Por Juan Jesús Ayala.

Los cabildos fueron corporaciones municipales creadas en Canarias y posteriormente en las Indias como similitud de los cabildos catedralicios de las iglesias catedrales. El cabildo también llamado ayuntamiento o concejo era el  órgano municipal por el cual los vecinos velaban por los problemas judiciales y administrativos y elegían a sus regidores y alcaldes según las disposiciones que llegaban de los gobiernos de España. La Ley de Cabildos de 11 de julio de 1912 “promovida por Manuel Velásquez Cabrera, abogado y político canario nacido  en Fuerteventura en el municipio de Tuineje dio opción para que El Hierro tuviese su Cabildo por lo que tendría que verificarse que aparte del ayuntamiento de  Valverde se  creara el de La Frontera.

Pero antes de este acontecimiento relevante para la historia de Canarias, Napoleón invade España en 1808 y según los tratados de Bayona y de Fontainebleau Carlos IV y su sucesor Fernando VII cedían la corona de España al francés que nombró rey a su hermano José I, permaneciendo Fernando VII   en el palacio de Valencay, lo que motivó se constituyeran las Juntas Supremas de Defensa que defendían los intereses de la corona, poniéndose al frente de la Tenerife, en La laguna, el marques de Villanueva del Prado que apoyó la titularidad y la autoridad de Fernando VII como legitimo heredero de la corona.

Según las crónicas tan pronto como el Cabildo herreño recibió la comunicación de la Junta de la Laguna aceptó la propuesta de adhesión nombrando como representante al cura Francisco Ayala Barrera a la vez que se imponía, eso si, voluntariamente, a los vecinos por parte del Cabildo una aportación durante el tiempo que fuera necesario y que se sacara de sus cosechas en apoyo de la causa de la Junta.

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Cuestión esta que posteriormente reforzó su entusiasmo donde “se dispuso” que se ponga sobre las puertas de todas las casas el lema “Viva Fernando VII” lo cual fue de tal agrado de la Junta  Suprema de Tenerife que dio lugar a publicar en su órgano de difusión aquello de: ¡ viva felices habitantes de El Hierro, viva el padre amadísimo de la nación española y viva sobre el trono de sus abuelos, para nuestra gloria y la vuestra¡.

Sin embargo toda esta disposición que parecía unánime y generalizada por parte de la institución herreña despertó ciertas rivalidades lo que era una constante en el ambiente político de la isla auspiciadas por familias y clanes del poder desatando intrigas e infidelidades, lo que se acentuó en la figura de Ayala Barreda el cual como se tenia que trasladar a Tenerife como representante de la isla fue cuestionado por aquellos que no defendían los intereses de Tenerife y si los de Las Palmas y que con motivo de la primera elección a diputados a Cortes en 1812 resultó nombrado Mateo Fernández de Salazar venciendo al Comisionado Ayala Barrera, pero sus adeptos lograron anular esta votación promoviendo una segunda a favor del mencionado Comisionado. 

Estos episodios y devaneos políticos como los referente a la Junta Suprema de Defensa que fue motivo de malestar y triquiñuelas, y a veces prodigados no tan de frente sino tomando el subterfugio como protagonista fue una constante en el transcurso histórico de la isla que irrumpió en el tiempo mas allá que la  posición política sobre la invasión napoleónica a España. Pero no cabe duda que todas las cuestiones que se forjaron a lo largo de siglos fueron hasta necesarias aunque determinaran cierto malestar porque hizo que la isla trascendiera lejos del embarcadero de Las Puntas o del refugio de Puerto de Naos en la Restinga  y se fuera tomando en cuenta y no solo  que  se convirtiera en la “Séptima Isla” como la nominó nuestro recordado José Padrón Machín, sino una más dentro del concurso y desarrollo de Canarias en general.