Arrastrados por el siroco

Vanesa de los cardos (Vanessa cardui). Juan Manuel Martínez Carmona.

Por Juan Manuel Martínez Carmona (biólogo).

Estos primeros días de noviembre, impulsadas por vientos del este, arribaron a El Hierro cientos de vanesas de los cardos (Vanessa cardui). Nómada por naturaleza, esta mariposa consuma una fascinante migración, digna de la mariposa monarca, desde su punto de partida invernal, localizado en África tropical. Luego, persiguiendo el buen tiempo y orientándose con el sol, tras atravesar Sahara y Mediterráneo, avanza por Europa hasta alcanzar el Círculo Polar Ártico. En otoño, la vanesa emprende la ruta inversa, regresando a sus cuarteles de invierno africanos. Hasta seis generaciones sucesivas de mariposas completarán un viaje de más de doce mil kilómetros. De vuelo veloz, una vanesa en migración, ayudada por el viento, alcanza picos de hasta 40 kilómetros por hora, recorriendo más de 160 kilómetros diarios. Amante de campos abiertos, cálidos y bien iluminados, la isla acoge también ejemplares residentes, muy activos entre marzo y agosto, coincidiendo con las floraciones de ajinajos, cardos, embudillos, ortigas, etc., plantas que sustentarán a las orugas nacidas de puestas masivas. Protagonista de un asombroso éxito evolutivo, la vanesa de los cardos es la mariposa más extendida por el mundo (solo falta en América del Sur y La Antártida).

Pocas semanas antes, en octubre, la isla fue tomada, de costa a cumbre, por libélulas de mediano tamaño (4-5 cm.). Se trata de libélulas flecha (Sympetrum fonscolombii) inmersas en oleadas migratorias coincidiendo con el comienzo de la sequía en sus humedales reproductores norteafricanos. Este insecto puede volar largas distancias, razón que explica su amplia distribución: África, Europa central y meridional, oeste y sur de Asia… También existen núcleos reproductores en la Macaronesia (es la única libélula presente en Azores), entre otros, en El Hierro. En su hábitat de aguas estancadas constataremos el contraste entre los machos, de brillante librea rojiza, y las verdosas hembras. Territoriales, los machos patrullan y defienden pequeñas parcelas frente a otros congéneres. Eso sí, buscan a las hembras, sujetándolas por la cabeza con ganchos que poseen en el extremo del abdomen. Acoplados de esta manera, copulan e, incluso, depositan las puestas en el agua. Tanto huevos como larvas maduran rápido, propiciando que sea una de las pocas libélulas europeas con más de una generación anual. Activa cazadora, esta especie contribuye al control de moscas y mosquitos.    

A partir de septiembre, coincidiendo con el ocaso de la temporada de lluvias en África subtropical y el soplo de vientos de componente sur y este, observaremos langostas del desierto (Schistocerca gregaria) en los campos herreños. Grande y dotada de alas largas, nos sorprenderá su vuelo inesperado. Se trata de apacibles irrupciones comparadas con las plagas históricas que periódicamente arrasaban cultivos en Canarias, llegando a provocar hambrunas. En el combate de los últimos episodios, acaecidos en 1954 y 1958, además de los sistemas disuasorios artesanales (fuego, caceroladas, etc.) se emplearon cebos envenenados e insecticidas esparcidos desde avionetas. Estas “nubes” de langostas en migración, que oscurecían el cielo, contenían más de 150 millones de insectos por kilómetro cuadrado, desplegados hasta dos mil metros de altura, avanzando más de cien kilómetros al día. En la actualidad, anticipándose a nuevas plagas, sus áreas reproductoras están controladas tanto desde satélite como por técnicos de campo, monitorizando precipitaciones, desarrollo vegetal y humedad del suelo. No obstante, cuando coinciden varios años de lluvia en el Sahel pueden generarse incrementos explosivos de las poblaciones. Estos ejemplares que alcanzan Canarias hoy en día no arraigan, viviendo entre tres y seis meses.

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