Por Antonio Chinea*
Si hoy fuera un domingo, 19 de abril, cualquiera y a las seis de la mañana Don Juan Ramón nos hubiera dejado y hubiera partido en su último viaje, con toda seguridad estaríamos acompañando a su familia, probablemente en el Tanatorio, donde se hubieran tenido que poner medidas para que todos pudiéramos aparcar y acceder a darle un fuerte abrazo a Doña María José, a Pedro Agustín y a María Pilar y a toda su familia. Y luego hubiéramos tenido que organizarnos para el entierro, porque estoy convencido de que, a pesar de ser domingo, la isla en peso, como aquí nos gusta decir, hubiera querido estar presente y despedir como se merece a uno de nuestros más ilustres vecinos.
Sin duda hubiera sido una tarde muy triste, pero conscientes de que tuvo una vida intensa, de que nos dejó un maravilloso recuerdo, de que sus aportaciones tendrán vigencia para siempre y conociendo su pragmatismo, estaríamos reconfortados por, en esta tarde soleada de Valverde, hacerle el homenaje merecido entre una multitud de coronas que no sabríamos donde poner y que con sus flores llenarían todo de color. Y seguro que un largo aplauso surgiría de forma espontanea mientras contendríamos la emoción en nuestros ojos.
Pero no podemos, una pandemia vírica que asola nuestro mundo, que ha venido a cambiarlo y que nos mantiene insólitamente confinados en casa, no nos lo permite. Como médico, seguro que Don Juan Ramón, sería el primero en pedirnos que ante esta situación nos quedáramos en casa. Y es eso lo que vamos a hacer, es eso lo que venimos haciendo desde hace ya cinco semanas, en las que no hemos podido despedir a las personas que han fallecido y, como hoy me comentaban desde los servicios funerarios, probablemente esto no se vaya a solucionar en breve y tengamos que continuar despidiendo a nuestros vecinos en la distancia, enviándoles desde casa nuestro abrazo y nuestro arrope en unos momentos tan difíciles, donde el contacto humano tanto consuela.

Yo hoy me quedo con el abrazo que le di a Don Juan Ramón el pasado 6 diciembre, en el acto en conmemoración de los 40 años de democracia, con motivo del Día de la Constitución. Allí pude rendirle mi humilde homenaje y dirigirle unas palabras más que merecidas, en las que, al poder hablarle de alcalde a alcalde, sentí, si se me permite, un orgullo muy especial, ya que siempre que he tenido la suerte de tenerlo cerca he sentido la presencia de un ser excepcional, de un hombre de una gran valía profesional y humana. Él subió al escenario y junto al resto de los alcaldes del período democrático, festejamos juntos la libertad. Una libertad por la que él más que nadie, como primer alcalde de la democracia, luchó denodadamente. Y todos los presentes le dimos un emotivo, caluroso y largo aplauso. De alguna manera sabíamos que era nuestra mejor oportunidad para hacerle saber, no sólo que le reconocíamos su trabajo y su aportación a nuestra sociedad y a nuestra isla, sino demostrarle nuestro afecto y cariño.
Cuando el acto terminó fueron muchas las personas que se acercaron a Don Juan Ramón para saludarlo, porque como alcalde, pero fundamentalmente como médico, es raro quien, no ya de nuestro municipio, sino de nuestra isla, no tiene un vinculo con él, que no le conociera y que no te cuente una anécdota o una vivencia en la que le dio un consejo, un remedio, incluso una regañina, o en muchos casos como le salvó la vida.
Yo, como muchos herreños de mi edad y mayores, tuve la suerte de nacer con él, algunos en sus casas y otros en el hospital viejo, pero siempre bajo su supervisión, porque estuvo al lado de nuestras madres durante la gestación y durante el parto y luego fue nuestro pediatra y nuestro medico de familia y nuestro todo a nivel sanitario. Porque no estamos hablando de un médico, cuando nos referimos a Don Juan Ramón, decimos El Médico, y casi que con eso queda todo dicho.
Hoy me permito hablar en nombre de nuestro pueblo, para hacerle llegar un abrazo enorme a toda su familia, decirles que, aunque no estemos presentes, desde casa les tenemos en nuestro pensamiento y en nuestro corazón, que les enviamos toda nuestra energía para que en estos difíciles momentos tengan la fuerza necesaria para sobrellevarlo. Esperamos que muy pronto podamos darles ese abrazo en persona.
“Que la tierra te sea leve Don Juan Ramón”.
*Antonio Chinea.
Alcalde de Valverde.
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