Opinión

Las aventuras y desventuras de Facundo Padrón en una isla verde

Por Luciano Eutimio Armas Morales

Dedicado a Facundo y María, y a sus hijos Fermín, Teresa e Ismael.

Facundo Padrón Hernández era un vecino muy apreciado en su pueblo en el que era objeto de esa insana envidia tan frecuente en aquellos lugares, ya que si bien no era especialmente rico, sí es cierto que él y su familia vivían desahogadamente con el producto de las rentas de sus propiedades y negocios.

Había estado unos años en Venezuela donde le había favorecido la estrella de la fortuna, y tuvo además la suerte de liquidar sus negocios en la octava isla y regresar a su terruño cuando el cambio del bolívar aún era de 4,30 por dólar, lo que le permitió invertir en unos terrenos en el Matorral que en principio preparó y dedicó al cultivo del plátano, y posteriormente reconvirtió en cultivos de piña tropical.

Pero el verdadero negocio de Facundo no era la agricultura, aunque ciertamente le reportaba algunas rentas, sino los negocios relacionados con el turismo. Aunque procedía de familia de agricultores y ganaderos, tuvo la percepción de que la agricultura tendría cada vez más dificultades, ante la competencia desleal de algunos países productores con costes laborales más bajos, las dificultades del transporte y comercialización de la producción de pequeñas explotaciones así como las ventajas fiscales de los importadores.

Tuvo este visionario paisano además, la suerte de heredar un hermosa finca de fértiles tierras con abundante vegetación, orientada hacia el sur-oeste, soleada y con relajantes vistas al paisaje circundante desde el monte hasta el mar. De esa finca vivían varias familias cuando él era pequeño, ya que sus padres tenían medianeros que se ocupaban tanto del cuidado del ganado, pues llegaron a tener una veintena de vacas, además de cabras, ovejas, cochinos, gallinas y algunos burros, así como de las plantaciones de papas, millo, habas, calabazas, viñas, higueras y otros frutales.

Con el tiempo, y después de que Facundo marchara a Venezuela y su hermana se casara con un militar y se fue a vivir a Cartagena, la Gran Hacienda, como llamaban a aquella magnífica finca, entró en proceso de decadencia y abandono. Los medianeros comenzaron a abandonar la esclavitud de ese incierto trabajo en el campo, buscando otros trabajos más sosegados y seguros, como empleado en alguna administración pública, y en otros casos, tratando de mejorar horizontes y pensando en la formación y el futuro de sus hijos, emigraron algunos a Tenerife o a Las Palmas a trabajar con un taxi o en un bar.

Cuando Facundo regresó de su peripecia migratoria con abundante plata, sus padres ya eran mayores y la Gran Hacienda estaba irreconocible: Las cuadras vacías de animales y con los techos caídos; las veredas llenas de zarza y maleza; los huertos que otros tiempos lucían con las espigadas piñas de millo y las papas, se veían ahora llenos de tederas, hinojos y tagarninas; la viña abandonada, y hasta las higueras esbeltas de otros tiempos, se veían abatidas, sin limpiar y con hijos a ras del suelo.

Los palmeros habían comenzado el cultivo de plátanos en el matorral de El Golfo, y pensó Facundo con buen criterio, que le resultaría más rentable invertir en unas fanegadas de plataneras en el valle, que tratar de resucitar su Gran Hacienda. Y así lo hizo, aunque no pensaba poner todos los huevos en la misma cesta, por lo que dejó aparcados una parte de sus ahorros. Las plataneras le producían una buena renta, pero un año de esos le dijo su mujer: “Oye Facundo, ¿Por qué no cogemos unas vacaciones y nos vamos una semana con los niños a una Playa de Gran Canaria, que dicen que son tan bonitas?”.

La semana de vacaciones de Facundo en Maspalomas le permitió descubrir otras posibilidades de negocio que no había explorado: Ver los hoteles a tope, llenos de alemanes, ingleses y nórdicos, así como todos los negocios que surgían a la sombra de esa riada humana que llegaba ansiosa a disfrutar de nuestro clima, nuestras playas, nuestro sol, nuestros paisajes, nuestra gastronomía y nuestra tranquilidad. Pudo observar los restaurantes, los bazares, los taxis, las agencias de viajes organizando excursiones por mar y por tierra, y todo tipo de negocios que florecían al calor de esta marea de turistas que llegaban y salían continuamente por el aeropuerto de Gando. “¡Esto es más negocio que las plataneras!”, pensó Facundo Padrón.

Con indudable visión de futuro, centró sus esfuerzos e inversiones en el sector servicios, pues si bien en la agricultura había que comprar el agua como primer recurso, el turismo que llegaba a estas latitudes procedentes del frio y obscuro norte, demandaban sobre todo unos recursos que no había que comprar porque esta tierra los ofrecía gratuitamente: el sol, el clima, la tranquilidad y el paisaje. ¡Ese es el verdadero negocio! pensó Facundo, ¡Vender algo que no cuesta nada!

Su hijo Fermín, que con frecuencia venía a la Isla a pasar unos días en La Gran Hacienda con su pareja, una guía turística Suiza, se sintió entusiasmado con la idea de su padre: Convertir la casona y la finca en un hotel de lujo. Y fue así, como pasados unos cinco años, aquella vieja casona se acondicionó como restaurante y pequeño museo, y a su lado se levantó imponente un lujoso hotel escalonado en el terreno, con amplias y ajardinadas terrazas orientadas a la puesta del sol. Las construcciones modernas de una o dos plantas con todo el confort al gusto de los clientes más exigentes, estaban rodeadas de estanques, jardines y senderos entre una frondosa vegetación donde revoloteaban las aves, que invitaban a largas caminatas marcadas con setos de romeros.

Los clientes que disfrutaban de estancias en las cuatro suites y ochenta habitaciones del Hotel “Parque de Ventejis”, reiteradamente calificaban al hotel como muy excelente en el portal de TripAdvisor, lo que le permitió ganar un prestigio que le producía frecuentes overbooking y una ocupación media del noventa por ciento. ¡Facundo Padrón había convertido la abandonada finca y la vieja casona, en un magnífico y codiciado hotel que se disputaban todos los touroperadores! Aquellas lujosas habitaciones, rodeadas de naturaleza, con vistas al mar y la montaña, los pájaros y los mirlos saltando entre las ramas, un esmerado servicio y una cuidada gastronomía, formaba parte de lo que algunos clientes definían como un auténtico paraíso, que justificaba lo elevado de los precios de las habitaciones.

El Hotel, que estaba gestionado con gran éxito por su hijo Fermín desde que el fundador se jubiló, era un gran negocio del que dependían directamente veintidós familias. Pero un día se presentó en la Gran Hacienda Ismael, el hermano menor de Fermín, que había estudiado Filología Inglesa, y después de una vida bohemia por diversos países de Europa y alguna aventura empresarial fracasada, como una empresa para alquilar tablas de surf en Tarifa (Cádiz), había recalado de nuevo en su Isla, y como suele decirse, con lo puesto.

Para completar el cuadro, al poco tiempo recaló también la hermana Teresa con su pareja, quince años más joven que ella. Era la hermana de en medio, que tras separarse de su esposo y dejar a sus dos hijos bajo la custodia del mismo en Tenerife, se había establecido con su pareja en Marraquech donde había trabajado en diversas actividades relacionadas con el turismo y el alquiler de jaimas, pero que regresó a la Isla, también con lo puesto.

El panorama de un hermano que gestionaba con gran éxito empresarial un hotel que en realidad era del padre, y dos hermanos que regresaban y se encontraban en paro, no podía mantenerse estable por mucho tiempo, máxime cuando Fermín y Teresa pretendía su parte de aquella tarta. Por eso el viejo Facundo les ofreció que se integraran en el negocio del Hotel, pero cuya dirección debía seguir llevando Fermín, que estaba realizando una gestión brillante.

Pero los dos hermanos pródigos no estaban de acuerdo. Dijeron que la finca era muy grande. Que había espacio para todos, y que ellos querían montar su propio negocio. Que una nueva Ley sobre el territorio, creada según decían para propiciar la creación de puestos de trabajo, permitiría otras actuaciones. Fermín tenía la idea de montar un pequeño camping en la parte más baja de la finca, ocupada por viñedos e higueras. “¿Te imaginas a un cliente, que sale de la tienda de campaña, estira la mano y coge higos de la higuera?”, decía con sorna. Y Teresa, para no ser menos, quería montar unas casetas prefabricadas en madera imitando una especia de jaimas, en medio de la vegetación más frondosa, y separadas unas de otras por setos y arbustos. “¡Hay espacio y turismo para todos!”, decían al unísono.

El viejo Facundo, resignado, no se atrevió a contradecir a sus hijos, aunque no veía clara la propuesta.

Uno años más tarde, los clientes del Hotel “Parque de Ventejis” podían seguir disfrutando del sol que, de momento, continuaba siendo gratuito, pero ya no disfrutaban tanto del paisaje, de la tranquilidad, y ni siquiera de los aromas de las plantas de La Gran Hacienda.

El camping construido por Fermín mantenía una clientela estable, pero había provocado la ocupación de una parte de la finca con sus instalaciones y la destrucción simultánea de los jardines que antes formaban parte del Hotel. Además, tenían problemas añadidos de desagües, saneamientos e instalaciones complementarias, provocados también por las casetas prefabricadas que Teresa había montado en la parte alta de la Finca.

La consecuencia de esta nueva situación, es que la finca que fuera en otros tiempos un lugar paradisíaco con un hotel para clientes selectos, se había convertido en un lugar algo masificado, ocupado por clientes de bajo poder adquisitivo en el camping y las casetas de madera, con ruidos, problemas de aparcamientos y malos olores, que ahuyentaron los selectos clientes que venían al Hotel “Parque de Ventejís”.

Este tuvo que entrar en una bajada de precios en cascada para mantener la ocupación, lo que a su vez produjo una merma en la calidad de sus servicios, pero como mantenía una alta estructura de costes fijos, el negocio entró inevitablemente en pérdidas. Un día convocó Facundo a todos sus trabajadores, y consternado, les comunicó el cierre del Hotel. Y todos al paro.

Durante cierto tiempo siguió funcionando el camping y las casetas de madera, pero al cerrar el hotel y no tener un mantenimiento adecuado de la finca, los jardines y los espacios comunes, se fueron degradando y llenando de maleza, y los clientes que antes llenaban estas instalaciones, preferían un camping nuevo que habían abierto en la Costa, o a un poblado aborigen que se había construido en Isora.

Ante el abandono y degradación de toda la finca, con el Hotel, el camping y el negocio cerrados, los hijos propusieron a su padre, que a pesar de sus años y achaques aún conservaba sus facultades, que pusiera en venta la finca y repartiera la herencia.

No era fácil, a pesar de que lo colocaron en todos los portales de venta inmobiliaria, que un inversor adquiriese esa finca y ese hotel deteriorado por el tiempo y el abandono, porque restaurarlo y recuperar su esplendor requería una inversión superior a hacerlo de nuevo, y por otra parte, tampoco resultaba atractivo como finca agrícola, dado que las únicas que resultaban rentables en esos momentos, eran las de regadío en la costa.

Nadie mostraba interés por la finca como inversión agrícola o turística, hasta que una reciente modificación legislativa, promulgada con la intención de reactivar la economía y crear puestos de trabajo, permitiría extraer toda su tierra vegetal para llevarla a otros lugares de la costa, lo que por otra parte, ocasionaría convertir su Gran Hacienda en un páramo sin tierra en el que no crecería ni el tagasaste.

Cuentan algunos que lo vieron ese día, que D. Facundo caminaba con lágrimas en los ojos por la acera de la calle S. Francisco en Valverde delante de sus hijos, después de salir de la Notaría. Acababa de firmar la venta de su querida Gran Hacienda de Ventejís heredada de sus padres, en la que con tantos sacrificios e ilusiones vivió primero su esplendor agrícola, luego su esplendor con un hotel emblemático, y luego su decadencia, para terminar vendiendo su tierra. La tierra de sus padres y de sus abuelos.

Sus hijos habían recogido cada uno un cheque en la Notaría, pero él no quiso saber ni el precio de la venta. Cuando llegó a su casa se sentó en su sillón predilecto en la terraza, con la mirada perdida en el horizonte.

Y así estaba, cuando María, su mujer, le dijo: “La mesa está puesta, Facundo, siéntate a comer”. Pero él le contestó: “Come tú por favor, hoy no tengo apetito”. Y otras lágrimas rodaron por sus mejillas mientras pensaba: “Toda una vida luchando, carajo. Tantos sueños e ilusiones, para que al final tengas que vender tu tierra por tres papeles, que terminan en el bolsillo de tus hijos, porque yo para mí no quería nada…”

Joyeria Bazar Elvira pie

Paisaje después de La Bajada

Por: Luciano Eutimio Armas Morales

Permítanme parafrasear el título de la película del cineasta polaco Andrzej Wajda (“Paisaje después de la batalla”), que es una reflexión sobre el fatalismo propio del pueblo de Polonia y el panorama de este país tras la II Guerra Mundial, para hacer tres breves reflexiones sobre la LXIX Bajada de la Virgen de los Reyes.

PRIMERA REFLEXION: LAS BATALLAS

La primera batalla fue en la Venia General de la Cruz de Los Reyes. Discrepancias quizá primitivas y pueriles, frustraron el mayor espectáculo de música, colorido y emociones de toda La Bajada, provocando frustración, llanto, rabia e impotencia entre miles de asistentes y muchísimos más que la seguían por distintos medios. Alguien añoraba la época en la que “El” habitaba entre nosotros, y un Delegado del Gobierno, que era al mismo tiempo Presidente del Cabildo y Alcalde de Valverde, ponía orden sólo con la mirada. Pero yo creo que estamos en otros tiempos, en los que el diálogo, la libertad, la convivencia y el respeto de unos valores, están por encima de esas disciplinas castrenses.

La segunda batalla se desarrolló en los llanos de Tejeguete. Aunque las fuerzas del orden habían tomado precauciones, no pudieron evitar el enfrentamiento musical y posicional entre el ejército blanquirojo de los que llevaban La Virgen al toque de un “Santo Domingo” y el ejército blanquirojo de los que la esperaban posicionados en lo alto de la colina, al toque de lo que parecía un “Redondo”. No hubo enfrentamiento directo, pero el incidente y la falta de entendimiento y cooperación entre los dos grupos, ocasionó un considerable retraso en la marcha de la comitiva, que tuvo como consecuencia que la Virgen llegase a su destino al día siguiente de La Bajada.

La tercera batalla se libró a la llegada a la Iglesia Matriz de Valverde. El ejército blanquirojo local pretendía marcar su territorio para evitar la intrusión de los ejércitos forasteros, porque una gran concentración de soldados blanquirojos, masificaría el templo e impediría el lucimiento de los propios.

La cuarta batalla fue en los despachos y salas de reuniones. Las deliberaciones sobre las sanciones a imponer a los soldados que provocaron esas escaramuzas, enrarecieron aún más la atmósfera electrificada, llegando luego una amnistía que no logró calmar los ánimos, con inusual día de lluvia en el mes de julio.

La sangre no llegó al rio, pero se han abierto muchas heridas. Desde las redes sociales y desde algún micrófono, se dispararon algunos dardos envenenados. Conclusión: Como sucede en casi todas las guerras, todos salen perdiendo, incluyendo los que ganan las batallas.

Y ahora, hablando en serio…

SEGUNDA REFLEXION: LA ESENCIA DE LA BAJADA:

La Bajada de la Virgen de Los Reyes, es una festividad religiosa promovida inicialmente por los pastores de El Pinar. No debemos olvidar esos datos, para no perdernos.

Su presencia se ha consolidado en nuestro pueblo, y forma parte entrañable de nuestro acervo cultural, moral, etnográfico, religioso e histórico. La Virgen de Los Reyes representa mucho para nosotros.. “Es el día en que los herreños reconfirmamos nuestros vínculos y nuestras raíces” (Javier Armas). “Me quedo con el sentimiento, el fervor, el respeto, la devoción y los abrazos que se dan como unión de todos los pueblos” (Patricia Clavijo). “Lo más bonito es la unión de los pueblos, los sentimientos a flor de piel, la tradición y la devoción” (Alba Almenara). “Cuando uno oye decir a alguien durante la Bajada, “Estamos de fiesta en El Hierro”, sentimos agredido nuestro corazón y nuestros sentimientos” (Raúl Álamo). Son muestras de testimonios.

Pero algunos han pretendido patrimonializar a nuestra patrona o politizarla, e incluso utilizarla de forma instintiva y primitiva para marcar su territorio, llegando al esperpento de celebrar un Pleno en un Ayuntamiento para “imponerle una raya” a la Virgen de Los Reyes. Y creo que ese es el origen de algunos problemas: se ha perdido el norte y las referencias. Se olvidan de que la Bajada es una fiesta religiosa para los creyentes, en la que pueden participar como “oyentes” los no-creyentes. La Bajada es en esencia, una fiesta promovida por los pastores y organizada por la Iglesia Católica para sus fieles.

No debemos olvidar, por otra parte, que no convivimos en una teocracia primitiva, sino en una democracia aconfesional, que expresa en el Art.16 de su Constitución, que “ Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley”.

Manifestaba un espectador forastero en la Cruz de Los Reyes el día de la Bajada, que “..esto es una especie de danza ancestral de figurines, ante una imagen de madera.” Una expresión claramente ofensiva para todos herreños, creyentes o no creyentes por lo que la Virgen de los Reyes representa, pero que pone de manifiesto como algunos de los visitantes vienen a la Bajada con ánimo de ver un show, y con absoluto desconocimiento y falta de respeto a nuestra cultura y nuestras tradiciones.

Pero esto es en parte consecuencia de que se ha pretendido vender la bajada como un espectáculo mediático para atraer turistas y utilizarla para obtener réditos políticos, en lugar de tratar de conservar la esencia de la Bajada como un apreciado lugar de encuentro y de hermanamiento de todos los pueblos de la Isla, de los emigrantes y de los visitantes que comparten nuestros sentimientos, unidos en ese entrañable “¡Que viva la Virgen, viva!”.

El papel de las instituciones civiles en La Bajada, en este caso el Cabildo y los Ayuntamientos, debe limitarse a autorizar su celebración, acompañar respetuosamente por protocolo, garantizar la libre reunión, la circulación y la seguridad de las personas y los bienes, y evitar alteraciones del orden público.

TERCERA REFLEXION: LA FECHA DE LA BAJADA:

En el año 1965 se cambió la fecha tradicional de celebración de la bajada, de la primera semana de mayo a la primera semana de julio. En aquellos tiempos, el aeropuerto de El Hierro no existía, y las comunicaciones por barco con Tenerife eran sólo dos días en semana (Los lunes y los viernes), con un correíllo que pasaba por La Gomera y La Palma antes de llegar a El Hierro.

En una bajada, hubo que recurrir a los soldados del cuartel de Asabano para cargar los santos porque no había voluntarios suficientes. Y siendo Presidente del Cabildo D. Matías Castañeda, se modificó la fecha de la bajada en ese año, para facilitar que pudieran acudir a la misma los estudiantes que estaban fuera de la Isla y regresaban con las vacaciones de verano. Así al menos, se lograba algo más de concurrencia a este evento de tan hondo significado para los herreños, y se disponía de algunos voluntarios más.

Eran tiempos en los que la Isla sufrió un severo proceso de despoblamiento y las comunicaciones con el exterior eran muy limitadas.

En la década siguiente, y después de inaugurado el Aeropuerto, la Bajada se comenzó a promocionar como una especie de reclamo turístico para atraer visitantes a la Isla. Y así hasta nuestros días.

Pero la Bajada no es una gala Drag-Queen ni un carnaval santacrucero por mencionar dos espectáculos mediáticos de Las Palmas o de Santa Cruz, que son un reclamo para atraer turistas ávidos de lo exótico

¿Y si volviésemos a la tradición de celebrar la Bajada en la primera semana de mayo?

Posiblemente tendría algunas ventajas: Los paisajes de nuestros campos aún con el verdor de la primavera; unas temperaturas habitualmente más confortables; una mejor cifra de negocio para los establecimientos y servicios turísticos, que en año de bajada tendrían tres meses buenos (Mayo, julio y agosto), en lugar de los dos meses buenos que tienen actualmente.

Las dificultades de antaño con las comunicaciones hoy no existen, porque tenemos la facilidad de poder viajar todos los días de la semana por barco (Excepto sábados), o por avión. Los estudiantes tendrían la oportunidad de viajar un fin de semana. Y seguramente no faltarían voluntarios para cargar con los las imágenes de los santos.

Pero además, creo que implicaría también una gran ventaja: La Bajada sería menos masiva, menos espectáculo, vendrían quizá menos visitantes, pero nos permitiría recuperar ese carácter de encuentro fraternal bajo el hado de la Virgen de Los Reyes. Ese profundo sentimiento, con el fervor, el respeto, la devoción y los abrazos que se dan como unión de todos los pueblos, como decía Patricia. Nos permitiría resumiendo, rescatar las esencias de la Bajada de la Virgen de los Reyes, que sería menos espectáculo, pero más íntima, mas fraternal y más nuestra.

Pienso que sería interesante reflexionar sobre el posible cambio de fecha, y debatirlo con la vista puesta en la LXX Bajada de 2.021.

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La Virgen no tiene la culpa

Por Raúl Álamo

La Virgen de los Reyes no tiene la culpa de que los que habitan el planeta sufran un trance de valores humanos, existenciales y de identidad; tampoco tiene culpa de que el mundo esté sumido en una crisis económica que afecta a la ciudadanía, y menos tiene la culpa de que hayan conflictos bélicos y pobreza, factores éstos que casi siempre van de la mano.

Nuestra Patrona no entiende de guerras y disputas, no sabe de enfrentamientos entre pueblos, tampoco establece “rayas” en su recorrido cuatrienal, porque su mirada dulce y serena está puesta en el horizonte de un Camino, el de la Virgen, legado y heredado por nuestros antecesores desde el año 1741. Sus ojos miran fijamente al Cielo y a la tierra, no para ver límites territoriales sino el infinito que marca la fe, la devoción, la convivencia y la paz.

No es el momento de buscar culpables, porque todos en menor o mayor medida lo somos. No responsabilicemos de lo sucedido al vecino de enfrente o del otro pueblo, porque todos lo fuimos en algún momento. No alimentemos en conversaciones de bares, en mentideros políticos o en redes sociales un enfrentamiento con el que vamos a contaminar nuestra vida en los próximos días, meses y años. No queramos siempre y en todo tener la razón porque posiblemente esa obcecación por tenerla nos aparta de la verdadera realidad.

La fe se convierte en fanatismo cuando se quiere siempre estar en posesión de la verdad, porque eso puede desembocar en peligrosas doctrinas fundamentalistas. El fanatismo es pasión por las cosas, que podría entenderse en el caso que nos ocupa, pero cuando apasionamiento sobrepasa esta esfera, puede derivar en el fanatismo, y eso sí es peligroso. Es malo, mejor maligno, llegar a entender que una actitud o actividad que se manifiesta con una pasión exagerada, desmedida, irracional y tenaz en defensa de una idea, teoría, cultura o estilo de vida puede causar enfrentamiento entre los pueblos; pues eso es precisamente lo que le ha ocurrido al pueblo de El Hierro con su Bajada.

No nos rasguemos ahora las vestiduras, y reconozcamos que la Bajada ha sobrepasado nuestros límites de resistencia. La inmensa mayoría de las miles de personas ajenas a El Hierro y que llegan a gozar de nuestra tradición cuatrienal, incluidos muchos herreños, no saben ni conocen las raíces sobre las que se sustenta el Voto de 1741 y que obliga a los herreños, ´haya o no urgente necesidad´, de trasladar a nuestra Virgen de los Reyes desde su santuario de La Dehesa a la Villa de Valverde.

Cuando uno oye palabras como “estamos de fiesta en El Hierro”, y ve vasos con cubatas de ron, o escucha “guapa”, uno se siente agredido en el corazón. Pero ellos no tienen la culpa, quizás estemos fallando como escopetas de feria en la información que le damos al visitante, porque todo lo circunscribamos a la figura del bailarín y de los tocadores, muy importante en la Bajada, pero que no lo es todo, porque por encima de estas figuras está la Virgen de los Reyes, y eso no es pura palabrería porque se plasma en la información que recibe el propio ciudadano.

Si ustedes han tenido la oportunidad de ver la portada de los periódicos regionales de los días posteriores a la Bajada de la Virgen se darán cuenta que las fotos que abren sus reportajes son muchas sin la Patrona, que queda anulada por distintas imágenes de bailarines, tocadores y gentío, y con titulares que hablan de fiesta herreña y nunca de tradición. Para ser honrados y sin predilecciones sobre ningún medio, solo Canarias 7, que envió a un equipo de profesionales supo sacar un titular elocuente y una fotografía apropiada, y les digo la razón que no es otra sino el estar informados a pie del evento y en la propia isla; caso similar el de los medios digitales herreños y otros radiofónicos y televisivos trasladados a El Hierro. Situación ésta que tendrán que replantearse algunos que no pudieron o quisieron estar.

Con independencia de los acuerdos a los que se llegue entre la Comisión Mixta y los colectivos de bailarines afectados, que además traspasan a la condición de pueblos de El Hierro y de la propia Isla, creo que va siendo hora de actualizar las estructuras organizativas de la Bajada a los nuevos tiempos. Si hemos cambiado tradiciones dentro de la propia Bajada para adaptarlas a la nueva realidad, porque no somos entre todos capaces de crear un Patronato de la Bajada de la Virgen, del que pueda depender un órgano de arbitraje que dirima los conflictos que se puedan plantear.

No quiero crear polémica, la Virgen no me lo perdonaría, y menos porque al final vivo, disfruto y comparto la amistad de mi gente, mucha de ella inmersa en este conflicto. No parece tampoco legítimo cargar toda la culpa en autoridades insulares, locales e Iglesia. Reconozcamos por un momento que la Bajada se nos ha ido de las manos y es necesario regularizar muchas circunstancias que afectan al buen grado de convivencia y pacifismo de nuestros vecinos. Hagamos una reflexión profunda para admitir que no hemos dado una buena imagen de isla, que no podemos ver como nuestros niños y jóvenes están heredando no el Voto de la Virgen, sino la agresividad y el rencor injustificado. Seamos capaces de acercar posiciones, reconciliar ideas, consensuar acuerdos y vivir en paz, no solo en la Bajada, sino todos los días y todos los años.

Ahora lo primero que nos debemos proponer es arreglar este desaguisado que nosotros mismos hemos, quizás no queriendo, originado. Pero toca, después de la Bajada, hacer un “debriefing”, palabra anglosajona, cuyo significado no es otro que el de una reunión posterior a una misión en la que se extraen conclusiones de la misma. En ella se analiza el cumplimiento o no de los objetivos de la misión y de la actuación de todos sus participantes. Normalmente dichos participantes presentan sus informes sobre la acción realizada y se analiza el comportamiento del grupo y de cada individuo a fin de mejorar futuras acciones similares.
Este es el nombre en inglés, pero que en el caso que nos ocupa tendremos que llamarle “Congreso de la Bajada”, y en él se tendrán que dirimir actitudes y comportamientos si queremos que la Bajada de la Virgen de los Reyes siga conservando su razón y espíritu. Pero tendremos que ser valientes para coincidir primero en que la Virgen de los Reyes es la esencia de la Bajada, la conveniencia de que los bailarines de la Virgen sigan saliendo de la isla a bailar y si se decide que salgan en qué condiciones, puesto que siendo consciente de que son un reclamo si es para bien o para mal. También sería importante decidir quién manda a quién o si mandamos todos.

De verdad, créanme que ojalá no hubiera tenido que publicar este artículo, porque seguramente estaríamos viviendo una Bajada memorable. Me gustaría estar hablando de convivencia entre pueblo y amigos, pero lamentablemente las posturas enfrentadas no lo permiten. Bajémonos a la realidad, reconciliemos posturas, abramos nuestros corazones y almas al entendimiento, sustituyamos los insultos por un diálogo sano, no abandonemos la palabra, el diálogo y seamos más transigentes. Vamos a hacerlo por nuestra Virgen de los Reyes, ella no tiene la culpa.