporcionado una calidad de vida antes desconocida, pero el agua de lluvia sigue siendo casi imprescindible para el buen desarrollo  vital  de nuestra tierra. 

Este año, Año de Bajada, promete gran afluencia de visitantes en los meses de verano, a tal extremo que ya las autoridades manifiestan el reto que tienen que afrontar para lograr que quienes vengan por esas fechas encuentren los servicios adecuados para llevarse el  mejor de los recuerdos. 

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Este mes de marzo lluvioso y fresco, rompe la nota de lo sucedido en los últimos años, ya estábamos acostumbrados a los días secos, muchas veces con calima africana e incluso vientos del sur que dañaban los frutos tempranos y castigaban sus ramas, e incluso los primeros pámpanos de las viñas, pero aparentemente este dos mil veinticinco se está comportando de momento con otras características, que nos hacen recordar aquellos inviernos lluviosos, con lluvias torrenciales que comenzaban desde los meses de octubre y noviembre y se prolongaban hasta marzo y abril, en particular recuerdo el año 1,956, el más lluvioso de los que han sucedido en las últimas décadas, estuvo lloviendo un mes completo, casi día y noche, los barrancos de Tincos, La Frontera, y El Chajoco en El Pie del Risco inundaron la zona de Aguanueva, y de Guinea, muchos canteros casi fueron cubiertos por los escombros que la barranquera arrastraba, costó mucho trabajo delimitar de nuevo las propiedades, puesla mayoría de las paredes divisorias casi desaparecieron, no olvidaré que un día de ese mes, el correillo VIERA Y CLAVIJO hubo de refugiarse por dentro de los Roques de Salmor, pues, temía hacerse a la mar, el puerto estuvo un mes sin actividad, pues, los barcos no podían hacer operación.

Pocos años después hubo otro año de gran sequía, fue el 1,961, llovió muy poco casi nada, fue Año de Bajada, y seguramente será la de menos gente de todas las que yo recuerdo, pues por la misma sequía y por otros factores concurrentes, hubo una gran emigración a Venezuela, la mayoría de los jóvenes de la isla emigraron y reinaba entonces un ambiente de tristeza y desventura en la isla, los camiones-cuba que ya existían trabajaban día y noche subiendo agua de los pozos de Aguanueva y de tío Mauro.  Hubo la fortuna de  que el Presidente de El Cabildo, aquel gran hombre que fue D. Matías Castañeda  en una visita a Lanzarote vio unos equipos de sondeos que estaban trabajando en la isla para descubrir  si en el subsuelo  de Lanzarote había agua de calidad, sin pensarlo dos veces se plantó en El Servicio Geológico del Ministerio de Obras Públicas situado en la calle Claudio Coello 106, y solicitó del los ingenieros D. Federico Macao y D. Dámaso Fernández, que antes de devolver esos equipos que operaban en Lanzarote a la península, hicieran el mismo estudio en El Hierro, y vistos los poderosos argumentos ofrecidos por D. Matías, accedieron a sus peticiones y en breve tiempo ya llegaron  aquí y empezaron a perforar varios sondeos,  primero en El  Golfo y después en otras zonas de la isla, vinieron varios sondistas, D. Ángel, su sobrino Jose Mari y Manolo el gallego, a los que me sumé yo  mismo, pues hice curso en Madrid y me vine con el diploma de sondista, si bien había ejercí poco tiempo, pues ya yo recibido la llamada de América, y me fui para Venezuela, con gran provecho para mí.

Los trabajos realizados por estos equipos demostraron que en el subsuelo de Frontera había agua buena y en cantidad, y ello fue la base para que pronto se acometieran las grandes obras de  nuevas fincas, nuevos cultivos, y el panorama de la isla empezó a transformarse muy positivamente. Vinieron los palmeros, ya veteranos en el cultivo del plátano, y a ellos le siguieron también muchos herreños entusiasmados y entre todos construyeron el nuevo paisaje agrícola que has convertido a El Golfo en el motor económico de la isla.

En 1,965, nuevo Año de Bajada, ya el ambiente había cambiado para mejor, ya empezaron a venir de paseo los jóvenes emigrantes de Venezuela, muy contentos y alegres, hablando maravillas de aquel gran país, y aconsejándonos a nosotros que nos fuésemos para allá. La Bajada resultó concurrida y alegre, y ello motivó que en 1,966 yo también tomara el camino de la emigración, de lo cual siempre me he sentido satisfecho y agradecido.

Cosas de la vida…!

En el camino de la historia: No todo es igual

Por Juan Jesús Ayala. 

Las calles apenas existían, los vehículos de motor en su afán por encontrarlas aunque fuera en el imaginario chocaban entre sí, resultando, al fin, que su chatarra  se desparramaba por impensables e inexistentes cunetas.

Los semilleros de lechugas, cebollino, zanahorias y rábanos desaparecieron del paisaje  aunque, menos mal, que en su lugar tomó presencia el rosal de siempre y el heliotropo con su aroma de vainilla que perfuman el ambiente los que con los espontáneos cuidados de la zorimba de las mañanas durante el silencio de los años  seguían indestructibles, primavera tras primavera.

Mientras, a la par, los angostos caminos que enaltecían su pequeño universo se encontraban invadidos por hierbas epidémicas que no cesaban en la destrucción identitaria de  la tierra.

No tenía nada que ver con aquella, otra hierba, que en su momento histórico fue artífice para estimular el comercio con sus tinturas azules sacadas al   desmenuzarlas por grandes ruedas de molino que proveían a las noblezas europeas, sobre todo, a Inglaterra y Flandes para teñir sus vestidos que mostraban  en sus fastos de alta alcurnia  o desde sillones de  mando y oropel.

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La prisa estranguló  la vuelta y el regreso a todo aquello que dio cierto esplendor  dentro de las posibilidades de un paisaje magnánimo que aún conserva en los surcos de su historia la semilla para que no llegue a la estación terminal en ese largo trayecto comenzado hace años.

Las conversaciones se ausentaron de plazas y mentideros, aunque de vez en cuando reviven como si estuvieran en pugna por los silencios que ocasionan   tímpanos obstruidos por mensajes simplones o por sonidos que más de agrado y sentimiento dan compañía al exabrupto rompiendo la palabra de los que aún cuentan sus cuentos y piensan en un soliloquio imperecedero aventuras de otros tiempos  que se remozan con la sonrisa o la carcajada espontáneas. 

Pero no dejemos que la identidad se disuelva, que las rutinas dejen su lugar  cambiándolas por otras no tan gratificantes: que las palabras sigan sonando en el diapasón del tiempo como si fuera el mejor campanario que desde la montaña trasmite su repique o desde aquella torre mayestática y cimbreante llega hasta los más alejados barrios del pueblo.

No todo es igual, pero en el empeño de descubrirlo, no solo fijemos la mirada en papeles de ida y vuelta que  tardan su respuesta sino que cuando llega no dice, es intraducible,  por lo que será el presente, el día a día donde en la palabra llana, sin subterfugios y cercana,  estará la respuesta que puede reflejar mejor que la inútil espera del tiempo, huyendo del mito de Ulises donde se enfatiza el fuerte malestar emocional que viven las personas que han tenido que dejar atrás su mundo por fracaso no solo el externo sino a  los que, sin traslado alguno, viajan dentro de si, por los vericuetos de la insatisfacción y frustración. 

Foto: Isabel Barrera.

Por Juan Manuel Carmona.

Durante el presente mes de marzo las costas de El Hierro acogieron visitantes alados insólitos, desviados de sus rutas migratorias. En la playa del Puerto de La Estaca, la presencia de un robusto ánsar (Anser anser) concitaba la atención del paseante. Por alguna razón desconocida quedó descolgado del grupo de una docena de gansos que llegó a la isla. Por otro lado, los vecinos del Tamaduste quizás hayan reparado, alrededor del charco, en la figura del ostrero (Haematopus ostralegus), de cuerpo macizo y poderoso pico anaranjado, formidable lapero utilizado para percutir sobre lapas, burgados, percebes, cangrejos, etc. En ambos casos se trata de aves extraviadas, esquivando borrascas o arrastradas por el viento. Pero existen otras especies que todos los años pasan el invierno en El Hierro, como tantos turistas procedentes de Europa. Eso sí, la presencia de estas aves discurre apacible y desapercibida. Y eso a pesar de protagonizar algunas de las hazañas más asombrosas del mundo animal. Abordamos el fascinante mundo de las aves limícolas, exploradoras  del fluctuante hábitat intermareal. Grandes viajeras, consuman trepidantes periplos para alcanzar la isla, acumulando grasas los días previos al “gran viaje” que incrementan su peso hasta un 60%. 

De un indómito limícola criado en la inhóspita tundra ártica, lo menos que esperaríamos es que pasara el invierno transitando, como un turista más, aceras y calles de La Restinga o las piscinas de La Maceta. Este comportamiento peculiar, otro ejemplo de la fascinante capacidad de adaptación entre los animales, adoptado por el vuelvepiedras (Arenaria interpres) obedece al hábito de buscar comida entre los residuos del trasiego humano, llegando a ser alimentados directamente por las personas. Y es que, en cuanto a dieta, el vuelvepiedras resulta un limícola atípico, comiendo, casi de todo, fundamentalmente invertebrados (insectos, gusanos, cangrejillos, moluscos, etc.), pero también aprovecha carroñas, captura peces y  expolia huevos de otras aves. Precisamente, adopta su nombre por voltear piedras y amasijos de algas cuando busca comida. Formidable viajero, el vuelvepiedras vuela desde sus áreas de cría en el ártico (Canadá, Alaska, Groenlandia, Escandinavia, Siberia) para invernar en latitudes más benignas, alcanzando enclaves tan australes como Sudáfrica, Argentina o Australia. En general, fieles a los cuarteles de invierno, estos vuelvepiedras que visitan todos los años El Hierro podrían formar parte del mismo contingente. Apego reforzado por la esperanza de vida del ave, que supera los diecinueve años. Desde el año 2000 (diecinueve ejemplares censados) contamos con citas de vuelvepiedras en La Restinga. Objetivo de seguimientos periódicos, el dato más relevante fue aportado por una hembra observada en marzo de 2002, marcada con anillas de colores el verano anterior en la isla Ellesmere, en pleno ártico canadiense. El ave tuvo que volar 6.360 kilómetros para alcanzar El Hierro. 

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Más esquivo que el vuelvepiedras, el zarapito trinador (Numenius phaeopus) deambula en bajíos de La Caleta, Charco Manso, Tamaduste, Tecorón, La Restinga, etc. Estos ejemplares (en torno a la veintena) suelen pasar desapercibidos por su discreción y hábitos solitarios. Robusto, con casi cincuenta centímetros de longitud y medio kilo de peso, el zarapito presenta un largo y curvado pico, pinza de precisión para capturar todo tipo de pequeños animales (cangrejos, pececillos, etc.). Portento migratorio, puede solventar 5.500 kilómetros de distancia sobre el océano en vuelo directo de cinco días (146 horas) de duración, alcanzando puntas de velocidad superiores a los 80 kilómetros a la hora impulsado por vientos favorables. Este registro prodigioso fue obtenido de geolocalizadores acoplados a ejemplares de la población islandesa, una de las más numerosas de la especie.