Opinión

En el punto de mira

Por Antonio Rico

En Canarias estamos viviendo una situación especialmente extraordinaria; la llegada de numerosos migrantes a nuestras costas, que no nos es ajena porque ya la hemos vivido en otras ocasiones y, como sociedad, supimos resolverla. Y otra, con la que aún estamos lidiando, la pandemia y sus efectos. La suma de ambas está, sin duda, poniéndonos a prueba como sociedad y como humanidad.

En Cruz Roja, por nuestro compromiso humanitario con todas las personas, estamos a disposición de toda la sociedad en todo momento; durante una pandemia, un incendio, una situación de desamparo o desempleo, o cuando cualquier persona necesita ayuda, protección o cuidado.

Además, cuando las situaciones de máxima vulnerabilidad lo requieran, como es en el ámbito de la migración, debemos ser capaces de colaborar con las autoridades públicas de cada momento y con el resto de la sociedad, para juntos reestablecer las condiciones de vida de las personas que lo necesiten en el curso de su itinerario, brindándoles asistencia y protección, defendiendo sus derechos y su dignidad, mejorando su capacidad de buscar oportunidades y soluciones sostenibles, y promoviendo su inserción social e interacción con las comunidades de acogida. No sólo en España, sino en los 192 países en los que Cruz Roja está presente.

Es indiscutible que hay un amplio margen para un debate de principios sobre la migración, pero no puede haber ninguna duda sobre el principio fundamental de humanidad. Independientemente de su estatus legal, todos los migrantes y personas desplazadas son seres humanos y como organización y sociedad debemos asegurarnos de que los Estados salvaguarden su seguridad, dignidad y bienestar y garanticen el acceso sin trabas a los servicios esenciales que les permita continuar con sus vidas.

Por todo ello llevamos meses siendo objeto de críticas, acusaciones falsas e incluso acoso y amenazas por parte de algunos movimientos en redes sociales, algunos medios, algunos responsables públicos y ciertos líderes sociales que se han traducido en insultos y amenazas a; las personas inmigrantes, los hoteleros que facilitan la acogida, voluntarias, voluntarios y personal de Cruz Roja, informaciones falsas de situaciones que nunca se han llegado a producir, y manipulación de la información creando alarmas sociales injustificadas.

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Evidentemente, durante nuestras actuaciones podemos cometer errores, y Cruz Roja tiene todos los cauces y canales para corregirlos y tomar las medidas que sean necesarias, y así lo hemos hecho en todas las ocasiones que correspondía hacerlo, pero cualquier insinuación o declaración sobre qué Cruz Roja discrimina al resto de la población es totalmente incierta.

Durante el año 2020, bajo la amenaza todavía persistente de la COVID-19, Cruz Roja ha ayudado, protegido y cuidado a más de 5,000.0000 de personas gracias a la solidaridad de más de 250.000 personas voluntarias en todos los rincones del Estado. Sólo aquí en Canarias, hemos logrado llegar a 250.000 personas a través de más de 16.000 personas voluntarias que dedican su vida a sus vecinos y vecinas.  

Estas personas voluntarias son las que siempre están en primera línea cuando nos acechan los incendios forestales, las que, desde el primer minuto de la pandemia, y sin descanso, han facilitado alimentos y medicamentos a las personas confinadas y un lugar donde poder protegerse a las que no lo tenían. Las personas que han realizado recogidas y traslados de personal sanitario y personas afectadas, las que han proporcionado conexiones y dispositivos para que niños y niñas en riesgo de exclusión pudieran seguir teniendo acceso a su educación, o las que continúan ayudando a encontrar empleo a quienes lo están perdiendo.

Estas personas voluntarias son las mismas personas a las que hoy se está increpando y acosando por ayudar a otras sin importarles quienes son o de donde vienen. Atacar a los voluntarios y voluntarias de Cruz Roja es atacar a nuestra propia comunidad, a nuestra propia sociedad y debilitarla.

Vivimos momentos de polarización ideológica en los que mostrar empatía con las personas en situaciones de injusticia, pobreza o desigualdad o cualquier otra expresión de vulnerabilidad, es más necesaria que nunca. Como también lo es la necesidad de exigir veracidad y rigor en toda información que se cree y comparta en entornos públicos y privados.

Cruz Roja no tiene la capacidad ni las competencias para resolver las causas que generan los flujos migratorios, pero cumple su misión cuando auxilia a toda persona que sufre situaciones de extrema necesidad evitando, desde la neutralidad e imparcialidad de quienes sólo seguimos los principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, situaciones de exclusión social, xenofobia o violencia que rompan la convivencia en nuestras comunidades y sociedad.

Lo que sí tenemos todas las personas es la responsabilidad y oportunidad de resolver estas situaciones. Porque, finalmente, lo que nos hace humanos es nuestra voluntad de ayuda mutua frente a las adversidades. Lo que nos ha hecho progresar, a lo largo de la historia, ha sido el deseo de construir comunidades de valores e intereses, cada vez más amplias, más abiertas y más inclusivas. Porque ser humanos nos hace ser mejores.

*Antonio Rico, Presidente y voluntario de Cruz Roja Canarias.

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En el camino de la historia: “La Caída” (Albert Camus)

Por Juan Jesús Ayala

Albert Camus publico’ un año antes que se le concediera el Nobel,1956, “La Caída” donde lo que buscaba desde la intencionalidad ética-social era promover un estimulo intelectual a la sociedad superviviente de los desastres de la Segunda Guerra Mundial, para que jamás se volviera a vivir los horrores de aquellos momentos, empeñándose en reflejar la desesperación del hombre contemporáneo que estaba dominado dentro del mundo del absurdo,  en la clave de poder llegar a saber donde estaba esa felicidad perdida que permanecía emboscada por las inclemencias y dureza de una sociedad  hostil.

“Siempre es demasiado tarde”, remarcaba como final de esa angustia que reflejaba paradójicamente en el relato. Y ahí estriba el pensamiento central. Nos figuramos dentro del espacio de la virtualidad y de la artificialidad que se llega a tiempo de enderezar los entuertos, que tenemos capacidad ilimitada para evitar que las cosas ocurran, que somos dominadores de todo aquello que nos confunde y aturde y que podemos corregirlos aun con la ironía. Pensamos  que somos protagonistas de nuestra propia historia. Y no.  Siempre sucede lo mismo: llegamos demasiado tarde y son otros los que marcan caminos y objetivos, lo mismo con las guerras, catástrofes y ahora con el azote de la pandemia que no nos deja, que la sufrimos ,mientras otros lo único que saben es dar palos de ciego desde las altas direcciones del mando y gobierno. Y lo niegan. Que es lo peor. Todo para ellos va bien. Muy bien.

Y cuando se siente uno poderoso, capaz de componer una sinfonía de miles de sonidos que suenan gratamente en el oído del mundo resulta que no es así que la música se esconde, el lirismo se escapa porque los tiempos no son  propiciadores para ello

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Estamos ante un delirio generalizado de persecución, donde lo imperioso es buscar culpables por todos los lados y es que la seriedad en el  juicio, la candidez en las palabras se han trastocado en rictus  de  ferocidad,  camino del camuflaje para intentar asesinar los argumentos y posponer comportamientos.

Cuando se consume bazofia, y los trozos de la imaginación se convierten en temporales que desarrollan tempestades sociales, y cuando la “caída” se repite no es que Camus haya tenido toda la razón desde su lenguaje certero como deuda pendiente en la contribución de arreglar o al menos denunciar el desaguisado, todo estaba así, y el lo que  intentó fue descubrirlo.

La “caída” se podría haber evitado, como se han evitado pequeñas cosas, pero las grandes, las que mueven el mundo  se encuentran en estos momentos  como si fueran los mismos  que relató Camus, en plena efervescencia y en plena convulsión con una carga de dinamita jamás pensada.

Y  aparece  la palabra fácil de la que los que mandan y gobiernan y nos dicen un día si y otro también que la vacunación, la nueva “caída”,  es la panacea , es la solución y que al final de verano estará  el 70 por ciento de la gente vacunada, y todo resuelto. Y al oír o leer estas declaraciones es para reírse o echarse a temblar. Vamos al caso de Canarias donde  desde  el gobierno se nos dice que se va muy bien. Pues a mi no me salen las cuentas. Si al día de hoy las dosis recibidas de vacunas son 68.000 y las suministradas son 60.200 y la administradas con pautas completas son 8.772. ¿Cómo se puede echar las campanas al vuelo cuando los números son fáciles de hacer y no cuadran por más esfuerzo que se haga?. Si las suministradas son 60.200 por 12 meses nos dará un total de vacunaciones de 722.400 al año, con lo que para vacunar a una población de 2.000.000 se necesitaría invertir cerca, más o menos, de 3 años. ¿Entonces?. Y si a esto hay que añadir  los que una vez pasado su periodo inmunitario tengan que repetir al año la reevacuación se va a producir un cruce de los que no han terminado, con lo que se originará un círculo verdaderamente infernal. Por eso o aceleramos poniendo más sanitarios en esta implicación siempre y cuando también  lleguen las dosis adecuadas, porque si no es así, y parece se va por ese camino, las palabras  entusiasmadoras de nuestros queridos políticos suenan más a música celestial que a otra cosa.

Pero si hay que decir que esta situación no le pasará a  un alto cargo de la administración sanitaria, que estaba  fuera de la prioridad, porque mientras otros esperamos a que nos llamen hay gente con suerte,  y lo han vacunado, además tomándolo como ejemplo; y lo peor es que para muchos esta situación ha pasado desapercibida o han mirado para otro lado mientras a otros por saltarse el protocolo  por vacunarse sin tocarle su turno se les ha caído el pelo Pero, eso es lo que hay. El esperpento no nos abandona. Y  en "La Caída” de Camus no existen los privilegiados, ellos se han  quedado al borde de los barrancos contemplando a los que puedan caerse alfondo.  

En el camino de la historia: Los regeneracionistas

Por Juan Jesús Ayala

Han salido tras los cortinajes de la insidia y de la traición, son antiguos como el vituperio, el chantaje y los propiciadores de la situación actual, han vivido con ella lustros y más lustros de la que se han nutrido como verdaderos chupópteros.

Pero ahora enarbolan la banderola del regeneracionismo con las mismas caras, los mismos rictus creyéndose que se han sometido a una profunda catarsis y capaces de regenerar todo lo que tienen a su alcance porque ellos ya se han regenerado también.

Un astillero en La Restinga

Por Armando Hernández Quintero
El Pinar de El Hierro, 24-01-2021

En 1944 se trasladó al puerto de La Restinga el pescador y carpintero de ribera Juan Álvarez Noda “Guajara”, con él llegaron su esposa María Espinosa Piñero “Marusa” y cuatro hijos. La decisión de trasladarse desde su pueblo natal Playa de Santiago, isla de la Gomera, donde residían se debió a que, desde hacía un par de años, se encontraba en ese lugar su suegra María Piñero Díaz “La Piñera”, quien había enviudado y se había ido a ese lugar con sus hermanas Carmen y Guadalupe, las que, al igual que lo habían hecho otros paisanos gomeros dedicados a la pesca, se habían residenciado en La Restinga.

En el camino de la historia: La lectura languidece.

Por Juan Jesús Ayala 

En la época de la electrónica, de las tupidas y anacrónicas redes sociales, donde prevalece no solo la imagen sino lo nimio y estulto, el libro se encuentra atropellado, perdido y lleno de polvo en los anaqueles de las bibliotecas donde la lectura bosteza y languidece.