Ana Ávila*
La fotografía, además de constituir una expresión de la cultura visual, es un material de carácter documental a través del cual se pueden conocer aspectos inéditos o complementarios del patrimonio artístico, pero también revelar las actuaciones lamentables de que ha sido objeto. Lo comentamos en esta ocasión a propósito de una fotografía de los años veinte en que se aprecia una procesión en el exterior de la ermita de Santiago apóstol (Valverde), con dos imágenes sobre sus andas, una, San Isidro labrador, la otra, la Virgen de los Afligidos [Fig. 1]. Ciñéndonos a esta, de vestir, se le aprecia con un aspecto diferente al actual, previo a su restauración por el escultor orotavense Ezequiel de León Domínguez (1926-2008), en 1964, quien le incorporó manos nuevas y, al menos, exacerbó su carácter doliente. Indudablemente, se trata de una de las tallas que precisan una restauración basada en normas científicas de respeto al original, por cuanto un restaurador no se debe convertir en un continuador de la obra, o un censor, sino ser alguien que facilite la pervivencia del bien mediante la consolidación, intervenga con productos y procedimientos compatibles y reversibles, y facilite una lectura del mismo, suprimiendo, dentro de lo posible, repintes y enyesados que vulneran la originalidad de la obra.
[Fig. 1] Procesión de Nuestra Señora de los Afligidos y San Isidro labrador en el exterior de la ermita de Santiago apóstol, Valverde, años veinte, 13,5x8,5 cm, Valverde, colección particular [Imagen digitalizada a partir del original].
Como vemos, la virgen lleva dos piezas de plata, corona y media luna a sus pies. Los objetos realizados con este metal, o plata sobredorada, constituyen un importante patrimonio artístico-religioso en la isla de El Hierro, algunos procedentes de envíos de fieles desde Filipinas y La Habana, particularmente en el arco temporal del siglo XVII al XIX. Si este legado es visible al visitante de iglesias y ermitas a través de las diademas y coronas de las imágenes de los retablos, las piezas litúrgicas se guardan en sus sacristías. Ahora bien, también se trata de una herencia diezmada, por su venta para la obtención de recursos alimenticios en alguna grave etapa de sequía, así como por la rapiña, cambios de gusto e ignorancia acerca de lo que constituye tal tesoro cultural. Las piezas que hemos mencionado de la Virgen de los Afligidos, afortunadamente aún se conservan. No podemos decir lo mismo de otras imágenes insulares, como, por ejemplo, Nuestra Señora de la Consolación (Sabinosa), cuya media luna, enviada desde Cuba por el fundador de la ermita a finales del siglo XVIII, Simón de Morales, fue de algún modo sustraída en el siglo pasado.
La corona real de la Virgen de los Afligidos que centra el retablo de la ermita de Santiago apóstol es una pieza de plata forjada y repujada, de cuyo cerco, decorado con cabujones, surge una decoración simplificada de tallos, hojas y flores de acanto [Fig. 2]. En Isla de El Hierro. Patrimonio artístico religioso (Gobierno de Canarias-Ayuntamiento de Valverde-Madrid, Ediciones del Umbral, 2012, p. 285), habíamos indicado cómo en diversos puntos de su remate se apreciaban señales de que en su momento tuvo seis imperiales que la debían convertir en una corona de tipo imperial, tal se aprecia en la fotografía que aquí se reproduce [Fig. 3]. Probablemente esos elementos le serían amputados cuando la imagen fue restaurada en los años sesenta, como dijimos previamente, lo más posible por una cuestión de gusto errónea, al considerar la pieza demasiado grande para la cabeza de la virgen.
[Fig. 2] Corona de la Virgen de los Afligidos, segunda mitad del siglo XVIII, Valverde, ermita de Santiago apóstol [Foto: Autora].
[Fig. 3] Corona de la Virgen de los Afligidos, segunda mitad del siglo XVIII, Valverde, ermita de Santiago apóstol [Foto: Carmen Julieta Padrón].
En cuanto a su media luna, también de plata, se estudia y reproduce en la mencionada publicación: con ondulada moldura, tiene en los extremos de los cuernos dos estrellas de seis puntas alusivas a la virgen y en la zona central un querubín con dos pares de alas concentrando su cabeza, con rostro de voluminosa plasticidad y cabellos ensortijados, de tipología americana. Una filacteria se despliega en torno a sus alas con una inscripción relativa al donante y a su fe: A DEVOSIÓN DE/ IVAN BAVTISTA ROD[R]ÍGVES [Fig. 4]. El profesor Jesús Pérez Morera, especialista en platería, la tiene por una pieza de procedencia venezolana, pudiendo estar labrada en la segunda década del siglo XIX. Si en su momento apenas habíamos aportado unos pocos datos sobre la identidad del donante, ahora podemos ofrecer algunas informaciones biográficas.
[Fig. 4] Detalle de la media luna de la Virgen de los Afligidos, segunda década del siglo XIX, Valverde, ermita de Santiago apóstol [Foto: Carmen Julieta Padrón].
Creemos, como ya dijimos en el libro citado, que la identidad del donante corresponde a Juan Bautista Rodríguez Hernández, hijo del sargento Francisco Rodríguez Ortega (o Arteaga) y de María Hernández de Orta (o Dorta), quienes ya habían sido padres de José Conrado Domingo, nacido el 19 de febrero de 1761 y bautizado tres días después en la parroquia de Valverde (Archivo Parroquial de Valverde, Libro de Bautismos, 3d, fol. 51). Juan Bautista debió nacer hacia 1776, por cuanto al fallecer, el 16 de agosto de 1846, contaba con 70 años de edad (APV, Libro de Defunciones, 3, fol. 97 v). Contraería matrimonio con Juana de los Reyes de Armas Padrón (o Juana de Armas Castro o Juana Castro) el 2 de enero de 1810 (APV, Libro de Matrimonios, 4, fol. 201). Nacida el 22 de octubre de 1790 (Libro de Bautismos, 3 f, fol. 349 v), era hija del subteniente de Milicias y regidor, Juan de Armas Castro (o Febles) (hijo de Juan de Armas Castro y Juana Febles) y de María del Carmen Padrón Febles (o Martel) (hija de Juan Padrón Febles y de Josefa de la Concepción Martel). Esta fallecería el 26 de abril de 1864 (Libro de Defunciones, 4, fol. 54 v), dejando tres hijas del matrimonio: Isabel de la Concepción Rodríguez Armas (19/11/1810) (Libro de Bautismos, 4, fol. 269 v), María Cristina Rodríguez Armas (24/07/1815) (Idem, 5, fol. 3) y María de los Dolores Rodríguez Armas (30/01/1820) (Ibídem, 5, fol. 25 v). La segunda, fallecida el 29 de diciembre de 1882 (Libro de Defunciones, 5, fol. 225), contrajo matrimonio con José Sánchez Rodríguez, uno de cuyos hijos fue Juan Bautista Sánchez Rodríguez, fallecido en La Habana, quien se había casado en 1870 con María del Pilar Cejas Espinosa, hija del capitán de Milicias, Juan Antonio Cejas Padrón, y de Rosalía Espinosa Casañas (Libro de Matrimonios, 7, fol. 40 v).
Desconocemos si Juan Bautista Rodríguez Hernández viajó a Venezuela, desde donde pudo enviar la media luna. Las lagunas entre las fechas de nacimiento de las hijas lo posibilita. También sería posible encargarla a algún pariente emigrado En cualquier caso, no tenemos constancia documental de que esta pieza haya sido regalada expresamente a la Virgen de los Afligidos. Según las Cuentas de fábrica de la parroquia, ermitas y hermandades de El Hierro (1807-1817), Juan Bautista Rodríguez –quien debe corresponder a la misma persona que estudiamos- figura como donante de un platito de plata para las vinajeras de la ermita de la patrona insular. De hecho, ejerció de mayordomo de la Virgen de los Reyes, al menos, entre 1832 y 1846, año, como hemos visto, de su fallecimiento. Sería demasiado aventurado considerar que esta media luna perteneciera a la patrona insular, por cuanto no hay constancia documental de que una media luna figurara en su ajuar, mientras que la que aparece a sus pies en el repertorio fotográfico con motivo de la Fiesta Real pertenece, en realidad, a Nuestra Señora de la Concepción, como hemos podido demostrar a partir de su inscripción.
La procesión con la que hemos iniciado este artículo, ha salido por la puerta principal de la ermita, mientras que la lateral permanece cerrada, siendo presidida por tres monaguillos, dos con cirios en sus hachas procesionales y, el del centro, con una cruz grande sobre su alta vara, destinada a las procesiones, con su manga, ese adorno de tela de carácter cilíndrico rematado en cono que arropa parte de la misma. Mujeres y hombres de todas las edades, adolescentes, niños y niñas, vestidos de calle para asistir a la misa, miran atentos al frente, es decir, a la cámara, incluso los jóvenes encaramados en la techumbre tejada, mientras al fondo, un hombre gesticula, lo más seguro, recitando una loa. Los vecinos se integran en el lugar donde residen, La Villa, como se solía denominar a Valverde, la capital insular, definido por paredes que configuran las pequeñas propiedades de los huertos, por casas terreras y alguna de alto y bajo, con cubierta de azotea y sus frentes encalados, si bien advertimos que aún pervive la casa pajiza. En el extremo derecho de esta orografía en pendiente se aprecia una molineta, otra estaba en el flanco opuesto del caserío, junto al cementerio de San Juan Evangelista.
La ermita de Santiago apóstol a lo largo de los tiempos era un recinto enraizado en la identidad colectiva de los vecinos de Valverde, quienes celebraban su festividad, el 25 de julio, como uno de los acontecimientos más importantes del calendario anual, ya iniciado el verano. Otra, de no menor interés social y devocional, era la dedicada a san Isidro labrador –“Quita el agua y pone el sol”-, la cual atraía a vecinos del norte, dada la vinculación del santo con la labranza y el ganado. Por diversos motivos, se trata de fiestas que han venido perdiendo la capacidad de atracción que tuvieron antaño. Aparte del impulso que se les debe dar, creemos que esta ermita merece una atención ineludible en cuanto bien cultural de primer orden en el contexto del patrimonio insular. Como edificio, desde hace muchos años viene arrastrando problemas ligados a su propia supervivencia. El agua y la humedad de la zona sobre la que se levanta incide en el deterioro de sus cimientos, mientras la humedad por capilaridad se advierte desde el suelo. Las humedades por filtraciones y condensación debido a las lluvias están haciendo mella no solamente en los muros, sino en la madera de las cubiertas de su única nave y del presbiterio. En cuanto al material lignario, habría que mencionar el deficiente estado de conservación de su púlpito y el peligro de que, de un día para otro, ceda la estructura del coro, incluso, la espadaña. La inseguridad de puertas y ventanas ha facilitado en más de una ocasión el libre acceso del agua de lluvia.
La desidia es uno de los peligros para la conservación del patrimonio cultural, un legado que no afecta exclusivamente a unos vecinos, sino al conjunto de la humanidad, siendo los inmuebles no solo obras con valor en sí mismos, sino la carcasa que pone a resguardo el patrimonio mueble. La Iglesia, por una parte, y las dos administraciones públicas (Ayuntamiento, Cabildo), por otra, deben llegar a acuerdos para salvar la ermita de Santiago y ofrecerla en las mejores condiciones posibles a las generaciones venideras. Probablemente su origen esté en el siglo XVI, tal es así, que ya en 1719 estaba reedificada, siendo objeto de intervenciones en lo sucesivo, afectada por las inclemencias del tiempo y, sin duda, por la precariedad de su construcción. La actual debe corresponder a la segunda mitad del siglo XIX, entre 1866 y 1873, año este que figura en su frontis [Figs. 5, 6], si bien no sería hasta una fecha próxima a 1889 cuando sea encalada, tal como la observamos en la Vista panorámica de Valverde que tomara en ese año el austriaco Oskar Simony.
[Fig. 5, 6] Ermita de Santiago apóstol en 1977, Valverde [Fotos: Autora].
Según antiguos testimonios, en su zona se levantó la primera parroquia que tuvo la isla, tal como recoge en 1719 el visitador eclesiástico. Desde el punto de vista del edificio, cuenta con las características propias de la arquitectura sacra de la isla herreña y, en general, de Canarias: de contundente y sobria geometría, en su fachada principal tiene una puerta de entrada con arco de medio punto, mientras que otra, secundaria, centra la lateral; en el remate del frontis, una espadaña de madera se sitúa en su eje central, la única en la isla con estas características. De una sola nave, esta se encuentra con la capilla del presbiterio a través de un arco, lo cual se manifiesta en el exterior mediante contrafuertes. La sacristía se sitúa detrás del altar mayor, a la que se accede mediante puertas laterales situadas en su retablo. A los pies se levanta, con elegancia, la estructura abierta de su coro alto de madera, tal como ocurre en la parroquia de Nuestra Señora de Candelaria, en El Golfo, y en la iglesia de san Pedro, en El Mocanal. Creemos que las techumbres de madera son las originales del siglo XIX, tanto la que ocupa la única nave -de faldones con par y nudillo con lima y almizate, recorrida por cinco tirantes apoyados en canes-, como la del presbiterio, piramidal, con un almizate escasamente desarrollado.
En cuanto a su patrimonio mueble, la pila de agua bendita es una de las dos que tenía la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, trasladada aquí cuando fueron sustituidas por las de mármol: de cantería, su taza estriada, del siglo XVII, configura una especie de cúpula gallonada invertida. ¡Cuántos herreños no mojaron sus dedos en este cuenco! Es singular el repicar de las campanas de la ermita de Santiago, donadas por particulares, una de 1817, la otra, procedente de La Habana, de 18751, una de las buenas piezas que de este patrimonio tiene el archipiélago, expresión de la presencia de herreños en la isla americana. Como sabemos, el retablo, repintado, está en el proyecto que ha pergeñado la Iglesia referente a la restauración de un número considerable de bienes muebles de las iglesias parroquiales y ermitas.
Otro de los motivos por los cuales hay que afrontar la intervención en la ermita de Santiago afecta, no solamente a los fieles, sino a la propia historia insular, ya que su entorno fue camposanto, inaugurado en 1852, vigente hasta que, en la zona opuesta del caserío, en los lomos de San Juan -donde se emplazó una antigua ermita dedicada al Bautista-, se construyera el actual, bendecido en 1868, a pesar de que aún no estaba totalmente finalizado, ya que la fecha de 1876 remata su puerta de acceso. El exterior de la ermita cuenta con un elemento característico de la arquitectura religiosa canaria, el muro bajo de mampostería que ciñe la parte inferior de la fachada y del lado que mira hacia el caserío, donde precisamente se encuentra la puerta secundaria de acceso, elemento apropiado para el encuentro entre los vecinos y la espera de la celebración de la misa y de la salida de las procesiones. Como puede apreciar quien acuda a la ermita, este elemento está sufriendo graves deterioros estructurales. Ya en su momento lamentamos la alteración de su entorno, al suplantar las paredes de piedra seca de su perímetro amurallado, incluso, sin tener la menor preocupación de percatarse de las características de los postes encalados que flanqueaban el acceso, con remates de puntas de diamante, elementos de cierre de un portalón, tal como se aprecia en la arquitectura doméstica de la misma Valverde y de Las Lapas, caserío de El Golfo socialmente próximo a quienes se mudaban desde La Villa.
Cuando hablamos de la necesidad de intervenir en la ermita de Santiago apóstol, no nos referimos a actuaciones puntuales sino a una restauración integral que afecte al conjunto del bien, respetando el carácter original del mismo, sin modificar estructuras ni elementos, documentando absolutamente todo, ya se trate de consolidar, que es lo fundamental, como de hacer limpiezas de suciedad e impurezas, y, si llegara el caso de incorporar reintegraciones, estas deben ser siempre reversibles y legibles, todo ello llevado a cabo por un equipo de profesionales cualificados, en el cual también debe estar presente la Universidad de La Laguna. Hacemos desde estas páginas un llamamiento para que no demos la espalda a un bien que forma parte de nuestro patrimonio cultural, por muchas razones, como hemos mencionado, significativo para nuestra historia insular.
1Según la inscripción que aparece en la pieza, los donantes fueron: Pedro P. Ramos, Pedro Padrón Cordero y Lázaro Padrón Padrón. Con respecto al último, debe ser el que se registra muerto el 6 de mayo de 1896, con 72 años (Archivo parroquial de Valverde, Defunciones, 7, fol. 17v). Era marido de Efigenia Rodríguez, con quien tuvo a Carmen, Antonio, Rosario y Ernesto.
* Profesora Titular de la Universidad Autónoma de Madrid.