Por Juan Manuel Martínez Carmona (biólogo).
Autoridad indiscutible de las fugas y riscos herreños, catorce parejas de halcón tagarote (Falco pelegrinoides) se reparten la isla. Atendiendo a las presas disponibles, distancia entre territorios y superficie insular, prácticamente no caben más halcones en El Hierro. Versión algo más pequeña y compacta del halcón peregrino, el tagarote presenta además plumaje pálido y una inconfundible mancha rojiza en la nuca. Esta raza, característica de ambientes áridos, se extiende desde Canarias hasta Asia central, ocupando el norte de África y Oriente Próximo. Durante el periodo de celo y reproducción, la fidelidad de los halcones al territorio alcanza su apogeo. Ya desde diciembre, la pareja acomete enfervorizadas persecuciones y picados, aportando el macho presas como ofrendas nupciales. Riscos prominentes, normalmente posaderos de la hembra, acogen las cópulas acompañadas de estridente griterío. Cerca, en plena fuga inaccesible, será habilitado el nido, al abrigo de alguna oquedad o repisa protegida, depositando los huevos directamente sobre el suelo. Como ocurre en muchas rapaces, la hembra, más grande y vigorosa, asume la defensa del cubil, hostigando furiosa a otros halcones, cuervos, aguilillas, perros o personas que deambulen cerca. Bascos, Negros, Tecorón, Risco de Miguel, Tigirote…, son algunos de los enclaves halconeros en la isla.
Quien tenga la suerte de contemplar halcones en pleno lance de caza no olvidará el vertiginoso picado (se ha constatado que supera los 380 kilómetros por hora), acompañado en ocasiones del estruendo (semejante a un disparo) provocado por el brusco frenado antes de acometer a la presa. Aprovechando la aceleración, apenas tiene que impactar con las garras en alguna parte vital del cuerpo para desbaratarla. Alcanzar las máximas velocidades registradas por un ser vivo implica excepcionales adaptaciones morfológicas: tubérculos nasales que atenúan la presión del aire en los pulmones, la protección brindada por un tercer párpado frente a las partículas aéreas y una agudeza óptica cuatro veces superior a la humana, con capacidad de procesar rápidamente diferentes impresiones visuales, incluso en pleno crepúsculo. El halcón puede detectar un bando de palomas a más de cinco kilómetros de distancia, seleccionando la debilidad: el pichón de vuelo incierto, el ejemplar enfermizo o viejo, o al que simplemente le falten unas plumas. Ante este alarde de facultades físicas pensaríamos que la paloma, su presa principal, no tendría escapatoria. Pero nada más lejos de la realidad y apenas un 20% de los ataques tienen éxito, malogrados ante fintas que desconciertan a la rapaz. En tierra de halcones, las palomas salvajes vuelan veloces pegadas al risco, evitando exponerse. Además de palomas, casi cualquier ave entre el tamaño de un canario y el de una gaviota puede ser atrapada, incluyendo otras rapaces (cernícalo, gavilán) o las rapidísimas andoriñas.
Entregados al cielo durante los primeros vuelos, los jóvenes halcones ejercitan su musculatura, ejecutando toda suerte de acrobacias o simulando persecuciones, y pobre del cuervo o gaviota que pase cerca, pues acabará siendo blanco de las travesuras de estos aprendices irreverentes. Durante el adiestramiento, los adultos aportan aves heridas que sueltan en el aire, incitando a su captura antes de caer al suelo. Iniciados en los pormenores de la caza aérea, los halcones inmaduros abandonan el territorio familiar expulsados por los progenitores. Emprenderán entonces vida errática, que los puede llevar a otras islas o a perderse en el océano…hasta que, maduros sexualmente, formen una pareja. Fértil con apenas un año y consumando puestas de 3-4 huevos acompañadas de elevado éxito reproductor, el halcón reúne los requisitos para una expansión fulminante. En Canarias, tras casi desaparecer víctima de la persecución y la esterilidad asociada al abuso de fitosanitarios tóxicos utilizados en el control de plagas, el halcón ha regresado con fuerza. Han sido determinantes tanto la protección legal brindada como la proliferación de palomas asilvestradas. Además, en el archipiélago encuentra múltiples opciones de nidificación en sus parajes acantilados. Así, de las apenas siete parejas inventariadas en 1987 y 1988, todas en las islas orientales, baluarte que apuntaló la recuperación, se ha pasado a las 211-230 actuales (censo de 2022) en toda Canarias.








2 respuestas
estupendo artículo
Poder leer un artículo tan bello como este en un momento en que todo es estruendo, odio y dolor es, simplemente, analgésico. Muchas gracias, Juan Manuel.