Crónicas pretéritas: La ausencia de lluvias en El Hierro preocupa a la población herreña

Donacio Cejas Padrón. GMº.

Por Donacio Cejas Padrón. 

Un año más las lluvias no se hacen presentes en nuestra isla, causando una gran preocupación entre  la población herreña, que contempla impotente como muchos árboles frutales, algunos de ellos centenarios lentamente van secándose y convirtiéndose en leña. Ya este fenómeno se va haciendo habitual, pues desde que yo tengo uso de razón, cada día llueve menos, y pareciera que esta situación es irreversible.

Hasta donde mi memoria alcanza, desde 1,950 para acá, el año que más llovió fue en 1,956, se comentaba entre los mayores que estuvo un mes lloviendo casi constantemente, la isla estuvo incomunicada totalmente durante cuatro semanas, y recuerdo en particular que el correillo Viera y Clavijo estuvo unas horas refugiado por dentro de Los Roques de Salmor, pues su capitán temía hacerse a la mar, los barrancos de El Barrio y de El Golfo tiñeron el mar  cambiando su color azul habitual por  otro marrón oscuro, fangoso. En la zona de La Frontera los barrancos de Tincos y otros que bajaban por la zona entullaron los canteros y caminos, y se llevaron por delante muchísimos árboles frutales como higueras, durazneros, morales etc. a tal extremo que costó mucho después que los propietarios pudieran identificar sus fincas, porque muchas  de ellas estaban sepultadas, en las inmediaciones del pueblito Pie del Risco fue donde más se elevó el nivel de los suelos, y solamente por las paredes que quedaron en pie y con mucha paciencia y honestidad, poco a pocos los vecinos se fueron poniendo de acuerdo y rehaciendo sus propiedades, si bien es verdad que al remover tantos escombros y plantar viñas y frutales en esa tierra nueva, en muy pocos años aquellos se convirtió en un vergel, especialmente por los nuevos durazneros que se plantaron y que muy pronto comenzaron a dar abundantes frutos, El Camino del Barranco Hondo hubo que ser renovado completamente, y lo  mismo el camino entre La Plaza de Candelaria y Las Lapas al que se le sigue llamando La Ladera, este quedó totalmente intransitable y con aportaciones vecinales fue restaurado y pronto los niños pudimos volver a transitarlo a diario para ir a nuestra escuela de Las Lapas.

También por La Zona de Belgara Alta hubo muchos daños causados por el Barranco El Liso que baja por la Laja Belbara, y  lo  mismo en La Corredera que sufrió la gran crecida del Barranco Chajoco, que incluso taponó totalmente la carretera a la altura donde hoy está El Ayuntamiento.

De ahí para acá, prácticamente no se han vuelto a repetir esas lluvias torrenciales, y van sucediéndose cada vez con más frecuencia  años de sequías, el primero que recuerdo fue el  1,961, que casi no llovió nada y que se asemejó a otro anterior que todavía se recuerda como el año de La Seca, fue el 1,948.

Bien es verdad que la perforación de varios pozos en El Valle de El Golfo, el primero, importante, el llamado de Los Villarreales, y luego varios más, ha permitido incorporar a cultivo de regadio extensas zonas del Valle e incluso la explotación de nuevos cultivos tropicales como el plátano, la piña, los aguacates, los mangos, naranjos etc. Pero el agua de lluvia era la que garantizaba la producción  de los frutos tradiciones e históricos de la zona, y al disminuir las tales lluvias, gran parte de esos árboles frutales han ido desapareciendo progresivamente, para mitigar este fenómeno han tenido que irse extendiéndose las redes de riego, que se nutren de los pozos y de las desaladoras instaladas  en nuestra isla.

Las sequías recurrentes en nuestra isla, fueron en parte causa de las emigraciones de los herreños a América, especialmente a La Argentina, Cuba y Venezuela, y justo es reconocer que tales emigraciones produjeron unas positivas transformaciones para mejor en nuestros pueblos, que crecieron rápidamente merced a las remesas de los pesos argentinos y cubanos y a los bolívares de Venezuela.

Curiosos destinos de la vida, hoy nuestra isla es receptora de inmigrantes procedentes precisamente de aquellos países que antaño nos acogieron con tanta, generosidad, este fenómeno merece una profunda reflexión, pues hace cuarenta años nada hacía pensar que aquella situación  duraría apenas unas decenas de años, y que los venezolanos, contados ya por millones tendrían que abandonar su patria en busca de tranquilidad y sosiego y una mejor vida social y económica.

Considero que  esos flujos migratorios terminarán siendo positivos para nuestra isla, y que con su aportación social y poblacional todos saldremos beneficiados y nuestra isla crecerá y seguirá siendo un lugar agradable para vivir en sana concordia  y buena vecindad.

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